On Ice Bar

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Eran casi las doce de la noche y el último cliente del bar se había ido poco después de las diez... de hace dos días. Desde entonces, ni una sola persona había cruzado la puerta principal. Dos días enteros sin clientes eran un presagio demasiado claro de que era el punto final de su decadencia, los últimos pasos del camino hacia una culminación que se había vuelto inevitable. A decir verdad, el On Ice Bar nunca fue famoso, sino que funcionó como un refugio privado para algunos hombres que vivían cerca de la zona. Era su poca afluencia y tranquilidad el atractivo principal que mantenía con fidelidad a la poca clientela, misma que, en sus mejores tiempos, fue la suficiente para mantener el sitio en pie y hacerlo sustentable. Si bien su dueño, Celestino Cialdini, nunca se volvería rico con ese negocio, durante un tiempo pudo asegurarse tres bocados de comida diarios en la boca y el ingreso de efectivo a una pequeña plantilla de trabajadores. Sin embargo, la decadencia fue inevitable cuando el barrio se volvió un nido de ratas y delincuentes casi de un día para otro. Los índices de criminalidad de la zona se dispararon de forma alarmante en tan sólo una semana e incluso el bar tuvo que soportar un par de oleadas de robos que lo lanzaron a los primeros números rojos de su historia.

De forma oficial, nunca hubo una explicación completa de por qué un barrio con una violencia "regular" se llenó de tanta actividad delictiva de un momento a otro, aunque extraoficialmente se corría el rumor de que todo fue producto del cambio de administración. Todos sabían que la zona era controlada por un extracto de la mafia rusa, dirigida en principio por la familia Nikiforov, quienes habían abandonado a la madre patria ante la oportunidad de expandir sus negocios en suelo norteamericano gracias a la flexible cooperación que éstos parecían brindar. Durante años, Nikiforov padre fue la cabecilla de todos los dominios importantes de la ciudad, mismo que comenzó a expandirse a lugares aledaños. Pronto, se dice, el territorio le quedó bastante grande, por lo que tuvo que partir las zonas y heredárselas a la siguiente generación de su descendencia, la cual tendría más juventud y energía para administrarlas como era debido. Eso sería lo obvio y práctico, pero con la misma seguridad, se corría el rumor de que la herencia de esa zona en específico no había sido entregada con toda la voluntad de hacerlo: el Nikiforov menor tomó el mando con un golpe contra la autoridad del padre. Ese extracto de territorio no le pertenecía, pero él se hizo de ella de todas formas. Esto provocó numerosas revueltas de personas que no estaban de acuerdo con hacer negocios con Nikiforov hijo. Fue un proceso corto para él lograr poner en cintura a todos, acabar con los inconformes y volver aliados a quienes se dejaron comprar, pero eso había sido más que suficiente para labrarle una reputación al barrio que la posterior tranquilidad no podría borrar.

Esos asuntos exteriores que si bien eran en un principio ajenos al bar, fueron las primeras acuchilladas que lo condenaron a su absoluto declive. La estocada mortal ocurrió cuando Celestino decidió subir los precios de las bebidas para que los gastos siguieran sosteniéndose. Sin bien la mayoría de personas habían dejado de asistir por miedo a los robos y los asesinatos, los pocos fieles que se mantenían fueron espantados con los altos precios hasta que el bar quedó abandonado a su suerte. A eso se sumó otra medida desesperada para disminuir los gastos: varios despedidos de empleados que, de ser un equipo de trabajo de seis, pasó a ser sólo de dos, y no porque realmente hicieran falta, sino sólo para hacerse compañía mutua, y por cierta fidelidad entre ellos y su jefe, pues Celestino les pagaba la mitad de su sueldo anterior y en la actualidad tenían tres semanas sin recibir un sólo centavo.

Yuuri y Phichit, huérfanos desterrados del orfanato al cumplir la supuesta mayoría de edad (en huérfanos sin registro previo era difícil ser exactos), vagaron durante varias semanas por la ciudad sin una sola moneda en el bolsillo y el estómago tan vacío que había comenzado a comerse a sí mismo. Cuando la idea del robo empezaba a no ser tan escandalosa, Celestino apareció para ofrecerles un trabajo que prácticamente les salvaría la vida. No sólo tuvieron dinero para comer de forma decente, sino que pudieron alquilar un pequeño departamento en el cual vivir. Ya no tendrían que volver a dormir en la calle ni pasar hambre. O eso creyeron. Ahora nuevamente tenían el estómago vacío, nuevamente se veían en la penuria de no tener el dinero suficiente para pagar un alquiler, pero su fidelidad de aquel favor y de la amabilidad que Celestino siempre tuvo con ellos los mantenía ahí: hambrientos, pobres, pero fieles.

Al fondo (Yuri!!! on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora