-¿Que qué me pasa? Que soy imbécil, es lo que me pasa.
-Lo primero, tranquilizate.
Estaba llorando. Desolada. No podía creer lo ingenua que había sido al volver a creer en las palabras de un chico, a volver a creer que él, era diferente a los demás.
Me lo creí. Volí a caer en el juego de caer y no levantarme, pensaba que sus palabras eran verdaderas, sus abrazos, sus gestos, pensaba que cuando me decía que él se quedaría ahí, era verdad, pensaba que él había cambiado.
-Vámonos a casa.
Fuímos caminando hacia casa, el aire se movía en mi contra y podía escuchar el ruido de las ramas de los arboles chocar entre sí.
-¿Ahora quieres explicarme qué ha pasado?
Le expliqué a Jesús lo sucedido, me costó pronunciar las mismas palabras que él me había dedicado.
-Pero Elia... si había bebido alomejor...
-No Jesús, si lo ha dicho es porque lo piensa, yo fuí allí por él, cuando lo busqué y me lo encontré ahí borracho, no sabía que hacer.
-Déjalo, mi hermano es un completo imbécil.
-Pensaba que había cambiado Jesús, pensaba que era diferente que cuando lo conocí.
-Mi hermano es un capuyo con las chicas, te avisé Elia, te avisé...
No quería decir palabra, me limitaba a llorar y a pensar en lo que me había pasado.
Llegamos a mi casa, saqué las llaves, me sorprendí al no ver luz dentro.
-Se han ido a cenar. -Me respondió Jesús antes que pudiera preguntarle nada.
Tiré las llaves encima de la mesa y me tiré en el sofá, con la cara descolocada y la respiración entrecortada.
-Necesíto que te relajes.
Jesús se sentó a mi lado y me dió un vaso de agua, lo miré y alargué el brazo para cojerlo.
Bebí y lo dejé en la mesa.
-Esto me pasa por idiota.
-No es tu culpa. -Repetía Jesús
-Es mi culpa Jesús, solo mía.
No podía parar de llorar, decidí pensar que llorando solo me hacía más daño a mí misma.
-Confié en él.
-Solo te consigues hacer más daño a tí misma.
Levanté la cara y lo miré, sus palabras me calmaban así que decidí calmarle y suavizar la situación.
Subí a mi cuarto a ponerme el pijama, era mi pijama favorito, el que me regaló mi abuela.
Me desmaquillé, más que maquillaje parecía que unos mapaches se habían peleado en mi cara.
Reí por mi último pensamiento, después bajé hacía el comedor y allí se encontraba Jesús en el sofá.
Me senté a su lado.
-No quiero que estés mal, ¿vale? eres mi hermanita, así que te voy a proteger por encíma de todo.
Le sonreí y le dí un beso en la mejilla.
-Jesús, solo me sacas 1 año. -Reí
-¿Y cuantas cabezas te saco?
-Vale mejor me retiro.
Los dos reímos.
Pasó un rato hasta que escuché la puerta de casa abrirse.
Era Dani.
Miré a Jesús y me levanté de allí dirigiendome hacia mi cuarto.
Una vez dentro cerré la puerta y me estiré en la cama.
Hostia. Se me había olvidado hablar con Nora.
La puerta de mi cuarto se abrió.
-Creía que eras el subnormal de tu gemelo.
-No hija.
-Siéntate si quieres.
Le hice hueco entre el desorden que tenía en la cama y se sentó, bueno más bien se tumbó.
-Qué Jesús, bien eh.
-Genial.
Reí y le tiré un cojin a la cara.
Mi puerta se volvió a abrir.
Esta vez si que era él.
Quería irme, no quería verle la cara, lo que menos quería en este momento es verle la cara.
Jesús me miró, se levantó de la cama y se fué dejándonos a mi y a Dani solos.
-¿Ahora que estás enfadada conmigo?
-Eres un completo subnormal.
Me levanté de la cama para salir de mi habitación, pero su brazo me lo impedió.
-¿Quieres hacer el favor de quitar tu puto brazo de aquí para que pueda salir y seguír respirando un aire distinto al tuyo?
-Quiero hablar.
-Creo que lo has dejado todo muy claro.
-¿Ah si?
Encima jugaba. Dios. Lo ma-ta-va.
-No quiero hablar contigo, ni saber nada de tí, nada.
-Entonces ya no quieres que te haga nunca más esto..
Se me acercó poniendo sus manos en mi parte trasera, donde se acercó aún más hacía mi.
-...
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Eres tú, ¿Como no quererte?
RandomSus ojos seguían clavados en mi mirada, era la persona que me había echo daño, pero a la que mas quería. - Eres muy complicado. - Soy una persona complicada. . . . - Déjame volver a enamorarte. -Dijo cogido de mi mano.