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Algunos años atrás...

El calor de los rayos del sol cubría todo a su alrededor aquella hermosa tarde de primavera, las flores endulzaban el aire con sus olores frescos y suaves mientras que las aves surcaban los cielos como si estuviesen danzando; Chuuya realmente sentía que no podía ser más feliz que en esos momentos, mientras corría sin parar por el interminable campo de fresco pasto verde bajo sus pies, detrás de él escuchaba las pequeñas quejas de Ryuunosuke por no poder alcanzarlo mientras el pelirrojo simplemente se reía con más fuerza e incitaba al Omega más pequeño a intentar seguirle el paso. Allá a lo lejos, mirando atentamente a los jóvenes Omegas se encontraban Rintaro y Ozaki, bebiendo el té de la tarde y envueltos en un aura de dulce armonía.

—¡Chuuya! ¡Chuuya, no te alejes tanto cariño! —Fue la orden de la hermosa Alfa pelirroja al ver que sus preciados bebés cada vez se encontraban más lejos del alcance de su mirada, peligrosamente cerca del lago. —¡Ryuu! ¡Ryuu deja de seguir a Chuuya y regresa para acá! ¡Vengan los dos!

—Chuuya ya oíste a mamá. —Se quejó el pequeño azabache haciendo un puchero de lo más adorable y con las mejillas completamente sonrojadas por el esfuerzo físico realizado. —Ya quiero regresar, ya me cansé de andar corriendo.

—No seas aguafiestas Ryuu. —Se quejó el mayor, dando una vuelta sobre su eje para quedar frente a frente con su hermano. —Además no todos los días podemos salir al campo por tanto tiempo, ven y disfruta de esta pequeña libertad conmigo, vamos a explorar qué hay cerca del lago.

—¡Chuuya! —Volvió a gritar la Alfa, con ese tono que en definitiva no aceptaba excusa alguna.

—¡Ya vamos! —Respondió Chuuya rindiéndose a la orden de su madre y con la esperanza frustrada de poder llegar al lago, regresando sobre sus pasos para tomar de la mano al azabache y comenzar a correr de vuelta. —¡Vamos Ryuu!

—¡Pero ya no quiero correr...! —Los ojitos grises de Ryuunosuke expresaban pánico de solo imaginar que tendría que recorrer la larga distancia hacia el resort de nuevo corriendo. —¡Chuuya!

Desde su posición la pelirroja podía ver a sus tesoros acercarse a paso veloz, sobre todo la forma en la que el pequeño Omega pelirrojo prácticamente arrastraba al azabache como si fuera un saco de papas. Siempre era asombroso ver el contraste entre los dos pequeños Omegas, por un lado Chuuya con su energía siempre desbordante, lleno de vitalidad y entusiasmo por todo lo que le rodeaba; por el otro lado estaba la tranquilidad y parsimonia del pequeño Ryuu, siempre tan callado y reservado pero curioso a su particular modo por las cosas a su alrededor. A pesar de todas esas diferencias en ambas personalidades, los dos eran muy apegados el uno con el otro como solo dos hermanos pueden serlo, incluso cuando no compartían realmente la misma sangre.

—¡Cariño no hagas que tu hermano se esfuerce de más! ¡Sabes lo delicada que es su salud! —Rintaro sonrió ante la preocupación de la mujer, sintiéndose enternecido de tener la suerte de presenciar ese lado de Ozaki que nadie más que su familia conocía. Ella realmente era una mujer muy diferente cuando la conoció por primera vez...

—Deja que se diviertan un poco Kouyo. —El Beta dio un sorbo a su taza antes de seguir hablando. —Deja que aprovechen su inocente diversión ahora que son niños y están libres de responsabilidades, ya te digo yo que cuando crezcan vamos a tener filas de pretendientes de los cuales preocuparnos, nuestros niños serán los Omegas más codiciados del lugar.

—Ya no sigas Rintaro. —La bella Alfa arrugó el ceño de solo imaginar a una docena de idiotas babeando descaradamente por sus bebés. No, ella definitivamente no iba a permitir aquello. —Ningún Alfa jamás será digno de alguno de mis niños, realmente no se cómo es que a ti te emociona la idea.

¡Oh no! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora