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Las grandes puertas de acero oxidado y las paredes de adobe y todo tipo de piedras encarcelaban a una mujer que tan solo a simple vista podría ser tachada como una criminal o incluso hasta algo mucho más peligroso.

La mujer no se movía ni un centímetro de su sitio, levantó apenas el rostro aún considerando a sus adentros que la cabeza le pesaba y sus muñecas, tobillos y cuello estaban exageradamente atacados, un movimiento ya sea el más brusco o débil podrían volver a abrir la herida que tenía en esas zonas volviendo que la sangre vuelva a brotar y recorrer el mismo camino que tenía aquellas manchas de sangre fresca hasta gotear al mismo piso sucio y con todo tipo de insectos.

Otra vez, otra vez podía escuchar diminutas voces al otro lado de las grandes puertas de hierro oxidado, jamás fueron abiertas desde ese incidente que dejó traumado a varios soldados.

[•••]

Los soldados quienes eran los que custodiaban aquella gran puerta se miraron sorprendidos y con miedo en sus rostros al escuchar tales palabras de cierto guerrero de Liones que venía acompañado de una mujer que era compañera de este último.

- Pero señores pueden correr un gran peligro. No les recomendamos el ingresar, esa mujer ya mató a tres de los guardias que custodiaban a esta reclusa.

- Su nombre es Sakura, fue condenada a la orca por su crimen pero al querer retirar el cuerpo ya supuestamente desfallecido nos dimos con la sorpresa que aún respiraba a pesar de que no se sostenía de ningúna base.
Relató asustado uno de los soldados.

Ambos visitantes se miraron y volvieron a conversar con los dos hombres.

- ¿Cuánto tiempo lleva aquí?
Preguntó la mujer.

Los soldados no respondieron un momento tratando de recordar el día o hace cuánto tiempo atrás había llegado aquella mujer cubierta de todo tipo de suciedad en su cuerpo y ropa. Cuando ellos la vieron en ese entonces parecía ser una moribunda sin alma que cualquier otro criminal.

- Aproximadamente unos 8 años, durante ese tiempo mató a los tres guardias que desearon darle alimento o cuando quisieron detenerla al querer escapar de prisión.

- Al parecer no puede morir, interesante

No pasó tanto tiempo para que la orden dictaminada por el Rey de Liones tenga más peso que las de los grandes maestros.

- ¡Abran las puertas!

Meliodas, quien era uno de los que visitaba la prisión junto con Merlín empezaron a ver desde la entrada todo el lugar, no se podía observar absolutamente nada solo pudieron ver cómo varios insectos salieron de aquella gran y oscura celda que parecía contener un alma perdida dentro de un cuerpo vacío.

Uno de los soldados le entregó una antorcha encendida al rubio y sin más ingresó dentro de la celda que no tenía ninguna iluminación.

Cada paso era un eco que resonaba en las paredes y parecía rebotar hasta perderse en la única salida. La iluminación del fuego fue mostrando varios insectos y al fondo de todo en una de las paredes se mostró la figura del prisionero.

Al ver tal escena Meliodas solo pudo soltar la antorcha de la impresión. Merlín al ver aquello no dudo e ingresó a la celda y al igual que Meliodas se quedó observando con total perplejidad la escena frente a sus ojos.

- Esto es increíble, es peor de lo que estaba Ban cuando lo reclutamos
Su respuesta fue apoyada por su capitán.

Frente a ellos se podía ver la silueta de una mujer totalmente encadenada y atada, estampada en la pared y en dónde su único soporte eran aquellas ataduras que tenía en cada extremidad de su cuerpo. Tantas ataduras que tenía parecía ser más una marioneta con hilos a su alrededor que un ser humano.

Meliodas levantó la mirada tratando de buscar el rostro de aquella mujer pero lo único que observó fue como una gruesa y pesada máscara de metal estaba en todo su rostro; el hombre solo pudo morder su labio inferior, podía jurar que sin la necesidad de tener entre sus manos aquella máscara de hierro su peso sería mayor, apostaba y seguro de ganar dicha apuesta que aquella máscara pegada a ese rostro estaría matando o por lo menos torturando el cuello de la pobre mujer.

- Son unos desgraciados, como pueden hacer esto a una pobre dama, quiten todo eso de su cuerpo

- ¿¡Qué esperan!?
Al momento de querer hacerlo y cortar las ataduras estás desprendieron un choque de corriente causando que los soldados solo retrocedieran mientras que toda aquella descarga la recibía la prisionera.

El Capitán solo se enojó mucho más consigo mismo que con el resto, era más que obvio que Sakura sufría aunque no podía gritarlo ella lo demostraba al ver cómo sus dedos de las manos parecían moverse de forma inquieta.

- Capitán, está atada con magia, magia muy bien manipulable para evitar su propia anulación, yo me encargo
Al sonido de un chasquido se pudo contrarrestar la magia del causante dicho sufrimiento tan desquiciado hacia Sakura.

Su cuerpo fue tendido de forma sutil en el piso, quedando la mujer arrodillada. Meliodas tomó la antorcha que había hecho caer hace poco y se fue acercando hasta quedar frente a ella y arrodillarse del mismo modo.

- Su cuerpo está muy marcado por toda clase de heridas y eso que no comió durante años. Debemos de brindarle atención médica cuánto antes.
La prisionera no poseía una buena vestimenta, solo tenía un pedazo de trapo grande que más precia un gran camisón que cualquier otra cosa.

- ¿Me escuchas?, Sakura aquí frente tuyo
No estaba seguro si ella lo observaba, la máscara de hierro le impedía saber las expresiones de la fémina.

- Soy Meliodas, capitán de la orden en Liones y ella es Merlín una camarada, ambos deseamos que formes parte de nuestro grupo, tus crímenes serán olvidados.
Su propuesta no fue respondida al sentir en su mismo cuerpo como es que Sakura se desplomaba sobre él.

- Tal como lo imaginé, al sentir que todo ese monstruoso peso desapareció de su cuerpo cayó inconsciente al instante.
Merlín solo limitaba a observar alguna parte o zona del cuerpo de la mujer, buscaba algo pero no lo encontraba.

Buscaba una marca pero no la hallaba.

¿En qué zona está?

- Díganle al Rey que Sakura queda libre de todo crimen que se le acusa ahora ella va a formar parte de nuestra orden.

- ¡Entendido señor Meliodas!
Y los soldados dejaron sus puestos para dar la noticia.

Última Pecadora©✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora