¿Algo Más Que La Universidad?

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Abrí mis ojos débilmente, parece ser de noche. Escuché un bip y algo que pareció un globo llenándose de aire. Mi boca duele, olor a hospital ¿Estoy en uno? ¿Por qué me duele tanto la espalda? Creo que no puedo moverme. Recorrí la habitación con los ojos. Traté de mover mi mano, pero sentí algo aplastándola.

—¡Abby! —exclamó Dean sorprendido y se levantó.

Me dio un beso en la frente y dijo que no me moviera. Corrió con prisa fuera de la habitación para buscar a la doctora.

Muchas personas entraron. Me sentí abrumada, pero me pidieron que no me moviera. No entendía ni recordaba nada ¿Cómo llegué aquí?

Retiraron un tubo muy largo de mi garganta, se sintió asqueroso y me hizo toser. Ardía muchísimo.

—Tranquila. Respira, respira suave —dijo la doctora—. Sigue mi dedo.

Me realizó varios ejercicios para ver mi motricidad, lo más difícil fue sentarme, no tenía fuerzas. Entre Dean y un enfermero me ayudaron. Dean tenía sus manos en mis hombros por mi espalda para poder mantenerme erguida. Estiraron mis brazos, piernas y pies moviendo cada articulación posible. Me ordenaron no hablar al menos por unas veinticuatro horas para que mis cuerdas vocales no sufran algún desgarre por la intubación.

Llamó mi atención el ver mis manos, mis uñas estaban como recién salidas de una manicura y de un color vino tinto, que además es mi favorito. No recuerdo haber traído las uñas pintadas, pero ignoré ese detalle por el momento.

Aun no entiendo qué fue lo que me pasó. Dean me dio un cuaderno para poder comunicarme, pero no pude tomar el lápiz sin que se resbalara, así que fue mejor responder con la cabeza.

Miré la bandeja que estaba sobre la mesita a un lado de mi cama. Dean leía un libro, tuve que sisarle para captar su atención. Por suerte entendió.

—¿Tienes sed? —preguntó

Asentí y me sirvió un vaso con agua. Tratar de sentarme es inútil por ahora. Moví mi mano hasta la orilla de la cama y también lo entendió. Presionó el botón para ajustar el colchón y quedar más inclinada. Todo mi cuerpo se siente extremadamente pesado. Él no dudó en colocar su mano en mi nuca para ayudarme con el agua. Finalmente bebí y le di las gracias sólo moviendo mi boca.

Miré su asiento en donde había un libro, la portada me pareció conocida. ¡Claro! Es el libro que me obsequió en mi cumpleaños. Ladeé una pequeña sonrisa.

—Ah. Perdón por tomarlo, lo vi en tu mesa de noche cuando entré a aspirar tu habitación. Espero que no te moleste que lo haya traído.

Negué con la cabeza y le di otra pequeña sonrisa señalando el libro de vuelta con el dedo índice.

—¿Quieres que continúe?

Lo entendió perfectamente, volvió a sentarse junto a mí y se inclinó posando sus codos en la cama para continuar leyendo.

—Y ahí estaba, ya no le quedaba nada. Sólo un pendiente roto y un alma fracturada...

Yo lo escuché con mucha atención observando las expresiones de su rostro.

Por la mañana llegó la misma doctora y me realizó los mismos ejercicios, más unos para medir la fuerza de mis extremidades. Tuve que empujar sus manos con toda mi fuerza, la cual no era mucha. Los realizó nuevamente en la tarde y al día siguiente también por la mañana.

Ya podía hablar, mi voz estaba tan ronca que no parecía la mía. Estaba a punto de darme el alta. He tratado de no ir mucho al baño porque tiemblan mis piernas, una enfermera tuvo casi que cargarme para llevarme. Era otro día, tenía que haber mejora.

A.J's Voluntad de Crecer [COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora