veinte.

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Chemuel me mira dubitativamente, su rostro severo con un ceño fruncido permanente.

—¿Y eso es todo? —Desafía.

—Sí —miento.

—¿No has tenido contacto con Cuauhtémoc desde que viniste aquí?

—No. ¿Cuándo tuve la oportunidad? —Pregunto, esperando desesperadamente que él no sea lo suficientemente perceptivo para ver a mi farol—. He estado sentado en este agujero de mierda durante los últimos días. U horas. Tipo de todas las mezclas juntas. No te ofendas, pero ustedes son tan aburridos como una carrera de caracoles.

—Esto no es una sala de juegos, es una celda —dice Chemuel, claramente ofendido—. Estás siendo interrogado.

—Y estás haciendo un trabajo encantador. No quiero criticar tus habilidades en absoluto —le digo con una sonrisa plácida.

Él sigue mirándome, como si estuviera tratando de mirar dentro de mi cabeza. Por lo que sé, eso es algo de lo que él es capaz. La verdad es que mi tiempo en aislamiento no ha sido tan tranquilo como necesito hacerles pensar. Cuauhtémoc me ha contactado. Todavía no estoy completamente seguro de que fuera real y no un sueño, pero tan borroso como recuerdo de su promesa, es a lo único a lo que debo aferrarme.

Voy por ti.

Tres pequeñas palabras, pero son las más significativas que he escuchado en mi vida. Me he rendido al tratar de decidir si mis sentimientos por Cuauhtémoc están tan jodidos como me temo que sí. De cualquier manera, no están cambiando.

—Admito que en todos mis años en este trabajo, el tuyo es, con mucho, el caso más singular que he encontrado —reflexiona Chemuel, y finalmente se sentó frente a mí. La habitación es monótona y el mobiliario parece que está hecho de palos, pero al menos no es tan brillante como el otro.

Realmente puedo escucharme pensar.

—Es por el embarazo, ¿no? —Pregunto rotundamente, pasando mi mano por la ligera curva de mi estómago.

Él pone los ojos en blanco. El primer signo de una personalidad que ha mostrado todo el tiempo que he tenido el "placer" de ser su sujeto.

—¿Sabes cómo llegaste a ser una vasija, Aristóteles?

—¿Es eso una pregunta con trampa? Porque si no, voy a tener que adivinar que fue el momento en que jugué con un tablero Ouija en una fiesta de pijamas.

—Por más atípico que resulte ser, tu historia realmente comenzó de la forma en que suelen hacerlo estas cosas —continúa, ignorando mi sarcasmo.

—¿Estas cosas? —Me hago eco.

—Tratos con el diablo —responde casualmente—. Es realmente un estereotipo que la mayoría termina contactando con él para vender su alma por la fama y la fortuna. La verdad es que muy a menudo un padre promete a su hijo primogénito a cambio de algo mucho menos glamoroso.

Sus palabras se acomodan lentamente, pero no quiero ninguna parte de ellas.

—¿Estás diciendo que mi madre es la que me vendió a Lucifer? —Me río.

—No fue tu madre.

Su rostro está en blanco, pero dice mucho en su silencio.

—Mentira —murmuro—. Mi padre nunca creyó en nada de esta mierda.

—Tu hermana lo consiguió de alguna parte —dice Chemuel casualmente—. ¿O crees que compró ese libro de eBay?

—¿Qué?

portador | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora