Dolor.
El dolor te puede derribar.
No hablo del tipo de dolor como cuando vas caminando descalzo por tu casa y te pegas en el dedo chiquito de pie con un mueble o cuando te caes de la patineta y te rompes un hueso. No. Hablo de dolor que no puedes ver en heridas en la piel, sino en heridas del alma, de la mente y del corazón.
Yo pienso que nosotros tenemos cuatro partes que pueden ser heridas: el cuerpo, el alma, la mente y el corazón. Todo estará bien cuando te hayan herido en alguna de esas cuatro partes, cuando solo sean golpes superficiales, pero cuídate que no llegue un huracán, un terremoto o una bola de demolición que destruya alguna de esas partes. Mis alas pueden ser heridas también, pero no solo con golpes físicos sino también con los metafísicos.
Un latido. Eso fue suficiente. Un latido fue suficiente para hacer caer mis plumas y desgarrar la piel de mi ala derecha cerca del corazón.
Antes de ese momento, había sido herida, sólo que aún podía estar en pie. Aún podía derramar una lágrima, sentir la tristeza y los demás se daban cuenta; decían que era muy transparente. La vida aun tenía valor para mí.
Un día, después de que ese novio me botara frente a mis amigos ocurrió.
Comenzó el huracán.
Mi madre recibió una llamada de una de mis tías debido a que mi abuelito había enfermado y se encontraba en el hospital. Dejamos todo y fuimos a verlo; entre todos mis tíos junto con mi madre se arregló la situación para que mi abuelito pudiera estar en buenas manos.
Una vez instalado, se encontraba bien dentro de lo que cabía. Le habían detectado una enfermedad grave, pero curable. Nadie se preocupó ya que MI persona era en extremo fuerte. De él fue de donde comencé a aprender lo que es la fortaleza. Me sentía mal por verlo ahí, pero cuando iba a verlo y se le iluminaba el rostro cuando sus ojos se posaban en mí, él borraba todas las emociones negativas que yo alguna vez pude sentir. Eso me hacía saber que todavía era mi papá y me quería. No sé iba a rendir.
Hasta que comenzó a empeorar y a dejar de reconocerme.
De un día para otro ya no sabía quiénes éramos los que se sentaban a su lado en vela. Comenzó a olvidarnos. Había días buenos en donde me reconocía, sin embargo, eran muy raros. Su cuerpo se iba desgastando casi tan rápido como su mente. Fue ahí cuando los vientos comenzaron a azotar mi existencia.
Un día, fue excelente. Parecía que estaba mejor. Nos reconocía y sonreía. Los vientos se relajaron y mis alas ya no se encogían.
Habló con todos nosotros de manera normal, y cuando cayó la noche, incluso habló con las personas que amaba que ya se habían ido. Ese día estuve con él desde que salí de la escuela, incluso me ayudó con mi tarea, era poca para una niña de 13 años. Una vez que terminé, decidí hacerle un dibujo para hacerlo sentir mejor; me había dicho que mis pinturas habían mejorado y me compró un kit de pintura muy especial que lo había ayudado a él a desenvolver su talento cuando era joven.
Hice una virgen parecida a la de una caricatura ya que era la única referencia que tenía. Puse mi corazón en ello, como si pudiera transmitirle un poco de mi amor y mi energía vital para ayudarlo, y cuando terminé, puse algo así a un lado:
"Abuelito, nunca olvides que te amo con todo mi ser. Esto es para ti. Quiero que mejores para que un día podamos grabar ese álbum que nos prometimos".
Ya era tarde, las horas de visitas casi terminaban y una de mis tías llegó como relevo para cuidarlo durante la noche. Mamá me avisó que era hora de irnos, así que me acerqué a darle mi regalo a mi verdadero papá. Dijo que le encantaba. Lo abracé con fuerza, uno de sus brazos me rodeó antes de acariciar mi ala derecha y le susurré un "te amo abuelito" antes de separarnos. Lo miré a los ojos antes de decirle que vendría a verlo al día siguiente, el sábado.
Me regaló una de sus sonrisas especiales solo para mí y me fui.
Al siguiente día, desperté antes que mis padres mientras que el sol iluminaba todo a su alcance. Estaba relajada, encendí el televisor en mi habitación para ver caricaturas, pero me asaltó un pensamiento:
"Qué sería de mi vida si mi abuelito muriera. ¿Te imaginas que algún día se fuera?"
Sacudí mi cabeza junto con mis alas para deshacerme de ese pensamiento. No. Mi abuelito ya estaba mejor, pronto me volvería a cantar y a abrazar.
Y entonces lo escuché...
Escuché un grito que salió de la habitación de mis padres. Me asusté. Apagué la televisión y unos balbuceos encerraban mi atención. Para cuando salí, vi que mi papá cerraba la puerta del baño mientras que escuchaba llorar a mi mamá dentro. Se me hizo extraño, mami nunca lloraba, era muy feliz.
Mi papá se volvió hacia mí con una expresión de lástima, pero yo no sabía qué podía ponerlos así. Mi padre se agachó hasta quedar a mi altura, me tomó de los hombros y entonces pregunté:
"¿Por qué mami está llorando? ¿Puedo abrazarla con mis alas?"
Mi papá negó con la cabeza antes de dar una bocanada de aire y lanzarme el huracán más devastador sin previo aviso:
"Tu abuelo falleció hace un rato"
Escuché un latido de inmediato, nunca supe si fue mío, de mi papá o de mi abuelo. Me quedé quieta un momento esperando haber imaginado lo que escuché sin embargo, cuando mi papá no cambió su expresión y pronunció un "lo siento" apenas audible, supe que no lo había imaginado.
No pude despedirme de él.
Y en ese momento cayeron plumas de mis alas y la sangre comenzó a escurrir de la derecha hasta el suelo, todo antes de que me rompiera en mil pedazos y comenzara a gritar queriendo que, lo que sea que comenzaba a quemarme por dentro, se detuviera. La vista se me nubló por las lágrimas, mis rodillas me temblaron y mi papá alcanzó a abrazarme antes de que cayera al piso. En cuanto me ocultó la vista pensé:
"No puedo llorar, él pensará que soy débil"
Pero por más que intenté aguantar el dolor y las lágrimas, el huracán arrasó con todo a su paso y rompí a llorar en los brazos de un papá ausente, llorando al que había sido mi razón de vivir y que me había enseñado el significado de amar.
Lloré por mucho tiempo, nunca me di cuenta cuando mamá salió del baño a abrazarme y tratar de detener el sangrado de mis alas. A pesar de haber detenido la hemorragia, el huracán lastimó mi alma, mi mente y mi corazón, y eso no es tan sencillo de curar. Lo único que veía era a mi abuelo cantándome a través de mis lágrimas, no escuché nada más que mis intentos por respirar cuando sentía que no había oxígeno y cuando me doy cuenta, estoy con una de mis tías en un cine mientras ella trata de hacer que coma algo.
Le pregunté en dónde estábamos y por qué mi mamá no estaba conmigo. Mi tía me dijo que ella no había querido que viera a mi abuelito después de muerto, quería que me quedara con su imagen viviente cuando me recibía con los brazos abiertos cada que pasaba por el umbral de su puerta.
Mi tía me metió a una película controlando que mis alas no volvieran a sangrar, pero yo no podía dejar de llorar. No podía escuchar nada más que las fracturas dentro de mí, acompañadas de su voz cuando me decía por mi apodo; no podía ver nada más que sus sonrisas mientras pintaba conmigo a través de mis lágrimas.
Caí en depresión y me dio anemia durante meses (jamás me traté), pero era lógico que estuviera tan mal con tan solo 13 años.
Había perdido a mi verdadero papá y esa pérdida me derrumbó por tanto dolor.
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Broken Angel ✔️ [COMPLETA]
Short StoryMe cansé de gritar con una mano sobre mi boca. Sin embargo, estoy condenada a sentirla una eternidad. La razón: la vida y la familia. Solo quiero dejar un suspiro antes de que mis alas rotas sean demasiado pesadas y me arrastren a la oscuridad. Esta...