Narrador
Zulema Zahir era una profesora de árabe más que autoritaria, era una mujer tan fría y calculadora que a veces asustaba tan solo con la mirada. No solía ser una mujer callada, todo lo contrario, siempre que pensaba algo lo decía tal y como pensaba sin importarle la opinión de la gente ni lo más mínimo
Todo el mundo creía que esa mujer era una especie de demonia que se había escapado del infierno. Su pelo negro resaltaba su tez blanca y sus preciosos ojos esmeralda que hipnotizaban en el instante en el que los miraras pero para la mala suerte de todo el mundo no podías mirar a esos ojos verdes más de cinco segundos sin que su mirada fría te calara hasta el último hueso.
Nadie conocía nada de ella realmente, ninguno de sus alumnos se atrevía a preguntar siquiera por ella y sus compañeros de trabajo no le dirigían la palabra para esos temas privados
Solo había una persona que conocía los más íntimos secretos de esa mujer, Saray Vargas, la profesora de matemáticas.
Saray era el polo opuesto a Zulema en todos los sentidos, era alguien muy alegre y divertida, siempre con ganas de fiesta y una sonrisa que muy fácilmente podía contagiarse. Saray desprendía confianza y felicidad por cada poro de su cuerpo. Nadie entendía cómo alguien como Saray podía ser casi una hermana para Zulema
Zulema tenía tantos secretos y misterios alrededor que la gente comentaba cualquier cosa de ella, todo bulo era válido cuando se trataba de la vida de la misteriosa profesora Zahir.
Lo único que sus compañeros sabían de ella era que había estado mucho tiempo con alguien, un hombre llamado Hambal Hamadi que según se comentaba era igual de frío que ella
El timbre sonó y la pelinegra profesora caminó con sus tan queridos tacones negros hasta la clase que le tocaba
- Buenos días - Se presentó la profesora - Mi nombre es Zulema pero llamadme profesora Zahir
Las miradas y los cuchicheos por parte de los alumnos nunca faltaban cuando alguien cómo Zahir entraba al aula, sin duda una mujer así imponía y eso le daba un cierto morbo a su persona.
- Soy vuestra profesora de árabe este curso, si estáis aquí es porque queréis por lo tanto no quiero tonterías en mi presencia - Dijo la licenciada mirando a toda su clase
Zulema miró a sus alumnos sin detenerse demasiado en ninguno hasta que dió por finalizado el registro de caras y se giró para coger una tiza
- Las clases pueden ser o muy buenas o muy malas, vosotros decidís cómo hacerlas - Explicó Zahir
Era su típica charla, en todas las clases hacía lo mismo y lo iba a seguir haciendo porque así era ella, una mujer que hacía lo que quería, cuando quería, como quería y dónde quería.
- Profesora Zahir - Le llamó la atención un chico sentado a la mitad de los asientos
Zulema se giró sobre sus tacones para observar al chico y con un suave movimiento de cabeza le indicó que hablara
- Mi nombre es Fabio Martínez, quería preguntarle los criterios de evaluación que usted tiene - Dijo el chico apartando la mirada en cuanto notó que la mirada de Zulema se volvió fría, más intensa de lo que él podía soportar
- Los criterios de evaluación no son información que necesitéis - Dijo la pelinegra dirigiéndose a todos - Sois mayorcitos como para saber que mientras aprobéis los exámenes todo irá bien
La clase fluyó sin mayor distracciones por parte de los alumnos que no se atrevían a mirar a la cara a esa mujer tan misteriosa y frívola
Al salir del aula la profesora no pudo evitar oír las quejas de algunos alumnos y no pudo callarse, así era ella.
- Se supone que sois lo suficientemente maduros como para no criticar a la profesora al salir de clase, esto es la universidad, si no podéis con ello siempre podéis saliros - Dijo Zahir dirigiéndose a un grupo de chicas que comentaban lo fría que era
A paso decidido y captando algunas de las miradas de los alumnos empezó a caminar en dirección a la sala de profesores encontrándose con comentarios algo denigrantes por el camino tales como "Está buenísima" y otros de ese estilo que le ponían el cuerpo malo
- Zulema! - Oyó que le gritaron desde una distancia considerable lo que la hizo girarse de inmediato encontrándose a Saray caminando hacia ella
- Hola - Saludó la árabe caminando junto a Saray en dirección a la sala de profesores - Esta tarde deberíamos salir a tomar un café o algo, necesito despejarme de esto
La morena rió acariciando el brazo de la mujer más mayor
- Tan solo llevas aquí dos horas después de un verano entero sin venir - Dijo Saray - No necesitas despejarte de nada porque no hay nada que despejar
La pelinegra sonrió ante el comentario de la más pequeña y llegaron a la sala de profesores encontrándose a todos mirando a un muy apuesto hombre rubio frente a ellos
- Llegáis tarde - Habló el hombre mirando fijamente a Zahir - Os he mandado un correo que decía claramente que a las diez debíais estar aquí
- Lamento mucho decirle que no tengo un petardo en el culo para venir corriendo hasta aquí, mi clase ha acabado justo a las diez - Respondió la árabe causando la sorpresa de todos los allí presentes - ¿Se puede saber quién es usted para juzgarnos?
- Soy el nuevo director del centro, lo sabría si hubiera llegado a tiempo - Contraatacó el hombre - Mi nombre es Antonio Hierro pero prefiero que me llame Hierro
A la pelinegra le captó la atención algo en especial, nadie se había atrevido nunca a mirarla tan seguidamente a los ojos como ese hombre lo hacía excepto Saray. Él y Ella tenían sin duda la misma mirada, mirada de criminales.
- Le vuelvo a repetir que se me hace imposible llegar a la hora que usted acordó, si es tan amable empiece de nuevo su discurso para captar el hilo - Respondió la pelinegra
A pesar de la cara de descontento que tenía el rubio comenzó de nuevo con la explicación esta vez sin más interrupciones
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Hola! He vuelto y como dije quería hacer otra historia, pues aquí está.
No sé si os gustará la temática que he elegido por eso pido que me comentéis y la borraré si veo que no es bien recibida
Espero que lo hayáis disfrutado!
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Toxicidad
FanfictionZulema Zahir, una profesora que da clase de árabe en la universidad a la que le cambiará la vida cuando Antonio Hierro, el nuevo director del centro en el que ella trabaja, llega allí pisando fuerte