Posiblemente tampoco hayas pensado en mi ese viernes cuando me dijiste que saliera a la universidad primero, que te habías olvidado algo y te quitaste la vida... ese viernes en el que al regresar a casa preocupada porque no habias respondido mis llamadas, ni una sola, te encontré en nuestra cama bañada en carmesí con uno de los cuchillos que compramos juntas cuando decidimos entrar a ese curso de cocina que tanto te gustó.
Con tu rostro descolorido de un tono griz y gélido.
Habías dado comienzo a nuestra historia.
Ese viernes en el que no respondiste mis besos porque habia llegado demasiado tarde, porque no me habias dicho que habia sucedido, porque no note lo mal que estabas... porque yo no te hacía feliz.
Ya no podía abrazarte, ni hablarte nunca más, esa ya no eras tú. Era solo un cuerpo pesado y vacío. Un cuerpo que antes era mi vida y ahora era mi pesadilla mas recurrente.
Desde ese viernes sueño mucho contigo. Amo pensar que eres tú visitandome porque me echas de menos. Porque yo si que echo de menos tu sonrisa.
Sueños en los que me invitas a volar por los mares oscuros repletos de estrellas apagadas, pero yo no vuelo y tu no vuelas conmigo. Mares oscuros... oscuros como nuestra habitación.