Capítulo 3.

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Era una noche de viernes perfectamente cálida. La música del bar estaba un poco fuerte pero eso no impidió que los vitoreos y silbidos de sus amigos resonaran por todo el lugar mientras chocaban sus copas entre sí.

   —¡Felicitaciones al nuevo modelo oficial de Gucci! —exclamó Kimberley, y todos volvieron a chillar de emoción.

Harry sostenía en alto su copa con agua saborizada sin azúcar mientras sonreía victorioso recibiendo elogios y felicitaciones por parte de sus compañeros. Lo había logrado. 

Se había enamorado de Gucci mucho antes de que pudiera prever convertirse en un modelo, ni siquiera podía recordar cuándo fue exactamente, a veces creía simplemente haber nacido enamorado de aquellos diseños. 

Desde que comenzó su carrera de modelo a los dieciséis años, cuando un reclutador lo contactó luego de haberlo visto en una presentación de su academia, supo que tenía una chispa particular que lo destacaba del resto, y esto le quedó claro cuando con tan solo dieciocho años desfiló con un traje de Christian Dior por la pasarela de París para la "Semana de la moda", uno de los eventos más importantes a nivel mundial en el mundo de la moda.

Fue entonces cuando comenzó a comprender cómo funcionaba aquel mundo; no se trataba de ser el más carismático o correcto, tampoco servía ser condescendiente y educado. Debía ser perspicaz, diligente y audaz. Trepar sin importar cuántas cabezas pisara en el proceso, sin remordimientos, porque en el momento en el que frenara a mirar hacia abajo su carrera se caería a pedazos.

Año tras año avanzó como un toro embravecido, cegado y directo, con solo un objetivo claro. Logró establecerse en la industria y arraigar su nombre a tal punto que diseñadores del calibre de Yves Saint Laurent, Givenchy y Vuitton sabían de su existencia. Solo fue cuestión de mover algunos contactos más directos y acostarse con un par de personas en el camino, para que finalmente, seis meses atrás consiguiera contactar a uno de los reclutadores con más peso y prestigio de Gucci.

Liam se acercó hacia él y le dio otro cálido y apretado abrazo, felicitándolo por milésima vez. Luego de la prueba del martes, donde tuvo que vestir varias prendas Gucci y posar para las cámaras, lo que catalogó como su mejor  trabajo hasta el momento, fue llamado por el equipo, tan solo treinta minutos más tarde, para confirmarle que habían quedado maravillados con él y que definitivamente estaba dentro. Desde entonces su casi hermano había pasado cada hora de los siguientes días felicitándolo de manera tal que llegó a abrumarlo. Y sí, es que Liam había padecido a su lado todo el sacrificio que había sobrellevado para llegar a su sueño, implicando más crisis de las que pudiera enumerar.

   —No puedo dejar de abrazarte bebé, lo siento —se disculpaba Liam en su cuello con la voz cargada de emoción—. Es que estoy tan orgulloso de ti.

Harry inhaló, Liam tenía ese perfume tan característico de él, fresco y suave, como una caricia de verano. Se acomodó entre sus brazos, posando su mejilla derecha sobre la camisa negra que este llevaba puesta y llevando su nariz hasta el hueco entre su cuello y la clavícula.

   —Eres el mejor, Lilo —Harry lo atrajo un poco más hacia él—. Gracias por apoyarme tanto durante estos años.

   —Sabes que siempre lo haré —dijo alejándose unos centímetros para mirarlo a los ojos—. Eres mi pequeño bebé al que debo proteger.

Harry rodó los ojos y le dio un golpe en el pecho, obligándolo a soltarlo.

   —Basta, idiota, eres tan solo un año mayor que yo. Tengo veintiséis, ya no puedes tratarme así —se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

NO CONTROLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora