III: Viejas formas, nuevo mundo

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Las naves Astartes cruzaron la disformidad poco tiempo después de empacar todo el armamento, las armaduras, los vehículos y todo lo demás que el capítulo necesitaba para la Cruzada Penitente. En todo el transcurso de estos hechos el Gran Maestre había únicamente dado pequeñas pistas del enemigo que se enfrentarían, ni siquiera los demás Maestres tenían claro el por qué de tanto secretismo sobre ésta información pero por supuesto nadie quería debatir sobre las decisiones de su señor; después de todo la imagen de lo que había pasado en Azarilorc seguía aún bien fresca para todos.

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Karleen únicamente podía mirar con cierta nostalgia por la pequeña ventana que había en su recámara hacia el vacío de la disformidad. Muchas cosas habían pasado, muchas habían cambiado para mal desde esa maldita campaña contra esos Astartes traidores hace ya más de un siglo, su vida ahora ya pendía de un hilo, un conjunto de máquinas que le permitían respirar, comer, moverse por su estancia e incluso hablar.
Sus días se habían reducido a una rutina melancólica de pasear por la habitación, mirar al vacío del espacio y enseñarle a su pupilo todo lo que sabía, desesperado por mantener vivo su conocimiento, aferrándose firmemente a la única persona que tenía a su lado ya, la única que podría escucharlo.

"Terminamos por hoy Luciano, puedes retirarte si lo deseas" La máquina encargada de transmitir los pensamientos de Karleen emitió un ligero pitido mientras reproducía con voz robotica lo que Karleen pensaba
"De hecho maestro, creo que me quedaré un rato más con usted si no le molesta" Luciano respondió dejando la holopantalla en una pequeña mesa junto a la cama de Karleen
"Buen chico...buen chico, te lo agradezco" El viejo rememorador odiaba escuchar una voz sin sentimientos, inhumana, fría hablando por él pero no tenía más opción.

Luciano era demasiado joven para estar en una nave espacial, era un chico de tan solo 17 años terranos que se había unido a la tripulación de la Sollozos hace menos de una semana antes de partir de Azarilorc. Muchas veces Karleen había tratado de convencer al jovencito de irse, de abandonarlo ahí y quizás vivir una vida tranquila en su lugar de nacimiento pero Luciano estaba decidido a quedarse con el viejo rememorador; recordándole que sus padres aún le debían a Karleen el salvarlos de la miseria, dar a su único hijo como su aprendiz era lo menos que podían hacer para recompensarlo. Para Karleen en esos últimos momentos de su vida era una bendición tener con quien charlar, o más bien, tener a alguien que siguiera su legado.

Un par de minutos más tarde una sacudida fuerte sacó al dúo de la silenciosa paz en que se encontraban seguido por unas sirenas ruidosas que volvieron a Karleen sumamente nervioso. Alguien había lanzado un ataque a la nave insignia mientras seguía en el viaje por la disformidad, un presagio para nada tranquilizante.

"Quédate conmigo, cierra la puerta y vuelve a mi lado" La máquina apenas podía seguir la velocidad de los pensamientos de Karleen
"¡Pero tengo que saber que está pasando! ¿¡¿Que podría atacar la nave en medio de la disformidad?!?"
"Nada bueno" Los ojos del viejo rememorador solo mostraban miedo

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Todos los marines a bordo desenfundaron al unísono sus armas mientras se alejaban de las paredes, cada pasillo se lleno de Astartes en una cuestión de segundos. Las sirenas de alarma no paraban de sonar a la vez que las expectaciones aumentaban por cada segundo que transcurría; los sonidos que llegaban desde la disformidad anunciaban una gran cantidad de enemigos tratando de hacerse paso al interior de la nave; las espadas de energía se activaron, el seguro de los bólters se retiró y los versos de batalla fueron murmurados por última vez.

Hasta el último aliento (RLFV3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora