Louis se quejaba internamente mientras deslizaba por sus brazos la camiseta que había tomado del armario sin mirar. Llevaba puestos unos jeans azul marino, gastados en los muslos, que se ajustaban a sus piernas delineándolas descaradamente. Su cabello estaba mojado y desordenado, y no pensaba tomarse la molestia de peinarlo, estaba realmente agotado. A pesar de ser sábado se había levantado a las siete de la mañana para ir a supervisar la llegada de los tapizados de su nueva línea de sofás. Tranquilamente podría haberse quedado durmiendo hasta más tarde dado que tenía gente capacitada en la empresa que podía encargarse de aquella tarea, pero vamos, Louis no es de los tipos que delegan. Desde hace casi cinco años se ocupaba de cada pequeño detalle en su empresa, tal como el primer día.
Deslizó cuidadosamente la puerta del armario para dejar a la vista el enorme espejo. Estudió su reflejo durante unos segundos, la camiseta blanca que había escogido era holgada, caía justo por encima de la cintura de sus jeans y el corte delineaba su figura estupendamente. Se puso de perfil, despegando un poco los talones del suelo e inclinando su cabeza para dirigir la mirada hacia su trasero, el cual se dibujaba voluptuosamente. Si bien no estaba obsesionado con su cuerpo ni era un aficionado al deporte o el gimnasio, le gustaba mantenerse medianamente en forma, sobre todo cuando sabía que gracias a su genética tenía un trasero admirable.
Sonrió apretando los labios, satisfecho con lo que veía, cuando oyó el timbre sonar en la sala. Tomó rápidamente su chaqueta de gamuza color tierra y provocó que algunas de las prendas colgadas allí cayeran en cascada sobre el suelo. Puso los ojos en blanco y bufó audiblemente, al regresar lo acomodaría.
Se apresuró a atravesar el umbral desde el pasillo de su cuarto hasta la puerta de entrada, sus pies se deslizaron sobre el suelo de madera laminado gracias a las medias blancas que llevaba puestas. Frenó para colocarse el abrigo y abrió la puerta en un rápido movimiento.
—Lo sé, lo sé. Lo siento —se disculpó con Zayn mientras caminaba algunos pasos hacia su izquierda para tomar sus vans negras acomodadas sobre una pequeña alfombra, junto a otros pares de calzados.
—Llevo quince minutos en el auto, Louis —el morocho dio un paso hacia adentro—. Dijiste que solo debías colocarte una camiseta —se cruzó de brazos apoyándose en el marco de la puerta—. ¿Qué ser humano en el planeta tarda quince minutos en eso?
—Te mentí —dio unos saltitos terminando de acomodar la zapatilla—. En realidad acababa de salir de la ducha —rió divertido—. Ni se te ocurra dar un paso más.
—No pensaba hacerlo, maldito obsesivo —se burló.
Louis revisó sus bolsillos para comprobar que tenía todo lo necesario, billetera, llaves y...
—Mierda, el móvil —se quitó el calzado lanzándolo frente a Zayn.
Corrió apresuradamente hasta su habitación y tomó el aparato que había quedado olvidado sobre su cama. Quiso acomodar las prendas que habían caído al suelo pero cerró los ojos con fuerza y salió de allí reprimiendo el instinto, si se demoraba tan solo un segundo más, Zayn lo arrastraría de los pelos hacia la calle.
Su amigo aún estaba apoyado en el marco de la puerta, fulminándolo con la mirada. Llevaba unos pantalones color verde musgo que se ajustaban a su cintura perfectamente, adornados por un lindo cinturón negro de hebilla dorada. Su entallada camisa color café claro estaba abotonada hasta arriba permitiendo que las curvas de su torso se marcaran notoriamente, sus brazos tatuados estaban completamente visibles.
Louis sonrió por dentro, no sabía cómo es que Zayn lograba sorprenderlo cada vez con un outfit distinto. Tenía un sentido de la moda estupendo, y en realidad, cualquier prenda que eligiera se le vería bien ya que era malditamente ardiente. Es por eso que Louis se enrolló con él durante más de un año luego de conocerlo. Con el tiempo aquello dejó de suceder ya que su amistad se hizo muy estrecha, pero aún así esto no le impedía seguir apreciando las curvas del moreno.
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NO CONTROL
Fanfiction"Necesitaba un ancla, un puerto seguro al cual aferrarme cuando los demonios internos acechaban en la oscuridad, esperando el momento oportuno para flagelar cada uno de mis sentidos. Se hundió en mí hasta lo más profundo, gemí su nombre incontables...