XI: Anciano de guerra

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La espada salió rápidamente del cuello enemigo, Kaaz limpió la hoja mientras volvía su mirada al resto de sus compañeros; habían luchado por más de 30 horas seguidas y los esfuerzos se empezaban a notar en las bolsas debajo de sus ojos, el astarte calculó que aproximadamente les quedarían unas pocas horas antes que el esfuerzo los haría desmayar, el menor de sus problemas era ser matados mientras dormían, lo verdaderamente preocupante era que los Arlequines los tomaran como rehenes y solo el Emperador sabría que clase de torturas serian expuestos sus cuerpos antes de quebrarse por completo o morir desangrados. Una retirada estratégica tampoco era una opción viable, ya que sin una línea Imperial que los protegiera, el sistema solo tardaría semanas en ser completamente arrasado por los Xenos; sus muertes no podían ser en vano pero tampoco era una opción emplear una táctica que implicará seder terreno al enemigo.

Una aniquilación total de los Aeldari era la única opción, Kaaz suspiró largamente al entender la delicada situación en que se encontraban; el experto Marine sabía que tarde o temprano tendrían que emplear tácticas no aprobadas por el Codex ni por los altos mandos en su planeta natal, era una verdadera espina en su corazón aceptar ese hecho. Mientras unos hermanos de compañía montaban guardia Kaaz cruzó el escudo que protegía las pocas provisiones de los astartes, tomó una larga caja de madera y la abrió lentamente. Dentro, doblada con extremo cuidado, se encontraba una venda blanquecina hermosamente adornada, al tacto era lisa y desprendía una especie de paz interna a quién la sostenía; a pesar de cuán hermosa y llena de historia era esta singular pieza de ropa se consideraba un verdadero acto de herejía ponérsela debido al peligro que producía utilizarla.

Era una de las pocas decenas de vendas que se habían hecho a parte de las prendas de Micreagh, ropa que según la tradición Azarilorca había sido utilizada por el mismísimo Emperador al redescubrir el planeta en la Gran Cruzada. Los lugareños en señal de devoción por su Emperador tomaron estas ropas luego de ser desechadas y la guardaron celosamente por milenios, luego cuando la 21.ª fundación le dio una oportunidad única al planeta de renovar su compromiso con la humanidad, los Lágrimas tomaron estas prendas y cortaron pequeños trozos de está con un propósito que nunca se hizo público, sin embargo se sabía que las únicas personas que utilizaron estas religiosas vendas fueron los Marines que perdieron su vista debido a la corrupción en su semilla genética. Se tenía expresamente prohibido con pena de muerte a quién siquiera se atreviera a tocarlas sin el exclusivo permiso del Gran Maeste del Capítulo, pero en ese momento de necesidad Kaaz se sintió capaz de desafiar las tradiciones con el fin de cumplir su voto con la humanidad. No importaba el coste de esa acción para el veterano.

Cerró los ojos y se puso la venda en su rostro, sintiendo la suave seda ajustarse a sus cabellos rubios y a sus ojos; sin embargo unos momentos más tarde un intenso dolor lo invadió al sentir la venda quemando su rostro para quedar firme en su puesto; Kaaz trató de quitarsela en un vano intento de parar el dolor pero ya era muy tarde, la venda estaba fuertemente arraigada a sus ojos y jamás nunca se separaría de su rostro. Era el precio a pagar por tener el poder que su cuerpo empezó a experimentar al pasar el dolor; sintió como sus músculos se tensaban, su mente se expandía al vasto conocimiento psíquico que el Inmaterium le dio, en la punta de sus dedos sintió las tormentas del Vacío espacial arremolinandose y esperando ser liberadas con un sólo chasquido o pensamiento si así Kaaz lo ordenaba.
El plano físico que lo rodeaba se esfumó de su percepción del espacio, líneas trazaban el contorno de mesas, sillas, municiones y demás pero no podía distinguir colores o nada más que no fuera la básica representación del entorno físico en el cuál Kaaz se encontraba. El Astarte comprendía muy poco de lo que le había pasado o cómo era posible que tal poder proveniera de tan simple pedazo de seda, quedándose congelado un par de segundos tratando de digerir tan drástico cambio en su percepción del universo hasta que ruidos de bolters lo sacaron de su trance.

Hasta el último aliento (RLFV3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora