Decisión #12

10 1 0
                                    

He decidido pedirle deseos al mundo, al destino y a cualquier cosa escuchándome allí afuera.

Tengo un miedo infinito de estar empeñándome en algo que no prospera.

Deseo firmemente saber si estoy cegada por las imágenes de amor en mi mente, si acaso estoy enferma o estoy perdiendo la cabeza.

He encontrado eso en él, esa jodida grandeza.

Cada vez que cierro los ojos, juro poder ver las figuras que se forman en aquel manantial de su belleza.

Deseo con un fervor enorme, comprender qué es lo que me sofoca de él, qué es lo que nunca me termina de cansar pero también lo que nunca me termina de convencer.

Deseo comprender por qué amo el dolor que me produce y por qué es tan complicado terminar eso entre nosotros que me hace tanto daño y no me permite florecer.

Deseo no desearle, incluso cuando no estamos juntos.

Deseo que todo esto me lo hiciera más ligero, porque me estoy humillando una vez más ante él, sin que lo sepa, sin que de lejos me vea, ni aunque me sienta.

Siendo sirvienta de mi propia lujuria, víctima de mis malas decisiones, mi juez de valor pero aún así, sumisa de su sexo.

¿Es acaso suficiente cualquier momento corrosivo de pasión entre nosotros para justificar mi imprudencia dentro de este juicio tan equitativo?

Somos el veneno más tóxico existente, la sustancia nos contamina en abundancia lastimosamente.

Tantos deseos, tantas espinas, me da migraña pero no me asesina.

Soy inherente a su piel, adicta a su aroma, su cuerpo reacciona al mío, como cualquier objeto que cae al vacío.

Toco su cuello con dulzura y mientras él respira, me jubila.

La noche es joven y me pregunto si tendremos el tiempo suficiente para aclarar todas las dudas.

Aún así, con todo hablado, nada será en vano, pues me despediré por la mañana, dejando un rastro del color de nuestros besos, porque nunca seremos dos extraños que solo comparten recuerdos.

¿Cómo saber si es el amor de tu vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora