Ayuda Técnica

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Estábamos desnudos frente a frente contemplándonos con parsimonia, queríamos regalarnos algo especial, un acto íntimo que quedara como un recuerdo para siempre en el otro.

Sus pechos, grandes y redondos, eran dos planetas que gobernaban la marea de mi deseo; se metió un dedo en la boca y repleto de saliva lo pasó por su pezón derecho que ya comenzaba a crecer, eso me encendió de inmediato y le dije que me moría por tener ese botón en mi boca, por chuparlo como si fuera un bebé, su bebé; por lamerlo y mordisquearlo hasta sentir su dureza. Con desparpajo hizo lo mismo con el otro, elevándome hasta lo indecible; sus manos viajeras fueron rápidamente hasta su vulva donde encontraron su clítoris inflamado y húmedo, por encima de capuchón comenzó a estimularlo sin dejar de verme, por mi parte, disfrutaba de cada gesto que hacía con la cara, mi preferido era cuando se mordía el labio inferior; majestuosa en cada ademán me volvía loco, me perdía observando minuciosamente los movimientos que hacía, sus dedos índice y mayor entrando en su concha una y otra vez mientras se apretaba una teta con la otra mano. Me estaba regalando una paja monumental y yo quería corresponderle de la misma manera.

Tomé una ayuda técnica que consistía en una aguja de tejer de madera a la cual le había redondeado la punta y con ese objeto comencé a acariciarme la pija, que en este momento ya estaba totalmente erecta. La atrofia de mis brazos impide que pueda tomarme la verga con la mano, pero con este objeto puedo estimularme hasta alcanzar el orgasmo.

Verla gozar es lo más hermoso que me ha pasado; su rostro completamente poseído por lo sentido muestra postales de la lujuria y el desenfado; su respiración crece y se acelera rítmicamente mientras el masaje clitoriano es frenético.

Sé que estaba por acabar, su columna se arquea y hace un esfuerzo descomunal para ahogar el grito que acompaña a su pequeña muerte, como dicen los franceses, a ese primer orgasmo que recibo con gratitud en la piel.

La madera del palo es tibia y suave, acaricia mi prepucio llenándome de sensaciones riquísimas; ejerzo un poco de presión para lograr que el pellejo retroceda y se descubra mi glande, repito la acción varias veces sintiendo cómo la sangre me recorre todo el cuerpo calentándolo; todo mi falo está hipersensible y rebosante de esas cosquillas excitantes que se sienten cuando uno está muy caliente; estimulo mi verga mientras ella se masturba por segunda vez, al verme disfrutar, disfruta el doble también y eso no tiene precio. Me esfuerzo por darle el mejor show posible, se merece toda mi entrega; estoy colmado de estímulos, su cuerpo desnudo, sus jadeos y gemidos, sus miradas y su autoestimulación doblegan mi voluntad de esperar para correrme.

Con el palo froto incansablemente la parte de abajo del glande, tengo la certeza de que pronto voy a eyacular y le digo que quiero que reciba mi leche en la boca; sin decir una palabra asiente con la cabeza y abre su boca mirándome con morbo, no mueve su cuerpo ni se acerca y ese juego me hace delirar, verla dispuesta y deseante pero distante físicamente es una provocación despiadada, una tortura dulce que me deja sin resistencia para contenerme. Un gran chorro de esperma espeso y caliente sale disparado con una fuerza impresionante, el líquido viscoso y blancuzco moja casi todo mi muslo izquierdo; a éste le siguen dos más casi del mismo volumen y cantidad mientras sin control repito - estoy acabando mi amor, estoy acabando mi amor. Mecánicamente mi mano sigue el movimiento de estimulación mientras continúa expulsando toda la leche acumulada, mi respiración se vuelve pesada y me agito, una electricidad tierna se apodera de mi torso y baja hasta mis huevos; siento la felicidad del alivio y la entrega, la miró nuevamente y ella goza conmigo, con mi placer.

A pesar de no habernos tocado nos pudimos conectar, nuestro sexo es una comunicación maravillosa que tiene lenguajes infinitos para conjugar nuestros cuerpos con magia.

Letras HúmedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora