II

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—Ugh, ¿cuál es su tema con los suéteres de cuello alto?—. Patricia bufó contra el cuello de Sandra.

Estaba impaciente por sentir la piel desnuda, quería besarla, tocarla, o lo que sea, pero lo quería ahora mismo.

—Son cómodos—. Murmuró, estremeciéndose cuando un par de manos se colaron por debajo de dicha prenda para acariciar su piel.

Recibió un pequeño gruñido en respuesta, antes de ser empujaba con más fuerza contra la pared del vestidor en lo que las caricias en su cintura empezaron a escalar a su pecho.  

El frío de las palmas contrastó de inmediato con la calidez de su abdomen, enviando temblores por todo su cuerpo que abrumaron su pensamientos con la misma rapidez. 

Un jadeo salió de sí al de repente sentir los labios de Patricia en la unión de su cuello y mandíbula, succionando suavemente y dejando empezando a repartir besos por todo el lugar. 

—Sin chupetones—. Suspiró torpemente a un mordisco particularmente fuerte.

Conocía de antemano lo mucho que la rubia disfrutaba dejar marcas, su clavícula y hombros eran prueba suficiente. No era algo que la molestaba, principalmente porque eran lugares no visibles bajo su ropa.

Pero este lo era, y no pensaba lidiar con ello.

—Como diga—. Aceptó sin chistar, ahora centrada en colocarse entre las piernas de Sandra.

Esta posición le permitía manejarse mas cómodamente en el pequeño espacio, pues fue mas sencillo acceder al sostén de la contraria aún sin subir demasiado el suéter, y de la misma manera levantarlo.

Sandra soltó un suspiro mezclado con un débil gemido en respuesta a sus senos recién liberados, siendo rápidamente cubiertos por las manos de Patricia. Quien no dudó ni un segundo en amasarlos, estimulando un pezón entre sus dedos y rodando el otro contra su palma.

Mordió su labio en busca de callarse, tratando de sacar sus manos de su saco que cayó por debajo de sus hombros al inicio, logrando zafarse de el tirándolo al suelo. Feliz por esto, realmente debía tener una manera de aferrarse a algo.

Sobre todo porque Patricia continuó retorciendo sus pezones, jugueteando con ellos entre sus dedos, asegurándose de dar uno que otro mas fuerte que el anterior. Sabiendo que Sandra disfrutaba cuando era ruda. 

Esto lo comprobó el apretón en sus hombros y los pequeños lloriqueos, reacciones que provocaron un orgullo inevitable floreciente en su pecho, cosa que reflejó con una sonrisa escondida en el cuello de Sandra.

Buscando mas reacciones, levantó hasta la mitad el suéter gris para agacharse a besar la piel recién expuesta del abdomen. Repitiendo el proceso de besar de un lado a otro, succionando algunas zonas y ascendiendo lentamente.

Había sido una lástima no poder marcar la piel antes, algo que recompensaría ahora, dándose el tiempo de dejar una cadena de chupetones por su paso.

Sandra gimoteó por las atenciones, tratando de que no escape ningún sonido que llame la atención; No olvidaba el lugar en que estaban.

Aunque parecía que la peliteñida si lo hizo o no le importaba, porque esto solo la impulsó a llegar nuevamente a sus senos y mordisquear su costado, recibiendo de inmediato un gemido mal disimulado.

—¿No cree que merezco escuchar un poco más?—. Sonrío arrogante, alejándose momentáneamente.

La mirada complacida retorció su estómago, probablemente por la vergüenza, realmente no estaba segura.

—Hush—. Mandó a callar, sonrojada hasta las orejas por la situación. —Lo último que necesitamos es hacer ruido—

Dicho eso, Sandra la levantó con facilidad para que de nuevo esté a su altura; O bueno, lo mas cercano que podía estar a ello. Juntó sus labios en un beso frenético, en el que ambas empezaron a luchar por el dominio

La más alta enredó sus dedos en el cabello rubio, tirando del mismo para profundizar el beso, tomando el labio inferior entre sus dientes para chuparlo con vigor. Así, el nuevo jadeo que resonó en el vestidor fue de Patricia, luego de que su boca fuera invadida por la lengua de Sandra.

Ella no se quedó atrás, excitada por el entusiasmo de su pareja dio un último apretón a los pezones ya erectos antes de empezar a descender por el torso trazando formas.

Las dos mujeres se separaron por falta de aire, manteniendo el contacto visual mientras recuperaban el aliento.

Sandra vagó lentamente por el cuerpo de Patricia, posando una mano en su cintura y otra en su hombro, retirando con esta el cabello del costado del cuello. 

Pensaba devolver el favor, y por suerte la camisa era mucho más accesible que su suéter.

—Lo de sin chupetones aplica a usted también—

Simplemente asintió ya en contacto con la piel, dejando besitos lánguidos a lo largo del cuello y moviendo la otra mano por la espalda de la rubia, provocándole un estremecimiento.

Los dedos moviéndose lentamente en su espalda baja animó a Patricia a moverse mas rápido en su tarea, posando sus manos en los muslos cubiertos.

Su pensamiento instantáneo fue que la falda larga y cerrada sería un problema, resoplando molesta por lo mismo. 

Repasó de arriba a abajo la prenda azul marino, pensando brevemente en cómo sacarla de su camino, terminando por arrugarla para deslizar sus manos dentro de la misma. 

Siendo incitaba por la calidez bajo sus palmas, continuó escalando por los muslos internos, abriéndolos lentamente, y permitiéndose disfrutar del leve temblor en las piernas.

Las medias transparentes fueron otro obstáculo para tocar la piel en vivo, jugueteando levemente con ello en lo que lamentaba no haber simplemente buscado el cierre. 

Pues hubiese sido mejor darse unos minutos en tantear el cierre de atrás, que ahora, cuando no se le ocurría una manera de sacarlas sin rasgar la tela.

Y mientras consideraba seriamente solo romper la prenda y luego lidiar con las consecuencias, Sandra llamó su atención.

Específicamente porque comenzó desabrochar su camisa, tirando ansiosamente de los botones. Una vez que fue abierta completamente, regresó a su enfoque inicial, ignorando como su propia piel se encrespaba por el frío.

Lastimosamente, antes de poder tomar adecuadamente las medias, se escucharon pasos afuera.

—Sandra, el Doctor Calderón dijo que ya terminó el informe y que si puede ir a almorzar con nosotras—

Y por supuesto, tenían que ser las del cuartel. 







"Que nadie vea"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora