Tan brillante y tan estúpido ("Sherlock")

Parte 2

  Abrió la puerta, puso sus dos pies dentro del laboratorio, posó su vista en Molly a modo de saludo, y el aroma apareció claro, preciso, en su mente, para desvanecerse cuando ella dijo "hola".

 La prueba con la uña fue rápida y confirmó su explicación. Inmediatamente envió un mensaje a Lestrade con indicaciones, pero sin explicaciones, diciendo que en unos minutos pasaría por Scotland Yard a aclarar adecuadamente la situación.

 Estaba por irse, pero antes de salir decidió consultar a Molly acerca del olor. Aquella mañana, antes de partir, había acudido a la señora Hudson, y a pesar de no haber sido muy esclarecedor, había servido.

 - ¿Será el olor de alguna comida? ¿Tal vez un recuerdo de cuando eras pequeño? No lo sé ¿Algún químico que usas? - le había dicho la mujer mientras le preparaba una taza de té que él no tomo porque se fue.

 Y lo dejó pensando. Cuando el olor había vuelto a su memoria al entrar en el laboratorio, lo había analizado rápidamente: tenía un toque dulce y reconfortante, como una bebida caliente, pero no lo hacía pensar en su infancia; y había podido distinguir un leve perfume a jabón.

 Le contó ésto a Molly, y mientras lo hacía, ahora que estaban más cerca, inhalaba suave y profundamente, creyendo en la posibilidad de que lo que estaba buscando fuera el olor de Molly, pero no. No lo era.

 Ella le sugirió que podía ser algún perfume o colonia, y que si tan aburrido estaba podía recorrer todos los locales de perfume buscando ése que lo tenia intrigado, que ella podía acompañarlo, si gustaba, ya que su turno terminaba en veinte minutos.

 Él pensó un instante y realmente consideró la posibilidad. Pero al mirar a su alrededor, el olor le sobrevino a su memoria y reconoció que las colonias, lociones o perfumes tenían un perceptible olor a alcohol, y este que el buscaba no lo tenía, o no de la forma tan notable en que las otras lo hacían. De todas formas, le agradeció, ya que había hecho grandes avances de reconocimiento, se despidió hasta la noche, y se fue.

 Tomó un taxi hasta Scotland Yard y durante el trayecto intentó, en vano, recordar el olor. Lo único que su caprichosa mente le trajo fueron las sensaciones que aquella fragancia le despertaba: calma, alegría, estimulación, seguridad, imaginación, preocupación, creatividad, familiaridad y aquella nueva -pero que aceptaba de inmediato- extraña sensación de placer, tanto corporal como mental.

 Le pidió al taxista que esperara, resolvió velozmente las cosas con Lestrade, le recordó la cena de la noche, y volvió indicándole al conductor su dirección de Baker Street.

 Nuevamente en el auto, se dedicó a pensar, y esta vez le volvió el recuerdo de una de las últimas veces que el olor asaltó su mente y lo ayudó a resolver un caso:

 Dos semanas atrás, estaban en casa de John, luego de haber jugado hasta el cansancio con Rosie y de que ella se hubiera ido a dormir exhausta; hablaron sobre el caso que los mantenía desvelados hacia dos noches, sin llegar a ningún resultado. John comentó que debía planchar unas camisas para el trabajo pero que primero lavaría los platos de la cena, así que lo dejaría pensando solo; pero Sherlock se ofreció a lavar los platos y John, con una sonrisa sorprendida, le aceptó el favor.

 Cuando Sherlock terminó de lavar, John ya había finalizado con las camisas y se encargaba de apartar del camino los juguetes de Rosie, pero sin guardarlos -la pequeña sabía perfectamente que ordenar los juguetes era su tarea-. Sherlock le preguntó si quería ayuda y él le dijo que si le apetecía podía llevar las camisas a su habitación. Y allí fue, cuando movió las camisas entre sus manos para acomodarlas en el placard de la habitación de John, que el recuerdo invadió su memoria y tuvo una revelación respecto al caso. Dejó las camisas sobre la cama y salió corriendo a contarle a John.

 ¿Sería eso? ¿El olor del jabón para la ropa? Era una posibilidad. Pero había algo más... tal vez era otro jabón y ese sólo le hacía recordarlo.