Obertura

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Hoy me levanté muy cansado, con frío, dolor en las articulaciones, como si estuviera muy enfermo, lo raro es que no sentía fiebre y mi rostro no lucía demacrado. ¿Por qué me siento tan mal? Por un momento llegué a imaginarme que mientras dormía, tal vez viajé a otro plano e hice cosas que requerían esfuerzo físico, era la única explicación que se me ocurría.

Desayuné un pan tostado con mantequilla y me tomé una taza de café con par de cucharadas de azúcar. Salí aprisa, pues en media hora debía estar en la oficina y ya casi eran las 7:30 am. Mi amigo Cheo, me llevaba hasta el trabajo toda las mañanas, siempre es bueno tener un vecino con carro y más aún si es tu amigo. Pero esta vez Cheo no pasó por mi casa a buscarme y llevarme al trabajo. Cheo trabaja a dos cuadras de la oficina donde laboro como asistente de administración, prácticamente soy un secretario, pero al menos gano el doble del sueldo mínimo. Puedo llegar justo a tiempo -me decía a mí mismo-, tomé el metro y me tocó esperar 10 minutos para poder entrar a un vagón en el que pudiera meterme, ya estoy cerca, solo faltan dos estaciones y luego caminar 5 minutos más hasta la oficina y podré llegar 5 minutos antes de mi hora de entrada -me alentaba, tratando de ser muy optimista-, pues siempre trataba de ser lo más positivo posible, y justo en ese instante pude escuchar la risa de una mujer joven, parecía reírse cada vez que pensaba en mis planes del día, sobre todo en mi novia, Laura, a quien amaba con toda mi alma, y es que apenas llevaba tres semanas saliendo con ella y había logrado que me prestara atención.

Por un momento pensé que me estaba volviendo loco, esa risa se hacía insoportable, busqué de dónde provenía, pues parecía que esa mujer estaba muy cerca de mí, pero a mi alrededor solo habían hombres de mediana edad y una anciana que parecía haber olvidado su sentido del humor en algún baúl de sus recuerdos junto con su juventud. Ya faltaba una estación para llegar a mi destino, la risa había desaparecido, pero ahora comenzaba a escuchar murmullos, susurros, cuchicheos de varias mujeres jóvenes, pero, ¿de dónde venían? Hasta que pasó algo que me dejó sin aliento, en uno de los vidrios de las ventanas del vagón, pude ver mi reflejo, llevaba la misma ropa, pero mi rostro lucía golpeado, con cortaduras, un tanto morado, como si me hubiesen dado una gran paliza, mi camisa ensangrentada y por fin pude ver a tres mujeres asiáticas, muy guapas, a mi espalda, eran las que se reían y era de mí, y ahí fue cuando pude verlas al girar media vuelta y una de ellas me dijo: "¿A dónde vas, si ya estás muerto?"... Normalmente, justo en instantes como este, despertaba de mis pesadillas, pero esto no era una pesadilla, era mi realidad y lo supe cuando miré mi ropa y estaba algo rota y ensangrentada...

¿Voces en mi cabeza?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora