Sin Mirar Atrás

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Todo sonaba muy sencillo. Cassie me dio mapas, su número de teléfono para emergencias, un cuchillo pequeño y consejos.

«Observar bien a las personas antes de preguntarles cualquier cosa. Pasar desapercibida para que nadie notara que estaba sola y caminar sin subir a autos de extraños».

Debía llegar a la ciudad. Quedaba muy lejos, pero el camino estaba claro. Una vez allí debía buscar policías, así ellos me llevarían con protección infantil y posiblemente a hogares temporales y con mucha suerte, alguien me adoptaría.

El bolso que cargaba en mi espalda pesaba muchísimo, botellas llenas de agua que con el pasar de las horas se iban vaciando. El sol en todo momento iluminó la carretera de forma agresiva, sentía mis pómulos arder. Ninguna nube quiso arroparme.

El calor era insoportable con la chaqueta que usaba, pero si la retiraba, lo más probable era que mis brazos se tornaran rojos. Conforme avanzaba, mis pies ya no querían dar otro paso. Los zapatos que creía eran cómodos terminaron por hacerme ampollas en ambos pies. Me quedaban grandes, yo ya no tenía propios, éstos eran de mi mamá que además, estaban rotos haciendo que el pulgar de mi pie izquierdo se asomara a través de la tela.

El día comenzaba a refrescarse mientras sentía la noche acercarse, la brisa era más fría y el cielo se tornó de un color azul más opaco, abriendo paso a las luces artificiales del camino.

La ciudad.

Muy ruidosa. Autos por doquier. Muchas personas chocando unas contra otras en la calle. El aroma del aire es distinto, ya no se siente ligero. Es abrumador tener edificios en cualquier dirección, un laberinto, una caja llena de objetos donde no cabe ni una canica más.

Muchas personas desconocidas se me acercaron ofreciéndome cosas, sólo podía ver el suelo al caminar y de vez en cuando subía la mirada para observar el camino.

Me acerqué a los primeros oficiales que vi, eran jóvenes, charlaban abiertamente recostados del capó de su patrulla.

—¿Podemos ayudarte?

No alcé la mirada, —Necesito ir a servicios infantiles —tampoco alcé la voz.

—¿Eh? Se escuchó un carajo, mira a la gente cuando les hables —los vi. Pero sentí la misma presencia del hombre que planeo olvidar y un olor muy... familiar.

—¿Qué quieres, niña? —preguntó muy disgustado y enseguida volví a bajar la cabeza.

—Servicios infantiles —respondí subiendo el volumen de mi voz, pero aún baja.

—¿Estás solita?

La misma mirada y sensación que me decía: «Corre». Mi piel se erizó y mi corazón se aceleró. Así que lo hice y me persiguieron por muchas calles. Me cansé muy rápido, hace mucho que no hacía actividad física.

Logré esconderme en un callejón bastante estrecho, como un metro de distancia entre edificios, me agaché y dejé que las sombras me cubrieran hasta que los vi pasar frente a mí, pero ellos no me vieron.

Después de un rato, salí.

Es un bosque de concreto, no sé en dónde estoy y tengo que esconderme mejor para dormir; según lo que Cassie me sugirió en el lejano caso que no pudiera ir esa misma noche a donde debía, así me sentiría más segura.

¡Ya no tan lejano!

Encontré el lugar perfecto para hacerlo. Entre dos edificios hay un agujero de tuberías lo suficientemente grande y oculto. Me quité el bolso, tomé agua, y me recosté mientras pensaba en lo que haría mañana. Ya no confío en los policías; en realidad, nunca lo hice, pero Cassie dijo que afuera del pueblo existían figuras de la ley verdaderamente buenas. Creo que se equivocó.

A.J's Voluntad de Crecer [COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora