Capítulo 4

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Narrador

Después de una larguísima charla de Hambal a todos los allí presentes, incluida la buena amiga de Zahir, Saray, todos quedaron enterados de las reglas que había que seguir.

- ¿Alguna duda? - Preguntó Hambal

- ¿Quién es este hombre? - Preguntó María, una estafadora de primera que llevaba varios años colaborando en esa banda de criminales, señalando con la cabeza a Hierro

- Es nuevo - Respondió la árabe - Este hombre ha demostrado estar tan capacitado como todos para participar

María asintió y todos se levantaron de sus asientos pero sin moverse a ningún lado, no sin que Hambal se los ordenara

- Podéis salir - Dijo el jefe agarrándole la mano a Zulema para que no saliera - Tú y yo tenemos que hablar

Zahir asintió y se acercó un momento a Saray

- Me tengo que quedar aquí Saray, mañana nos veremos - Habló la mujer más mayor

- Que disfrutes de tu polvo señorita - Bromeó la morena - Mañana tenemos que hablar de Hierro, no se me habría ocurrido que un director de universidad como él podría ser asesino

Zulema asintió y se despidió de ella con un apretón en el brazo dirigiéndose esta vez hasta Hierro, ambos estaban solos en la segunda planta ya que Hambal se había ido a su despacho

- Si se te ocurre decir algo de todo esto en la universidad no sales vivo - Advirtió Zahir

- Si se te ocurre amenazarme otra vez no vuelves a pisar una clase en tu puta vida - Atacó el rubio causando una reacción muy negativa por parte de Zulema

Ella se acercó a él a paso firme y con sus ojos tan fríos como el hielo intentó achantarlo sin nada de éxito, a veces ambos olvidaban que eran exactamente iguales y ninguno podía estar encima del otro

- No juegues aquí conmigo gilipollas - Amenazó la árabe - Tú tienes más que perder que yo, como por ejemplo tu preciosa sobrina Sofía

El rubio la agarró del cuello en un movimiento rápido y apretó el agarré lo suficiente para que Zulema sintiera dolor y asfixia

- Vuelve a mencionar ese nombre y la que no sales viva eres tú - Habló el hombre antes de soltarla bruscamente

Zulema seguía completamente firme, sin miedo ante el que consideraba un hombre despreciable y lejos de retirarse siguió ahí demostrando que ella era igual de hija de puta que él

- El la última vez que me agarras el cuello si quieres conservar las manos - Advirtió la mujer - Ahora sal de aquí y vete a mirar expedientes director

Tras esas palabras la mujer salió de allí haciendo resonar sus tacones negros de aguja y se montó en el ascensor. No podía negar que una parte de ella sentía una especie de atracción sexual hacia ese hombre porque era como ella, fuerte y poderoso

Ignorando la fantasía que se montó en cuestión de segundos en su cabeza salió del ascensor y llegó al despacho de Hambal abriendo la puerta sin llamar, como siempre lo hacía

- ¿Qué querías hablar? - Preguntó la árabe

- No estoy tranquilo, siento que estamos en el puto punto de mira después de que se descubrieran mis delitos - Habló el hombre sirviéndose un vaso de whisky - Tenemos que estar seguros de que el nuevo no nos va a traicionar

- No lo hará - Dijo Zulema muy segura, tanto que Hambal incluso se sorprendió - Es como yo Hambal, puedo notarlo. En la quinta planta disparó sin más, no pensó, ese hombre no nos va a fallar

Zulema estaba convencida de eso, además, si caía uno caían todos y un asesino nunca se permitiría caer

- Espero que tengas razón Zulema - Habló Hambal ofreciéndole un vaso de whisky que ella aceptó al instante

- Paremos de hablar de negocios ahora mismo, llevamos dos meses sin saber nada el uno del otro - Sugirió la pelinegra

- No hay nada que contar, me fuí y simplemente hice negocios desde fuera del país - Explicó Hambal

Zulema era otra persona cuando se trataba de estar a solas con Hambal, una mujer hecha de hielo que se derretía frente aquél árabe. Hambal por su parte era igual, un hombre que nunca había follado con la misma tía más de dos veces que caía rendido ante los pies de una profesora de árabe asesina

- ¿Y nosotros que? - Preguntó la mujer sin despegar la vista de su vaso - No podemos ser pareja pero está claro que hay sentimientos que siguen ahí

- ¿Sentimientos? ¿Desde cuándo tenemos eso? - Bromeó Hambal robándole una sonrisa a su acompañante - No lo sé Zulema, las cosas son mejores sin etiquetas

Zulema solo pudo asentir tragándose el nudo que sentía en la garganta, había momentos en los que se odiaba a si misma por sentirse tan débil frente a Hambal

- Supongo que tienes razón - Dijo acompañando sus palabras con una sonrisa falsa

Zulema se levantó después de acabar su vaso y se acercó a Hambal para despedirse de él

- No te vayas aún - Pidió el hombre - Ven a mi casa

- Mañana trabajo Hambal, nos vemos en la próxima reunión - Dijo Zulema acercando sus labios a los del hombre

En cuanto sus labios se unieron la pelinegra sintió el nudo de la garganta volver, a veces le dolía que la vida fuera así de injusta

- Adiós Zule - Se despidió el hombre mirando como ella salía del despacho

Zulema salió de aquel sitio y bajó a los aparcamientos buscando su coche, al llegar notó que había una nota en el capó de este

"No sabes de lo que soy capaz, no vuelvas a jugar conmigo"

La pelinegra supo al instante que la nota era del odioso director de su universidad y arrugó la nota al instante

- Este tío es imbécil - Susurró para sí misma

Al llegar a su casa se cambió y se tumbó en la cama mirando la hora, eran las 1:48 de la mañana lo que significaba que a penas iba a dormir 4 horas y media

Cayó rendida al instante y a la mañana siguiente le costó más de lo normal abrir los ojos, tras todo el ajetreo del día anterior la cabeza le dolía como mil puñales y casi optó por faltar al trabajo pero decidió no hacerlo y asistir como buena profesional que era

Al llegar se fué directa a la sala de profesores que estaba sorprendentemente vacía y se sentó tocándose la sien intentando aliviar el dolor que sentía

- Profesora Zahir, llega tarde a su clase - Habló una voz más que conocida justo detrás suya

- Señor director, aún quedan dos minutos para que comience - Respondió ella sin girarse a mirarle

- Dos minutos que puede aprovechar para ir hasta allí

Zulema cansada de oír esa voz se levantó y se dirigió a la puerta cogiendo antes su libro

- Señor Hierro, está empezando usted a cansarme con tanta gilipollez - Dijo ella

- Va a tener que acostumbrarse Zahir, no le voy a pasar ni una - Respondió él victorioso

La profesora salió de allí camino a su clase sabiendo que ese iba a ser un día muy largo

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