Ojos de soldado

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El siguiente día había llegado más rápido de lo que esperó, de nuevo su sueño se vio aturdido por el molesto sonido de la alarma, esta vez, solo bastó con estirar la mano para apagarla, se quedó acostado unos minutos mirando directamente al techo, con una mirada cansada.

Aunque tendría que tomar clase con los menores, tenía que dar todo de si, después de todo, era un privilegio estar en esos cursos.
Se levantó y se dispuso a desayunar, se repitió casi lo mismo que el día anterior, con la diferencia de que su madre esta vez no pudo acompañarlo a la escuela.

El taxi llegó por él y lo llevó directamente a la escuela, lléndose cuando el menor entró al establecimiento y una vez dentro buscó a algún encargado.

- Disculpe, ¿Dónde está la clase de Predanza II? - preguntó apenado, el mayor lo vió de arriba a abajo y se levantó de dónde estaba sentado.

- Es por aquí, sígueme - Otabek siguió al que parecía ser un vigilante y mientras caminaban por un pasillo, lograba ver en los demás salones como chicos y chicas mayores de edad ensayaban y también vió a los que serían sus compañeros empezar a calentar en lo que llegaba la profesora - ¿Te transfirieron a esta clase?

- Si señor. - respondió cortante.

- Ya decía yo, eres bastante grande a comparación de los demás, el más grande en la clase de Predanza tiene 10 años, aunque son más altos que tú he de decir, así que... Te deseo suerte niño. - una vez dicho esto, llegaron al que sería su nuevo salón, abrió la puerta pesada y se encontró con muchos menores dirigiéndole la mirada.

Algunos estaban jugando persiguiéndose, otros estaban estirando y otros solo estaban poniéndose bien sus zapatos de ensayo. Otabek bajó la mirada y entró apenado, dirigiéndose directamente a una banca para sacar sus cosas y prepararse.

- Oye, ¿tú no deberías estar aquí o si? - preguntó un niño pequeño, rubio de ojos azules.

- Fui transferido. - respondió cortante mientras bajaba su trozo para tocar el suelo.

- Bueno, espero te guste la clase, solo que ten cuidado, escuché de un niño aquí que es muy bueno y podría ser algo rudo, no te le acerques, da miedo - dicho esto el pequeño regresó a jugar con otro de los niños.

Las puertas se abren dejando ver a una joven maestra, con un leotardo negro al igual que las medias y los calentadores, con sus zapatillas de ensayo de color rosa. Muy rara para el gusto de Otabek. Algo que si lo dejó impactado, fue lo largo de su cabello plateado, el cual estaba atado en una coleta firme.
En seguida, todos los pequeños se fueron a formar en los barandales que estaban a las orillas del salón, pegados a los espejos.

- Muy bien chicos, espero que hayan calentado lo suficiente en lo que llegaba - dijo alegremente mientras dejaba su suéter en una banca - busquen una pareja para el primer ejercicio, de preferencia que tengan la misma estatura.

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- Haré una pequeña pausa aquí. Tengo que aclarar que, aunque me gusta estar solo, amo mi soledad, siempre tuve conflicto para buscar pareja en situaciones así.

- ¿Se te dificultaba socializar o cuál era el problema?

- Bueno tampoco soy el mejor socializando. - soltó una pequeña risa apenada y se acomodó en su asiento - El problema era, además de que mi cara no era... No es, muy amigable, era que siempre terminaba haciendo el trabajo. Fuera de lo que fuera, para mí no estaba bien hecho si no lo hacía yo. Además de que en ese momento todos los pequeños se fueron con los pequeños y... Yo me quedé ahí en medio del salón viendo con quién irme.

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