Capítulo 10

1.5K 163 9
                                    

Encendí un par de luces de la enfermería y dejé mis cosas sobre la mesa más cercana. Hoy tampoco había urgencias ni pacientes ingresados y parecía que la noche sería tranquila, pues el resto de mis compañeros enfermeros se encargaron de atender a los últimos soldados que habían sufrido alguna herida o se encontraban indispuestos las noches anteriores.

Eso me dejaba una noche larguísima a solas con mis pensamientos.

Me había pasado toda la tarde dándole vueltas a la pelea con Jean porque me sentía molesta de que me hubiera estado vigilando y que además se atreviera a echarme en cara que había estado con otro hombre, que no era otro que el capitán de su propio escuadrón, pero también me sentía triste por habernos enfrentado. Era amigo, amante y un compañero muy cercano dentro del ejército y no nos merecíamos pelearnos así, pero cuando me enfado lo hago a conciencia y sabía que tendríamos que pasar varios días alejados uno del otro para que se me pasara. A todo eso, se suma el mal rato que pasé durante la reunión con los altos cargos para hablar sobre la próxima expedición hacia el Muro María. Se me vino a la mente el recuerdo de haber llorado de rodillas frente al capitán Levi en el Muro Rose cuando me soltó indiferente que iba a tener que unirme al cuerpo de exploración propiamente dicho, y eso me hizo pensar en que quizá no soy tan fuerte y valiente como siempre había creído. Sí podía sentir miedo y lo estaba experimentando ahora. Toda esta situación estaba despertando sentimientos dentro de mí que creí que no volverían a renacer jamás.

Otra cuestión que me rondaba dentro de la cabeza era por qué el capitán Levi me ignoraba durante el día pero se acercaba a mí por las noches, cuando estaba sola y estaba seguro de que nadie nos vería hablando juntos. ¿Por qué me escondía de esa manera? ¿Tan inferior a él me considera?

Mientras pensaba en mis cosas daba vueltas de aquí para allá por toda la enfermería con la nariz metida en el manual de medicina que ya venía investigando varias noches atrás. De pronto, escuché cómo la puerta se abría lentamente y tras ella aparecía Levi Ackerman vestido con una elegante camisa de color gris ceniza y pantalones negros.

Justo a esto me refería. ¿Por qué decide presentarse así? Siempre de noche, cuando nadie puede verle.

-¿Qué ha pasado con Kirstein esta mañana? -Preguntó, sin ningún tipo de miramiento.

Solté el pesado manual sobre una camilla cercana y le miré alzando las cejas.

-Sé que sabes perfectamente lo que ha ocurrido.

Una leve sonrisa se le dibujó en el rostro. Le hacía gracia la situación, pero a mí no tanta.

-Claro que sé lo que ha ocurrido, pero quería que me lo contaras tú para que sonara más divertido.

Parecía que se había presentado allí con buenas intenciones, o por lo menos, en esta ocasión no venía a poner en riesgo mi vida una vez más.

-¿Puedo ayudarte en algo, capitán? -Pregunté, cortante.

-¿Quieres echarle un vistazo a la herida?

Tendí amablemente la mano para indicarle que se tumbara en la camilla más cercana y así lo hizo. Una vez estuvo boca arriba desabrochó su pulcra camisa gris hasta dejar a la vista su cintura, rodeada por una venda blanca muy apretada a su cuerpo. Yo arrastré hacia un lado de la camilla un taburete y ajusté la altura hasta que estuve cómoda para empezar a intervenir. Con mis manos previamente enguantadas, desaté la venda hasta que el profundo tajo en su piel quedó al descubierto. Me tomé mi tiempo para analizarlo en silencio.

-Parece que está empezando a cerrarse. En un par de semanas ya podré quitarte los puntos y dejar que termine de cicatrizar.

Levanté la mirada buscando alguna expresión en su rostro, pero solo lo descubrí distraído, con la mirada clavada en el techo y no parecía que me estuviera escuchando. Como no recibí ningún tipo de respuesta, continué con mi tarea. Acerqué un par de instrumentos hacia la camilla y realicé las curas en completo silencio. No se quejó del dolor en ningún momento.

-¿Estás bien, Cassandra? -Preguntó inesperadamente.

Aparté la mirada de lo que estaba haciendo para mirarle con el ceño fruncido.

-¿Uhm? ¿Y esa pregunta?

-Solo estoy interesado en saber si todo anda bien.

No. Algo me decía que quería saber algo en concreto pero no se atrevía a preguntar.

-No sabía que tuvieras interés por conocer el estado de ánimo del resto de mortales. Pero no, capitán, no me encuentro bien. Hay muchas cosas que no entiendo, la primera de ellas es por qué tengo que ser yo quien salga de exploración cuando hay montones de soldados mejor cualificados. -Me levanté del taburete y me alejé unos pasos hacia la ventana-. Además...no sé por qué Jean se ha puesto así, no quiero estar peleada con él...pero es que a veces se comporta como un verdadero idiota.

Me giré hacia el capitán y lo descubrí sentado sobre la camilla con las rodillas encogidas mientras me escuchaba.

-Y tú, capitán... tú eres indescifrable. Quieres algo de mí y no consigo adivinar qué es.

Su mirada cambió y se volvió genuinamente interesado en saber qué era lo que tenía que replicar sobre él. La tenue luz de la luna que entraba por la ventana iluminaba sus ojos cristalinos.

No dijimos nada durante un largo minuto, solo nos mirábamos fijamente a los ojos, fascinados. Su mirada de gato me tenía presa y llegué a pensar que realmente había muerto cuando caí por el muro y ahora mismo simplemente estaba soñando, porque esos ojos me estaban dejando prendada. Nunca antes me había parado a contemplar las facciones de su cara, tan simétrica, tan pálida... tan perfecta. Su abundante pelo negro oscuro estaba perfectamente peinado y algunos mechones muy finos le caían sobre la frente, agrabando la intensidad de su mirada. Era la primera vez que me paraba a contemplar su rostro y sentí como dentro de mí se encendía una pequeña llama que no tardó en convertirse en un incendio.

Fuego por todas partes. Ya no había vuelta atrás.

Él estaba ahí, justo a un escaso metro de mí, inmóvil. Intentando descifrar lo que el otro quería decir pero no nos atrevíamos a expresar. El momento más íntimo que probablemente haya experimentado en mi vida y todo ello con la ropa puesta.

¿Por qué ahora? ¿qué es lo que había visto que me había dejado completamente fascinada? Levi Ackerman, capitán del escuadrón 104, la persona que con emitir una sola orden puede decidir el destino de mi vida, alma en pena que vive por inercia... y me tenía a su completa merced sin que yo ni siquiera lo supiera.

Rompí el trance. No podía soportarlo más. El corazón me latía tres veces más de lo normal y, cuando conseguí que dejara de hechizarme, me di la vuelta, nerviosa. Sentía que la cara me empezaba a arder. Me giré de nuevo justo para ver cómo se levantaba rápidamente de la camilla mientras se abrochaba los botones de la camisa.

-Debería irme ya. -Anunció.

No. Quédate un poco más.

Salí disparada en su dirección, desesperada. No quería que se fuera. No tenía ni idea de lo que acababa de ocurrir entre nosotros y tampoco sé sí él lo ha sentido de la misma forma que yo, pero ahora mismo el veneno de sus ojos está tan dentro de mí que solo quiero mirarle un poco más, saber qué es esta sensación.

No quiero que desaparezca como siempre suele hacer, quería estar de verdad con él, que me mirara un poco más.

Me acerqué a la camilla en el momento en el que saltaba de ella para ponerse de pie. No me dejó ver su rostro en ningún momento.

No te vayas. Ahora no.

-Quédate conmigo, lo más probable es que pase la noche sola... podemos sentarnos justo aquí y hablar un poco más.

Estaba decidido a irse, ya casi cruzaba el marco de la puerta.

No te marches.

-Levi, por favor, yo...

-Cassandra, no. -Me cortó de pronto, sin girarse.

Estuvo unos segundos de pie, pensando en algo, quizás, y luego terminó de marcharse. Vi como se alejaba por el pasillo a través de la cristalera de la enfermería.

𝐈𝐍𝐃𝐎𝐌𝐀𝐁𝐋𝐄 ·ʟᴇᴠɪ x ᴏᴄ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora