Capítulo 8

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La temperatura parecía comenzar a bajar, las noches eran cada vez más frías obligandole a dormir acobijada hasta el cuello, acurrucada por completo bajo las sábanas intentando mantener todo el calor posible. Deseaba de alguna forma ser más resistente al frío como cierta persona que conocía, como cierto lobo que conocía. El silencio que arropaba la habitación tampoco lograba ayudar, le hacía sentir inquieta de alguna manera, le era más difícil conciliar el sueño, al contrario de algunos que necesitan total silencio para descansar a ella le hacía falta el toque de ese tranquilo sonido que emitían las hojas de un árbol cercano cada vez que hacía algo de viento.

Las noches eran frías.

Su silencio ensordecedor.

Pero con el calor que le brindaba su cuerpo y el latido de su corazón todo era mejor.

Oh mi lobo, mi criatura de la noche, me es difícil no encariñarme pues se te a echo costumbre el todas las noches venir a visitarme.

Sus noches menos preferidas se convirtieron en sus favoritas, noches en las que menos descansaba ahora dormía como cachorro, noches en las que se sentía inquieta ahora se sentía segura, noches en las que luchaba por no congelarse ahora se relajaba en unos brazos que se aseguraban de brindarle aquel calor y afecto que no creía necesitar.

Era arriesgado, lo sabía, mantener a la alfa a su lado no era la mejor idea pero aún así no pensaba echarla. Si a Anne se le hizo costumbre visitarla a escondidas, a ella se le hizo costumbre esperarla. Recibir todas las tardes ese furtivo mensaje que ahora solicitaba su permiso para verla en las noches desataba una ola de sentimientos que la volvían loca. Fue algo silenciosamente acordado, si no recibía ningún mensaje solicitando ese permiso especial significaba que la alfa no pensaba visitarla esa noche, si recibía dicho mensaje en la tarde significaba que la alfa sí pensaba aparecer por lo que entonces estaba en sus manos decidir si quería o no su visita y ya era más que obvio que si la querría, muy pocas veces le dijo que no.

Marcy disfrutaba esas noches más de lo que quería aceptar.

¿Y Anne?

Anne las gozaba profundamente. Recibir ese mensaje que le aseguraba que su visita sería bien recibida le emocionaba, le encantaba llegar y lograr ver a la beta esperandole con una sonrisa en el rostro. Adoraba ver como la azabache se hacía a un lado en la cama y golpeaba el lugar libre a su lado invitándole a sentarse junto a ella y amaba sentarse a su lado y dejarla acurrucarse en su pecho buscando su calor. Era algo automático, tan pronto la alfa subía a la cama la beta se aferraba a ella en busca de su calor y cariño y ocultaba parte del rostro en su cuello, la castaña, si no le abrazaba por la cintura, le brindaba suaves caricias en su cabeza y orejas que terminaban por hacerle caer rendida ante el sueño. Al igual que Marcy, Anne estaba consciente de que lo que estaba haciendo era arriesgado, más para ella que para la beta, así que intentaba mantenerse alerta en todo momento, se mantenía al pendiente de cualquier sonido en la casa y combatía el fuerte sueño que sentía con la azabache a su lado, resistía la tentación de acomodarse lo suficiente y dejarse vencer por aquel cansancio que le recorría el cuerpo. Tener a la ojiverde tan cerca, tener su cuerpo cerca, tan suave, tan cálido, realmente era todo un reto, cuánto deseaba poder despertar con ella a su lado, abrir los ojos y verla, su rostro, sus ojos, su sonrisa, seguramente serían las mejores mañanas de su vida. No podía quedarse mucho tiempo así que solo esperaba a que su compañera callera dormida para marcharse no sin antes dejarla recostada y bien arropada junto con algo que le asegurara que estuvo ahí.

En sus visitas la alfa había notado que la beta mantenía las rosas que le dejaba en un vaso con agua algo oculto en una esquina de la habitación, una acción algo común pero sumamente especial a su parecer pues con ello Marcy demostraba la intención de querer preservar aquel regalo lo más posible. Descubrir que sus pequeños obsequios eran apreciados no hizo más que brindarle una inmensa felicidad por lo que ahora, cada mañana, la canina despertaba para encontrar una rosa a su lado, cosa que le hacía sentir una extraña calidez en el pecho y lograba teñir sus mejillas de un ligero color carmín.

Te Quiero A Ti - (Marcanne)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora