Capítulo 24

5 0 0
                                    

Había pasado casi una semana entera tras la caótica velada en que Diana había podido ver y comprobar que definitivamente sus rarezas sobrepasaban las del resto de la humanidad, pero que esos sucesos paranormales después de todo, no eran tan inexplicables, ¡pues tenía un vídeo y un vestido del Siglo XVI que lo demostraban!



─¡Tierra llamando a Diana! ─una voz resonó junto al oído de Diana.

Diana dió un respingo y se quedó mirando a Toni con los ojos muy abiertos por un momento, como si su mente la hubiera llevado muy lejos  ─¡Ay Toni, qué susto! ─puso por un momento los ojos en blanco a la vez que se llevaba una mano al pecho. Luego se mordió el labio, pensativa─ tengo que llamar a alguien al salir...

─¿A quién? ¿A ese tal Cristóbal por el que suspiras por lo bajito desde esa feria Medieval? ¿O al psicóloco que conociste cuando te fuiste de excusión a Denia? ─Toni movió las cejas arriba y abajo varias veces, con una sonrisa pícara, para luego poner los brazos en la cintura, cual señora cotilla.


Diana negó, a la vez que se sonrojaba levemente─ no lo llames así, ¡no lo llames psicoloco!, era muy majo ─y no esperó, tras mirar a su alrededor, asegurándose que los clientes estaban todos servidos y que durante los siguientes cinco minutos no la iban a necesitar, así que no esperó más y salió a la calle, a la vez que se sacaba el teléfono del bolsillo del delantal.

Buscó entre los pocos contactos del teléfono que había tenido que comprar cuando regresó del Siglo XVI hasta que dio con uno memorizado con el nobre de "Sergio Psicólogo".
Presionó el botón para marcar y se llevó el teléfono al oído.

─¿Sí diga? ─se escuchó una voz masculina por el auricular del teléfono.

─Hola... ¿Sergio? ─Diana dudó por un momento, de pronto nerviosa─ Soy Diana, la chica del tren... no sé si te acuerdas de mi pero... 

─¿Diana? ¿Te refieres a la Sherlock Holmes del 2011? ─Diana no lo estaba viendo, pero por el tono y la intensidad de su voz, pudo deducir que estaba sonriendo.

─Esa misma, mi querido Watson ─ahora era Diana la que sonreía, aun levemente colorada.

─Vaya... Diana... ¡qué sorpresa! De verdad que pensé que no querías hablar conmigo, como te llamé varias veces y hasta te mandé mensajes y no hubo respuesta, pensé que ya te estaba acosando y opté por "la retirada".

Diana se apresuró a negar, a pesar de que su interlocutor no la estaba viendo─ No, qué va, no fue eso, es sólo que es... es... es complicado, digamos que no es tan fácil de explicar.

─Bueno, como pudiste ver, me gustan los casos complicados, por eso sigo atendiendo a mi paciente que dice que recuerda sus andanzas en otras vidas... aunque eso me esté llevando a ganarme fama del Iker Jiménenez de la psicología entre mis compañeros.

Diana dudó un momento antes de hablar ─Sí, bueno, lo sé, por eso te llamo... osea no, no por el que tus compañeros te vean como "el rarito", sino por otra cosa...

─... ¿quieres pedir cita para que te atienda? ─el tono de voz de Sergio de pronto sonó contrariado, serio.

─Sí, ¡no! ¡no no no! No me refería exactamente a eso... ─se pasó la mano por la cara y resopló antes de volver a hablar─ es decir, yo... quiero comentarte algo que creo que tu puedes entender más que otros, precisamente es de lo que hablamos en el tren, pero no, no de verdad, no quiero ir a tu consulta médica.

A través del portalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora