¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Alguna vez has tenido la sensación de que quieres hacer algo que sabes que está mal? Y por más de que te digas a ti mismo que si lo haces no habrá vuelta atrás, y tendrás que pagar la mierda esa de las consecuencias por más duras que sean.
Pero. . . Lo único que te motiva es algo, o en este caso alguien, que te hace sentir bien contigo mismo aunque no lo conozcas en realidad, es un extraño.
. . .
Los extraños te hacen sentir tan amado, ¿lo sabías?
Te hacen creer que no estás en el lugar correcto justo ahora, quisieras estar a su lado y olvidar todo, pero al final, siempre habrá algo que lo hará sentir que no es correcto, ya sea físico o sentimental, de tal forma que te hace querer morir y no tener que lidiar con el peso de estar bien contigo mismo.
¿A que va todo esto? Bueno, eso el lo que se repite Hunter tooodas las noches mientras hace su trabajo en el castillo del emperador Belos, exactamente a esta misma hora de la noche; las once con cuarenta y dos minutos para ser exactos.
La crisis venía cuando se encontraba haciendo papeleo con respecto al pueblo en Islas Hirvientes, tantas palabras y hojas lograban sacarlo de quicio a veces y eso incluía llorar de frustración ante el dolor de cabeza que le provocaba toda responsabilidad tras no dormir en un buen rato. Y con rato, hablamos de horas, días, semanas tal vez, ya no recordaba su habitación.
Y todo ese descuido en su persona provocó esas marcas bajo los párpados tan característicos en él, considerándose a sí mismo un asco de lo que el creía que ya era, sin mencionar las cartas de admiradoras secretas que sin falta le llegaban junto con el papeleo de toda la semana. Siempre tirandolas al cesto de basura que siempre estaba a su lado; no tenía interés en una relación ni mucho menos tiempo para una con alguna practica dora de magia salvaje como lo era las estudiantes sin que hacer de Hexside.
O al menos, no necesariamente con una mujer, pues él siempre les respondía a todas esas chicas mentalmente que ya había alguien en su mente, y para la desgracia de las mismas, ni siquiera era mujer.
Si, hace ya unas semanas se había convencido y confesado a si mismo que se había enamorado de un chico que se hallaba en una parte nada prometedora del castillo, pagando las consecuencias ante el encubrimiento y protección de la rebelión contra la tiranía de quien consideraban una amenaza.
