CAPÍTULO 6

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Al despertar, KyungSoo se sintió muy confundido.

El miedo le aceleró el pulso. ¿Dónde estaba?

No reconocía nada de aquella habitación. La cama, la luz que se colaba por la ventana, ni siquiera la sábana de seda en la que tenía apoyada la cara, ni el peso de la manta...

Había una segunda almohada junto a él, estaba aplastada como si alguien hubiera estado tumbado. Sintió un ligero aroma. Limpio. Masculino.

—Ay, Dios mío —murmuró antes de incorporarse de golpe.

Mala idea. El estómago le dio un vuelco con el movimiento. Se levantó de la cama, miró a su alrededor con desesperación, ubicó el baño y echó a correr. Apenas tuvo tiempo de llegar.

Vomitó hasta que le dolió el diafragma. Después se fue dejando caer hasta quedar sentado en el suelo y cerró los ojos.

«Tranquilo», se dijo, intentando dejar de temblar.

Unos segundos después, se puso en pie, se lavó la cara y se enjuagó la boca varias veces con un elixir bucal que encontró sobre la repisa.

Sentía las piernas flojas, como si se hubiera quedado sin músculos, pero consiguió sentarse en la taza del inodoro, ya bajada.

Entonces lo recordó, toda la llegada de JongIn, la noticia del encargo, la incómoda visita a HyangGi, la humillación de que él lo viera vomitar...

Pero, sobre todo, la inaudita proposición que le había hecho JongIn y él había aceptado.

¿Estaba en un hotel? Respondiendo a su pregunta de manera muy oportuna, el suelo se movió y supo que estaba en su avión. Debían de estar sobrevolando el océano y él ni siquiera recordaba haber subido a bordo. Lo último que recordaba era que se había tenido que bajar del coche para vomitar en la nieve. JongIn lo había acurrucado en sus brazos. Recordaba también el sabor del brandy que le había dado.

Se llevó las manos a la cara con un gruñido.

¿Se había acostado con él? No, pensó de inmediato, sin poder controlar el calor que invadía su cuerpo. Si JongIn le hubiera hecho el amor... corrección, aquello no habría tenido nada que ver con el amor, sólo con el sexo... sin duda lo recordaría. Además, a excepción del abrigo y las botas, seguía llevando puesta la horrible indumentaria de la noche anterior.

La idea de haber dormido en sábanas de seda y tapado con lo que parecía una manta de cachemir casi lo hizo reír.

Dios, ¿qué le pasaba? Sentía dolor en lugares donde nunca antes lo había sentido, tan pronto lloraba como reía y tenía náuseas cuando menos lo esperaba. InSung tenía razón. Últimamente trabajaba mucho. El estrés provocaba cosas terribles.

Se puso en pie. Había un plato de ducha, con jabón, champú e incluso un albornoz para después y...

Y JongIn al otro lado de la puerta.

¿Cómo iba a mirarlo a la cara? ¿Qué iba a decirle? ¿Se atrevería a preguntarle si se había acostado con él? Claro que tampoco importaba. Se suponía que tenía derecho a hacerlo, puesto que había accedido a compartir la cama con él, y no sólo para dormir.

Era un milagro que aún no lo hubiera obligado a cumplir con dicho acuerdo. Eso no quería decir que él deseara que lo hiciera, no deseaba que lo desvistiera, ni que lo tocara, que lo llevara a la cama e hiciera mucho, mucho más que dormir a su lado...

Alguien llamó a la puerta. Se movió el picaporte. KyungSoo se dio media vuelta y lo miró como si tuviera vida propia y fuera a abalanzarse sobre él.

—¿Señorito Do? —dijo una voz de mujer.

KyungSoo respiró hondo.

—¿Sí?

Pasión de Diamante (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora