Él camino.
Pensaba que iba a ser bastante peor, la verdad.
Íbamos a gusto en un solo caballo Eneko y yo. Y en otra yegua iba Maddi.
No había habido muchos baches y al ser solo veinte minutos, el tiempo se nos había pasado rápido a todos.
Se veía la tristeza en los ojos de Maddi. Ella había venido por voluntad propia, pero sé que se sentía culpable por haber dejado solo a Oier. Ella no parecía triste, en cambio. Hacía mostrar que estaba tranquila y se concentraba más en cómo llegar a nuestro destino para despejar sus penas.
En un momento dado, casi nos perdimos en un cruce. Pero enseguida nos dimos cuenta de por dónde ir y todo salió bien.
Y después de eso llegamos a nuestro destino: Amildegi.
Como indica su propio nombre, estaba al lado de un gran acantilado.
Al llegar al pueblo, me pareció una ciudad. Era enorme y las calles eran todas muy parecidas. Pienso que eso es lo más parecido a un laberinto. Supongo que era porque estaba acostumbrada al pequeño tamaño de Bakardade.
Nos paramos a descansar en una pequeña taberna que encontramos nada más llegar.
Yo me había llevado algo de dinero en un zurrón, y al parecer, Maddi y Eneko también se habían traído un poco.
Yo pedí un zumo de naranja. Eneko, solamente pidió agua. Y Maddi no se lo pensó dos veces y compró un trozo de tortilla de patata que se comió con mucho gusto.
Salimos de la taberna, ya descansados, y nos dirigimos hacia el centro de Amildegi.
Preguntamos a unas cuantas personas porque no sabíamos como llegar. Y por suerte encontramos un centro turístico.
Amildegi debía de ser un pueblo con mucha cultura y tenía unas murallas en el centro.
Eso nos ayudó bastante, ya que había muchos folletos sobre eso y cogimos un mapa para guiarnos con más facilidad.
Llegamos al centro y descubrimos que había un gran mercado.
《Eso mejora mucho nuestra búsqueda》pensé sarcásticamente.
Al final, tras andar un poco entre los mercados, encontramos una carpa colorida. Y por lo que me había contado mi madre, deduje que ese era el lugar que estábamos buscando.
Íbamos a entrar directamente cuando unas mujeres que estaban al lado nos pararon los pies.
—¿Adónde creéis que vais? —preguntó una de ellas muy indignada.
—Nuestro plan era entrar —dije yo.
—No —dijo la otra mientras negaba con el dedo—, tenéis que esperar hasta que os toque. ¿O es que no veis toda la cola que hay para entrar?
Los tres miramos hacia atrás. En efecto, había una gran fila para entrar.
No teníamos mucho tiempo y lo último que queríamos hacer era esperar.
—Debemos entrar cuanto antes —dijo Eneko de pronto—, nuestro padre es policía y ha habido un caso grave. Mientras él trata de investigar algo, nos ha pedido a nosotros que le preguntemos a la adivina si sabe algo al respecto.
Las mujeres se miraron, dudosas.
—¿Seguro que eso es verdad? —preguntó la que había hablado al principio.
—Desde luego —mintió de nuevo Eneko—. No querrán que le digamos a mi padre que unas mujeres no nos han dejado entrar. Eso podría causarles consecuencias.
Ellas volvieron a mirarse, esta vez con una huella de pavor en sus miradas.
—De acuerdo —dijo la otra mujer.
Así, en cuanto salió la que estaba en la carpa anteriormente, entramos nosotros.
—¡Qué listo! —le dije a Eneko al entrar— a mí jamás se me habría ocurrido.
—Sí, gracias —añadió Maddi—. Cuanto más tiempo tengamos, mejor.
Eneko sonrió y de pronto, la adivina nos saludó:
—¡Hola, jóvenes! Parece que con la astucia habéis logrado más tiempo...
—Sí, Señora Adivina —respondió Eneko.
—Llámame Itsaso.
A primera vista, Itsaso me pareció una mujer un tanto extraña.
Su pelo era canoso, muy largo y rizado. Tenía una especie de cinta en la cabeza y sostenía unas gafas rectangulares. Su ropa también era bastante peculiar. Era muy colorida y parecía una bata de andar por casa.
—Itsaso, necesitamos tu ayuda —dije yo.
—Dispara, Jul —me respondió ella.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Eso no importa, pregunta de una vez.
Eso me pareció algo raro pero seguí con la conversación:
—¿Usted sabe cómo...
—...encontrar una cura para Oier? —me interrumpió la adivina— No, la verdad. Pero sé de alguien que conoce la respuesta a esa pregunta.
Yo le iba a preguntar cómo sabía lo de Oier pero Maddi se adelantó:
—¡¿De verdad?!
—Sí, muchacha.
—¿Y cómo podemos llegar hasta ese alguien? —preguntó entonces mi amigo.
—Sé bastante sobre él —respondió Itsaso—. Sé que se llama Arkaitz y que es un joven pastor que vive en Tontor. Y que sabe mucho sobre la enfermedad de Ilun.
—¿Dónde está Tontor? —salté yo— Jamás había oído hablar de ese lugar.
—Es un pueblo que se encuentra en la cima de una montaña —explicó Itsaso—. Os daré un mapa para que os podáis guiar.
Y así, Itsaso nos tendió un mapa de todos los pueblos que había por la zona.
—¿Qué es esto? —preguntó Maddi señalando la esquina del mapa que estaba marcada en negro.
—Es el bosque de Amets, pero no os preocupéis por eso. Lo primero es llegar hasta Tontor, que no es trabajo fácil.
—Muchas gracias, Itsaso —agradecí yo.
—De nada, jóvenes. Suerte en vuestro viaje.
Y así, salimos de la carpa con un nuevo mapa en las manos.
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AMETS
FantasyJul es una chica de 14 años que vive en una misma casa con sus tres mejores amigos: Oier, Maddi y Eneko. Cuando Oier cae enfermo, Jul decide partir de su pequeño pueblo con sus dos amigos en busca de la cura. El problema es que solo tienen dos seman...