CAPÍTULO 4

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Ardía de deseo.

Así había sido aquella noche en Aristo.

Él lo había besado y había sido como acercar una cerilla a una yesca.

Hasta entonces, KyungSoo siempre había pensado que ese tipo de descripciones eran tópicos exagerados por las novelas y las películas, pero Kai lo había estrechado en sus brazos y le había demostrado que las caricias de un hombre podían cambiar para siempre todo lo que uno pensaba o conocía.

Un beso. Un encuentro de alientos, una caricia de labios y lenguas y acababa transformado. Convertido en otra persona.

Alguien que no conocía ni comprendía.

Alguien a quien no respetaba.

KyungSoo abrió los ojos. Puso las manos en el pecho de Kai, pero éste emitió una especie de gruñido y lo estrechó aún más. KyungSoo protestó con fuerza.

—¡Kai! ¡Maldita sea, suéltame!

Durante un momento él no asimiló sus palabras; las oía, pero no comprendía lo que significaban. Estaba inmerso en el sabor de KyungSoo, en la sensación de tener su cuerpo tan cerca. Luego sus manos se cerraron en puños y comenzó a golpearle el pecho. El mensaje estaba claro. Había sido solo una breve provocación, lo suficiente para hacerle perder la cabeza por un momento...

Aquello no iba a funcionar.

Abrió los ojos y lo soltó.

—Haz las maletas.

Habló con voz ronca, tenía los músculos en tensión por la rabia y la frustración. Aquel doncel ejercía un poder sobre él que no le gustaba nada. No estaba acostumbrado a nada parecido.

—¿Eso es todo? —pregunto KyungSoo, la indignación hacía que le temblara la voz—. Entras aquí, anuncias que voy a ser tu... tu esclavo sexual...

—Mi querido —corrigió él y se maldijo a sí mismo en silencio. ¿Cómo había llegado a reducirlo a eso?

—¿Crees que eso suena mejor? No puedes aparecer aquí y esperar que...

—¿Qué empieces a arder en mis brazos, prácticamente suplicándome que te haga mío?

—¡Sal de aquí! —gritó, con el rostro rojo de furia.

—Prueba con otra estrategia, agapi mu. El de hacerte el virgen ultrajado empieza a resultar muy vista.

—¿Qué parte no has entendido de las palabras «sal de aquí»?

—¿Y qué hay del contrato que acabas de firmar, KyungSoo? ¿Quieres que lo lleve ante un juez y deje que él decida?

—¡No me amenaces!

—No es una amenaza, es una advertencia, te has comprometido a hacer el regalo de cumpleaños de la reina y tenerlo terminado antes del veintiocho de febrero, sujeto a mi aprobación.

—¿Tu aprobación?

—Por supuesto —respondió fríamente—. Quizás deberías haber leído el contrato con más atención.

KyungSoo quería reír. O llorar. Hacía solo un minuto lo había besado apasionadamente y ahora le hablaba como lo haría un abogado a un testigo reacio a colaborar. ¿Acaso pensaba que podía utilizar el sexo para controlarlo? O quizá pensaba que podía intimidarlo. ¡Craso error!

KyungSoo había crecido en las calles del Bronx.

—Los contratos están hechos para incumplirlos —dijo con igual frialdad.

Pasión de Diamante (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora