2.1.3. Evaluación valorativa de intervenciones en contextos

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Como señalan Glass y Ellet (1980), resulta impresionante el auge que está tomando la valoración en ciencias sociales; y varios autores han destacado la importancia del rol del psicólogo como "valorador" (Benett, 1975). Es prioritario, entonces, distinguir entre los términos evaluación y valoración pues puede prestarse a confusión su uso indiscriminado. La "evaluación" implica el análisis de una serie de variables conductuales y ambientales significativas, en un sujeto o grupo de sujetos, en un momento determinado; la "valoración" tiene por finalidad la estimación del valor de un determinado tratamiento, programa o intervención que se ha aplicado en un contexto a un sujeto o grupo de sujetos específicos. Si bien es cierto que la valoración supone un conjunto de actividades prácticas en base a unos supuestos teóricos que no están integrados en un paradigma aceptado y único (Glass y Ellett, 1980), también es real que existen puntos de acuerdo importantes entre los autores (Cronbach, 1978, 1982), uno de los principales acuerdos radica en la realización de la valoración a través de procedimientos empíricos, en la creencia de que la valoración supone una tarea científica y que "lo que es bueno para la ciencia, es bueno para la valoración" como afirma Cronbach (1978, pág. 10). Definiendo, entonces, valoración como lo hace R. Fernández Ballesteros (1987) vemos que ésta implica un proceso mediante el cual se trata de estimar, a través de una metodología empírica, si se han alcanzado una serie de objetivos socialmente relevantes formulados al aplicar una determinada intervención. Ello conlleva el problema de la objetividad de los datos, el rigor experimental de los diseños y la posibilidad de generalización de los resultados. En cuanto a la identificación y medición de variables, en valoración, se utilizan las pruebas de las ciencias sociales: observación, informaciones de terceros, etc. A la hora de establecer cuáles son los elementos de base para cualquier proceso de valoración, es bien conocido el valioso aporte de Cronbach (1978, 1982) quien clasifica al conjunto de realidades existentes en toda valoración en: unidades , tratamientos y operaciones observadas (UTO). Toda investigación valorativa implica la selección de unidades: sujetos, grupos, sistemas. Al estimar el valor de una intervención se evalúa a partir de esas unidades, que pueden ser tratamientos, programas o cualquier tipo de acción; es decir, una unidad determinada (U) expuesta a un tratamiento (T) . El valorador realiza una serie de mediciones: observaciones, tests, preguntas a terceros, etc.; es decir, en toda valoración hay operaciones observadas (O) a través de las cuales se destacan los efectos que los tratamientos provocaron en las unidades. Lo importante es que estas unidades se seleccionan en un ámbito específico, y además existe un contexto más amplio todavía; un clima político, cultural e histórico, que está influyendo en toda la investigación, es decir, en el "uso". Los resultados, en un lugar y momento histórico determinados, no son esperables en otro; así, el análisis del contexto pertinente (S) deberá ser añadido a las unidades, tratamientos y operaciones observadas para evitar que sus efectos puedan pasar inadvertidos si no son suficientemente conocidos. Debido a que el ambiente tiene una dimensión diacrónica relevante, es fundamental en la evaluación de intervenciones que se desarrollan en un tiempo determinado, tener en cuenta que el contexto sufre una serie de modificaciones, no controladas, que pueden influir en los resultados. Por ello coincidimos con R. Fernández Ballesteros (1987) que tiene en cuenta cuatro clases de análisis de contextos en la valoración de intervenciones: 1) el contexto general de pertenencia (S), definido por las condiciones físicas, sociales, culturales e históricas del ámbito en el que se produce el problema que se pretende tratar, motor de la intervención; 2) el contexto de aplicación (s), definido por las condiciones físicas, sociales, culturales e históricas del ámbito específico, donde se realizan los tratamientos, se seleccionan las unidades y se observan las operaciones; 3) el contexto diacrónico (s -), presente a lo largo de toda la intervención y definido por los cambios que se producen en las condiciones de "s"; 4) el contexto de generalización (S*) o ambientes donde van a ser generalizados los resultados de las evaluaciones. En síntesis, la evaluación debe considerar en cualquier ámbito en que pretenda analizar científicamente la conducta de un sujeto, grupo de sujetos o una determinada intervención; el contexto o entorno o ambiente específico en el que el objeto de evaluación se encuentra inmerso.

La evaluación psicológica y el análisis ecoevaluativoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora