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La boca de aquella chica se abrió gracias a lo sorprendida que se encontraba su ser

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La boca de aquella chica se abrió gracias a lo sorprendida que se encontraba su ser. Ella, una autoproclamada aventurera, había llegado a aquel lugar. Algo en ella le decía que tal vez todo eso no era real y que su hermano tuvo razón en todo, pero no... Ella pudo lograrlo.

Los muy grandes árboles, flora que jamás había visto y sobretodo... Los dragones volando de aquí para allá.

Su emocion era demasiada. La investigación y organización que hizo, sumándole también el viaje... realmente había valido toda la pena del mundo. Todos dijeron que perdía su tiempo en querer buscar un lugar ficticio, pero que feliz estaría de restregarles en la cara lo que había descubierto.

Bajó de su yegua y se acercó a la orilla del pequeño precipicio en el que estaba. A lo lejos, pudo ver como salía humo de entre los arboles. Había un incendio o alguien estaba haciendo una fogata.

Subió de nuevo a su corcel y dió la vuelta para buscar la forma de bajar hacia allá. En el camino pudo ver diversas flores y pequeños animales que en su vida había visto. Iba tan tranquilamente cabalgando cuando derrepente su fiel acompañante empezó a alterarse demaciado.

—H-hey cálmate —decía la chica tratando de sostenerse.

Sin más, la yegua levantó en alto ambas patas de enfrente, tirando a la joven en el proceso, quien no alcanzo a sostenerse.

Lo último que logró visualizar fue una enorme y pesada figura de intenso color rojo, posandose frente a ella. Después de eso, sus ojos se cerraron... Todo gracias a que su cabeza se había golpeado con unas rocas.

Sus ojos se abrieron por los molestos rayos del sol que entraban por su ventana

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Sus ojos se abrieron por los molestos rayos del sol que entraban por su ventana. Frunció el ceño y dió una abdominal para quedar sentada. Talló sus ojos aún adormilada.

—Le he dicho a Hiroshi que no abra la ventana —se quejó aún tallandose.

Levantó su vista para tratar de hacer la sabana a un lado, pero no había ninguna cosa que la cubriera. Por fin se dió cuenta que no estaba siquera en su habitación.

—Oh mierda —exclamó al sentir un agudo dolor en su nuca, posteriormente observó su al rededor aún sobando aquel lugar.

Se encontraba dentro de una enorme jaula de hierro. Al notarlo, expulsó una gran cantidad de aire de la boca mientras pasaba sus manos entre su cabello, peinando de este hacia atrás con desespero. ¿Había sido raptada?

«𝘓𝘢 𝘢𝘷𝘦𝘯𝘵𝘶𝘳𝘦𝘳𝘢 𝘺 𝘦𝘭 𝘥𝘳𝘢𝘨𝘰𝘯»  Bakugo Katsuki X Lectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora