Liam... un chico carismático, amable, agradable, amoroso y sobre todo feliz, paso por una horrible situación que lo hizo cambiar radicalmente su forma de ser... y ella tendrá que ayudarlo a encontrarle sentido a su vida para volver a vivir...
...
He intentado de muchas formas no sentirme así, pero es imposible.
Ya han pasado once meses desde que dejé blackfall para venir a comenzar una nueva vida en Río de Janeiro.
¿Estudie? No, no creo que llegue a ningún lado.
Pero trabajo en una oficina de de marketing, ya que al llegar aquí Isabel me dijo que debía de hacer algo con mi vida, así que me metí en un curso y en unos meses me dieron el título. El profesor del curso era un buen hombre, él fue quien me recomendó en la empresa y gracias a él estoy aquí.
¿Me gusta lo que hago? Ñee, me hubiese gustado dedicarme a otra cosa, pero no me quejo.
Masajeo mi sien con cansancio, llevo toda la mañana en una de las oficinas compartidas de la empresa. Me duele la espalda, el cuello y sobre todo... el trasero.
–¿A qué hora es que nos vamos? -le pregunto al castaño de al lado, mi único amigo desde que llegue.
–Creo que en -revisa su reloj- veinte minutos exactamente.
–Aleluya.
Los minutos se me hicieron eternos hasta que la alarma de John sonó.
–Vámonos -nos levantamos rápidamente y cuando estaba a punto de abrir la puerta de la oficina para irnos alguien la abre primero.
–Vaya -dice la jefa de brazos cruzados- aparentemente alguien se quería ir.
Nos miramos entre nosotros intentando aguantar la risa.
–Discúlpenos señorita Guerrero -se disculpa John.
Alcahueta.
–Bueno solo vine a darlas estos informes de un nuevo trabajo que necesita ser entregado en tres semanas -nos entrega los papeles- una escuela de arte quiere que hagamos varios folletos, ahí está toda la información para que la revisen.
Asentimos y nos despedimos.
–Woah, quieren muchas cosas -dice John cuando entramos al ascensor y yo presiono el botón de planta baja.
–¿Cuantas cosas quieren? -pregunto guardando los papeles en mi carpeta.
–Quieren folletos de bienvenida, horarios nuevos, pancartas, carteles con cada uno de los nombres de los estudiantes para las puertas, y por último, una gigantesca foto editada.
–¿Foto editada? -pregunto cuando salimos del ascensor.
–Sip, según dice aquí, una de las profesoras es fan de narnia, y sus amigas les quieren hacer una foto en donde ella salga con Edmund.
-Me río- Quiero ver la cara de esa persona cuando vea la pancarta que le haremos.
–Yo igual -nos despedimos y quedamos en vernos mañana para comer y hablar sobre el nuevo proyecto.
Viernes... que horror.
Odio los viernes, te preguntarás, ¿por qué los odias si antes lo amabas?
Si bueno, los amaba cuando tenía algo que hacer. Ahora solo me parece un día deprimente en donde las personas me presumen que tienen que hacer con sus vidas.
Pero hoy tengo una cita... no te emociones, es con la psicóloga.
Salgo del edificio y conduzco hasta llegar a una pequeña casa en medio de muchos edificios.
¿Así como en Stuart little? Igualito.
Cierro la puerta de mi auto y al tocar el timbre rápidamente me abre una niña de aproximadamente siete años.
–Liam -dice con voz chillona y me abraza- tenías tiempo sin venir.
–Lo siento niña, no he tenido tiempo.
Ella sonríe mostrando el hueco en donde faltan sus dos dientes de enfrente, se ve graciosa sin ellos.
Entramos a la casa y ella me dice que su abuela está en la cocina.
–¡Ven aquí Liam! -gritan desde la cocina y me despido de la niña que sube corriendo las escaleras.
–Hola señora Ludevig -me acerco a la anciana y la abrazo.
–Hola Liam, tanto tiempo, ya te extrañaba -sonríe.
–Tonterías -nos reímos y me siento en las sillas de la mesa.
–¿Que ocurre? -me pregunta.
–Nada, ¿por qué?
–Liam, llevas viniendo a mis citas desde hace un año y once meses, ¿crees que no te conozco?
Tiene razón, es inútil mentirle a ella.
–Estos últimos días he recordado mucho... sobre cómo era mi vida antes del secuestro.
–¿Que recordabas? - se sienta al frente de mi.
–Cuando cantaba con mi hermano en el auto, cuando ayudaba a mamá a hacer galletas, cuando dibuja en clase de arte, cuando jugaba con los mellizos, cuando estaba con Rebeca...
–¿Los extrañas cierto?
–Más que a nada en este mundo...
–¿Que fue lo que más te dolía de ese secuestro?
–Absolutamente todo, ese chico tenía serios problemas mentales, primero me secuestro por celos, segundo me torturaba con cosas que a algunos les parecerán estúpidas, como por ejemplo: me ataba de pies a cabeza en una tabla de madera y empezaba a hacerme cosquillas por todas partes, suena raro, pero había un punto en donde sentía que iba a morir de risa...
«Otras veces me ataba al techo y empezaba a echarme aceite caliente por todo el cuerpo.
«Y la última fue la peor... no sé de donde lo saco, pero empezó a hacer una parrilla en el lugar donde me tenía encerrado en una silla, pensé que me iba a dar de comer, pero al darme cuenta estaba cocinando carne de humano, y hubo un momento en donde el dolor era insoportable, me dolía la cabeza y cada vez vomitaba más y más, tanto así que me atragantaba con mi propio vomito...
Ella hace una mueca de asco.
–Lo sé, asqueroso.
–Liam -toma mi mano- eres un chico fuerte y lo sabes, solo que te han quitado las ganas de vivir pero tu debes recuperarlas, apenas tienes veinte años muchacho, no puedes dejar que una tragedia del pasado defina lo que va a ser tu futuro, tienes mucho talento y lo sabes, si esos días no moriste... es porque tiene un propósito en la tierra que cumplir.
Asiento y me quedo pensando unos minutos.
Tiene razón... tengo que recuperar las ganas de vivir.
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