Capítulo IV La torre blanca
Christian habló. Su hermano le había informado algunas cosas del instituto sin dar mayores detalles. El Garm era un ser presente desde la creación del establecimiento, una especie de perro guardián que podía defender o atacar a los alumnos. Nadie sabía cómo había llegado o si estaba ahí desde antes de la construcción del castillo. Tampoco lo habían visto, pero algunos estudiantes aseguraban escucharlo por las noches susurrando ideas deprimentes en sus oídos. Quienes se dejaban llevar por ellas, podían llegar hasta el suicidio.
—¡Vaya cuentos! No trates de asustarnos, somos grandes para tales estupideces —dijo Virginia, soltando una carcajada demasiado exagerada para el gusto de Serena. A continuación sacó un enorme pañuelo de su mochila y con él comenzó a secarse el cabello dejando el mechón más largo mojado que cayó sobre su ojo derecho.
—Christian, creo que tu hermano te inventó una historia.
—¿No me crees, chica? Yo les podría relatar...
— Será mejor que sigamos adelante, el cielo se está nublando nuevamente—sugirió David, a media voz.
El grupo siguió a David por varias bifurcaciones. En cada una de ellas, Serena vio como el chico cerraba los ojos, extendía ambas manos y decidía hacia donde tenían que ir. Nunca se equivocó.
Cuando por fin llegaron al patio central, encontraron a la Dra. Horthman aplaudiendo, junto a un grupo de adultos y varios estudiantes.
—¡Muy bien, alumnas y alumnos! Perdieron algunos minutos discutiendo, pero se recuperaron atendiendo a la lógica de la intuición.
—Perdón, profesora— dijo Serena, con una voz más alta de la que hubiese querido—, ¿cómo puede haber lógica en la intuición? Son conceptos totalmente opuestos.
Un amago de risa se escuchó en medio de la concurrencia. La directora tosió y respondió con extrema claridad, procurando que los presentes escucharan.
—Buena pregunta, señorita Remdy, no esperaba menos de usted —hizo una pausa y contempló al resto del grupo, — el todo es lo que importa y el todo contiene los colores, los sentimientos, los pensamientos, los aromas, las paradojas. A veces para resolver un problema, usamos la lógica; otras la intuición y cuando la situación es compleja, debemos dejar que fluyan ambas. En ese caso, la fuerza de la respuesta siempre será correcta. ¿Me entienden? Ah y refiérase a nosotros como guías, no como profesores. Ya comprenderán la diferencia.
Los chicos asintieron, comprendiendo a medias lo que la directora había dicho. Serena estuvo a punto de seguir preguntando, algo le dijo que no era el momento.
—Ahora, alumnas y alumnos, quiero presentarles a sus guías. A mi derecha, están Alanna, instructora de resistencia y Caeli, quien los llevará por el camino de la meditación; a mi izquierda se encuentra Morgan, instructor de lucha y Daren, se encarga del desarrollo del pensamiento. Como ustedes ingresan al segundo año, deberán tomar una prueba en cada asignatura para ver su nivel con respecto al resto del Instituto. Ahora, por favor, señora Grimo, indique el camino a las torres correspondientes. Nos vemos en una hora en el comedor.
Serena entornó los ojos ¿resistencia? ¿meditación? El Instituto se le antojaba más raro de lo imaginado. Miró a los demás, los tres se apretaban los labios con la vista en el suelo.
Los recién llegados siguieron a la secretaria que, a pesar de su aspecto centenario, caminaba a un paso casi imposible de seguir. El largo cabello gris volaba como en los comerciales de champú y nadie se hubiera sorprendido si su falda larga se hubiese elevado como un globo, llevándola hasta una escoba voladora.
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Hijos de la luna
Ficção AdolescenteSerena tiene una vida cómoda y feliz. Está a punto de terminar el colegio, sale con un chico interesante y su familia no tiene problemas, en apariencia. Una mala jugada de una compañera hará que toda su vida cambie de un momento para otro. En este...