Diana se incorporó de golpe en la cama cuando Cristobal le tiró una maraña de ropas encima. Miró a su alrededor por un momento, sin saber dónde ni con quién estaba.
- Arriba, tenemos que salir antes de que salga el sol – la voz imperiosa del jefe de la guardia la hizo aterrizar de golpe.
Ella dejó escapar un leve quejido, mientras se frotaba los ojos y ponía los pies en el suelo – Buenos días...
- Vístete con eso y dame la ropa que llevas puesta, menos la toga.
Diana parpadeó varias veces, intentado acostumbrar sus ojos a la penumbra del lugar. Miró la ropa que le había tirado Cristobal y alzó las cejas, extrañada - ¿Qué es esto?
- Un caldero y una escoba – respondió el hombre con sarcasmo – Vístete, o lo haré yo mismo – y sin más se empezó a quitar la pechera de la armadura de cuero, echándolo todo de cualquier forma sobre el catre y dejando a la vista una cota de malla con una camisa de tela gruesa y blanquecina asomando por debajo de esta. Encima se empezó a poner un camisote que le venía lo suficientemente grande como para que le quedara ancho, con todo y que llevaba una pieza de la armadura.
Diana observó a Cristobal con los labios entreabiertos, sorprendida, jamás había visto una armadura de ese tipo en ninguno de los trajes del grupo recreacionista con el que se reunía cada poco tiempo. Se quedó embobada mirando hasta que Cristobal se percató y carraspeó ruidosamente - ¿De verdad quieres que te vista yo...?
Ella negó rápidamente y se quitó por la cabeza la toga que había llevado desde que escaparon. Hizo lo mismo con la camisa de hilo y la falda, de forma que no tardó en quedarse en ropa interior. Cogió el corsé y le dio vueltas, como si no supiera cómo colocarlo. Ese corsé era muy diferente a los que ella usaba para caracterizarse cuando estaba en casa.
De pronto Diana sintió como algo o alguien le quitaba la pieza de las manos, era la anciana llamada Dolores, que le sonreía amablemente.
- Dame niña... yo te ayudo – Dolores miró al hombre y le hizo un gesto con la mano, y este, aun a regañadientes, salió de la habitación cargando el resto de la ropa que aún no se había puesto.
Diana miró como Cristobal salía de la habitación y las dejaba solas, para luego volver a observar ese extraño corpiño, y luego vio como la mujer lo dejaba a un lado y le tendía la camisa – Póntela – esa mujer la miraba con ojo crítico, y en especial el sujetador de encaje blanco, el cual había logrado reutilizar, haciéndole un pequeño apaño con un cordel ahí donde cortó el guardia que casi la viola.
Diana obedeció rápidamente, sin darle tiempo a Dolores a decir que lo que fuera que llevaba en el pecho no era necesario. Luego, se fijó en cómo la anciana se colocaba tras de ella y acomodaba el corpiño alrededor de su figura. Un momento después dejó escapar un quejido de dolor, cuando Dolores empezó a estirar los cordones de esa pieza que aparentemente era un corsé, aunque no se pareciera en nada a los que se usaban en su tiempo, en el siglo XXI, ya que este era mayormente de hierro, metal... o vaya usted a saber qué material, pero sea cual fuere, tanto la estaba apretando, que no la dejaba respirar como siempre.
- ... Dolores - se lamentó Diana por lo bajo, intentando llenar los pulmones de aire - no puedo respirar.
- Sólo date tiempo, niña, a mi me pasaba igual, pero te acabas acostumbrando. Además. te ves muy bonita - se rió la anciana, a la vez que aflojaba un poco los cordeles, aunque no tanto como hubiera querido Diana.
Diana asintió y sonrió levemente ante el halago de Dolores, aunque ella no lo llegó a ver, pues estaba en su espalda alineando las "correas de la muerte", o al menos así pensó la joven que deberían llamarse esos objetos.
Mientras tanto, Cristobal se acabó de vestir con esas ropas demasiado grandes para él, pero que por suerte se ajustaban un poco más con la armadura debajo.
Cuando estuvo listo se sentó en la mesa a mirar las brasas del hogar, mientras mordisqueaba un trozo de pan. No estaba relajado, pues no hacía más que mirar por la ventana, y cada vez parecía más tenso.Justo cuando iba a quejarse por la tardanza de Diana, esta apartó la cortina de la habitación y caminó lentamente hacia él, recta a más no poder y con las manos en el vientre – Creo que me desmayaré si no logro respirar ya... - comentó por lo bajo, para después intentar tomar el aire suficiente para llenar del todo sus pulmones. Fue en vano. Volvió a quejarse – Ahora entiendo a Scarlett o'Hara.
Cristobal la miró extrañado - ¿Quién es Scarlett o'Hara? ¿Y qué problema hay con tu ropa? Ahora llamas un poco menos la atención – comentó, mirándola de arriba abajo.
- Scarlett o'Hara era la protagonista de la novela "Lo que el viento se llevó", escrita en los años treinta por... - lo miró, y al ver su expresión de confusión, suspiró pesadamente – es un libro muy interesante.
Cristobal parecía que iba a decir algo más, cuando Dolores salió de la habitación, cargando la armadura de cuero que Cristobal había dejado antes tirada en la cama y la acomodó como pudo en la mesa, pues esta parecía ser más grande que la pobre anciana.
- He preparado algunos víveres. Tendréis comida al menos para una semana. Y Cris... - ella lo miró desde abajo – necesito que te lleves eso – señaló la armadura y la ropa de Diana – si pasan por aquí y lo encuentran, podrían saber que pasastéis por aquí y seguirían buscando por estos lados.
Cristobal asintió y luego, sin titubear, tomó la ropa que le tendía la anciana.
Tiró a las brasas la camisa que llevaba hace poco Diana y estas no tardaron en activarse hasta convertirse en llamas nuevamente. Luego hizo lo mismo con la falda, que chriporroteó cuando la tela se empezó a quemar, a la vez que llenaba el ambiente de un leve humo – Sois muy amable, Dolores, os habéis portado demasiado bien con nosotros.La anciana sonrió y negó, para luego tenderle a Diana un saquillo con los víveres – Debéis iros.
Diana lo agarró con cuidado y se dio cuenta de que pesaba más de lo que esperaba – Gracias por todo, de verdad... - intentó nuevamente respirar profundamente y sintió como las costillas le apretaban aún más.
Dolores hizo un aspaviento con la mano, restándole importancia – No es nada, ya me lo pagaréis con muchos hijos – rió estruendosamente.
- ¡Dolores! – Cristobal abrió mucho los ojos, alarmado, pero luego negó con una leve sonrisa y caminó hacia la salida, cargando su armadura con facilidad, como quien carga una barra de pan bajo el brazo. No tardaron ambas mujeres en escuchar cómo entraba en el establo y empezaba a organizarlo todo.
- Nosotros no... - empezó a decir Diana, queriendo explicar la situación.
- Lo sé, no hace falta que me des explicaciones niña... lo sé – negó y se acercó a ella para acariciarle la mejilla – si él confía en ti, yo también. Estaréis a salvo conmigo, no diré nada. Aunque si pasara algo, estaría aun mejor - la anciana alzó las cejas, con una sonrisa pícara.
Diana sintió como sus mejillas se sonrojaban, aunque sonrió cálidamente a la señora, para luego salir de la casa lentamente y con una mano sobre el estómago, pues se sentía insegura con ese utensilio que le apretaba las costillas.
La anciana esperó a que ambos salieran del establo ya montados en sendos animales para alzar la mano y sonreírles – Con Dios.
- Con Dios, Dolores – Cristobal le sonrió a la anciana e inclinó levemente la cabeza, antes de espolear a su montura, teniendo bien agarradas las riendas de la yegua de Diana.
La joven solo alzó la mano para despedirse de la anciana, a la vez que le sonreía y se alejaba.
ESTÁS LEYENDO
A través del portal
Science FictionA través del portal es una historia en la que se narran y se ven los dilemas de una joven que por azares del destino termina en un lugar, en un tiempo, que para ella es casi ficticio, al menos al principio, aunque luego se ve envuelta en una serie d...