El chofer de JongIn dejó la bolsa de KyungSoo a sus pies antes de volver a la limusina.
KyungSoo estuvo a apuntó de pedirle que lo esperara, pero sabía que no tenía ningún sentido. Resultaba muy intimidante estar ante las enormes puertas de una mansión en la que no conocía a nadie, pero tampoco podía volver al coche de un hombre que acababa de besarlo hasta conseguir que perdiera la razón.
Oyó que la limusina se alejaba. Finalmente respiró hondo y levantó la mano para tocar el timbre. Las puertas se abrieron antes de que pudiera hacerlo sonar y al otro lado apareció una mujer menuda vestida de negro de los pies a la cabeza.
Estupendo. Debía de ser el ama de llaves y parecía salida de una película de miedo. Entonces sonrió, le hizo una ligera reverencia y dejó de ser un personaje malvado para convertirse en un agradable comité de bienvenida compuesto por una sola persona.
—Kalimera, Kyría. Onómásome SeungYeon.
—Me temo que no hablo griego.
—Claro, discúlpeme. Buenos días, señorito, bienvenido. Soy SeungYeon, y el príncipe me ha pedido que me asegure de que tiene todo lo que necesita.
¿Dejaría las mismas órdenes con todos sus amantes?
—Gracias.
SeungYeon dio una suave palmada. En seguida apareció un criado que, tras inclinar la cabeza ante KyungSoo, agarró su bolsa.
—No tienen que inclinarse ante mí —aseguró KyungSoo, riéndose con cierto nerviosismo—. Yo no soy de la realeza ni nada parecido.
—Es el invitado del príncipe y el encargado de elaborar un hermoso regalo para nuestra querida reina. Su presencia nos honra, kyría —repuso el ama de llaves y luego se echó a un lado—. Pase, por favor.
¿Seguiría siendo tan amable si supiera que el invitado de JongIn había hecho un pacto diabólico con él? De nada servía pensar en eso. Estaba allí y haría lo que tuviera que hacer.
—Gracias —repitió KyungSoo y entró al vestíbulo.
Una sola mirada le bastó para darse cuenta de que nadie confundiría aquel lugar con el castillo de Barba Azul.
—¿Quiere beber o comer algo? Sé que ha hecho un viaje muy largo.
Sólo con oír mencionar la comida, KyungSoo sintió que el estómago se le retorcía.
—No —se apresuró a decir—. No, gracias. No tengo hambre.
—¿Entonces quiere que le enseñe su habitación? —sugirió SeungYeon señalando la escalera que conducía al piso superior—. ¿O prefiere que le muestre primero el taller?
¿Su habitación? Seguramente se refería a la habitación del príncipe. KyungSoo sintió un temblor que sin duda se debía a la aprensión.
—Eh, no —dijo, sin demasiada fuerza—. Quiero decir... ¿mi taller va a estar aquí?
—Así es. Espero que le guste. Su Alteza dio órdenes muy específicas, pero hemos contado con muy poco tiempo...
Ésa era la especialidad del príncipe de la arrogancia, pensó KyungSoo con pesar. Dar órdenes que los demás tenían poco tiempo para cumplir y mucho menos para cuestionarlas. ¿Qué habría hecho, ponerle un banco de trabajo en el sótano?
Había dicho que tendría todo lo que necesitase.
—Si me acompaña por aquí...
KyungSoo lo siguió por una serie de magníficas habitaciones de techos altos y, a pesar de la rabia que sentía, el artista que llevaba dentro no pudo evitar admirar la belleza de aquel lugar. La vida de los ricos era impresionante, pensó con tristeza.
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Pasión de Diamante (Kaisoo)
Romance"Una familia real dividida por el orgullo y la sed de poder volverá a unirse gracias al amor y a la pasión." Do KyungSoo era un diseñador de joyas neoyorquino que luchaba por abrirse camino en el mundo de la joyería, y había llegado a Aristo con la...