III

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—A.. ¡Aquí estoy, ya salgo!—. Sandra respondió en unos segundos, separándose rápidamente de Patricia.

La misma evitó bufar instintivamente al ser separada con algo de brusquedad; optando por mantenerse lo más callada posible, consciente del peligro a ser descubiertas.

—Apúrese que debemos regresar a tiempo—

Además, Sandra estaba nerviosa, luchaba por rehacer su peinado, y alguien debía encargarse de acomodar correctamente su ropa.

—No se mueva tanto—. Murmuró, bajando nuevamente la falda de la contraria, alisándola con suavidad.

Recibió un asentimiento silencioso, permitiéndole acomodar de la misma manera el suéter, no sin trazar por última vez el torso, ganando una mirada de advertencia.

Ignorando deliberadamente esto, continuó en su tarea de borrar cualquier rastro de lo que hicieron.

Así mismo, Sandra abrochó y alisó la camisa blanca, sin fijarse demasiado en que tal presentable quedaba, después de todo, Patricia no sería la que saldría del vestidor.

—¿No me dejó embarrado labial?—. Esto era algo que sucedió un par de veces, y ahora mismo no podía ir al tocador y lavarlo sin ser vista.

—No, me puse labial de larga duración—. No era coincidencia, pues la rubia no quería lidiar con el maquillaje corrido.

—Gracias a Dios—. Suspiró, mirándose por última vez en el espejo. Antes de abrir la puerta, besó fugazmente la comisura de los labios de Patricia. -Ya salgo, muchachas-

—¡Por fin, Sandra, vea que nos quedamos sin comer!—

Patricia simplemente se quedó parada en una esquina para no llamar la atención sobre el vestidor "vacío", omitiendo para sí misma el tamborileo en su pecho que desató el inocente gesto.

Era.. molesto como esa tontería le afectaba tanto.

.

.

.

Patricia al terminar de almorzar se recostó sobre el escritorio, leyendo una revista que realmente no era de su interés. En su mente aún estaba el encuentro con Sandra más temprano, causándole frustración.

Había tratado de pasar por alto la chispa que se mantuvo durante el tiempo en que estuvo almorzando con Marcela como de costumbre, lo que no funcionó.

Todo el tiempo estuvo en un rincón de su cabeza la imagen de la más alta, con mejillas sonrojadas, pupilas dilatadas y labios entreabiertos, mirándola profundamente mientras tiraba de su cabello.

No ayudaba para nada que las hubieran interrumpido a la mitad, aunque era algo que esperar cuando trataba de salirse con la suya en el trabajo.

Eso no significaba que no lo haría de nuevo, Sandra era mucho más susceptible cuando estaban trabajando. Se avergonzaba con facilidad, y un par de toques discretos junto a algunas burlas la tendrían apretando sus muslos por debajo de su escritorio.

Sacudió sus pensamientos luego de este último, sintiendo sus mejillas arder por donde comenzaron a divagar.

En su lugar, su concentración se centró en el ascensor abriéndose.

—Por cierto, ¿qué tanto hacía en el vestidor?—. Preguntó Mariana, en lo que el cuartel salía del elevador.

—Me acomodaba las medias, creí que se rompieron pero no pasó nada—. Sandra contestó con aparente tranquilidad, separándose del grupo, en camino a su escritorio.

Al pasar a lado de Patricia le pareció sentir una mano pasar como un fantasma sobre su muslo, provocándole un escalofrío.

Conociendo que sus amigas aún debían estar a la vista, dio un vistazo de reojo, notando que solo ojeaba una revista.

Por lo que el roce debió ser una ilusión, la interrupción de antes la dejó nerviosa y a la expectativa, así que no sería extraño si solo se lo hubiera imaginado.

O eso creía.

—¿Inquieta, jirafona?—. Indagó inocentemente, observando las mejillas ya sonrojadas de la contraria.

Ella estaba perfectamente consciente de que estaba en lo correcto, había visto lo suficiente aquel rubor y expresión para saber que seguía febril por sus actividades en el vestidor.

Lo que significaba que podía jugar con ella, siempre que tomara algunas precauciones por su ubicación actual.

—¿Qué le importa, peliteñida?—. Desconfió del brillo juguetón en los ojos azules; porque si había algo que le indicaba que tramaba cualquier cosa, era esa mirada.

Una mirada que, aunque no lo admitiría ni muerta, la emocionaba de una manera desconocida.

Era extrañamente anhelante tenerla sobre sí, sentir que podía captar cada uno de sus movimientos y reacciones para usarlo como mejor le placiera.

—Veo que si, ¿nuestra interrupción temprana la dejó inquieta?—. Sonrío de medio lado, acercándose lentamente.

El tono cantarín y la mirada penetrante comenzaron a aumentar su nerviosismo ya latente, que la dejó luchando por no retorcerse en su asiento, apretando el agarre en su silla.

Y podría ser su imaginación pasándole una mala jugada o podría ser algo real, pero juraba haber visto la sonrisa de Patricia ampliarse.

—Yo puedo quitarle esa inquietud—. El comentario lo hizo de lo más casual, como si ignorara lo que implicaba.

Sandra se limitó a desviar la mirada, con su rostro ardiendo cada vez más, cubriéndose medianamente con una mano. Todavía bajo los atentos ojos de Patricia en espera de una respuesta, dio un golpecito en su frente.

—Tan boba—. Musitó sin mirar a los ojos de la rubia, aún escondiéndose detrás de su mano.

Irónicamente, el suave toque ruborizó levemente a la misma, haciendo que aclare su garganta. —¿Y eso qué..—

—Sandra, necesito ayuda con estos informes—

Patricia se alejó rápidamente cuando la voz de Betty resonó en el pasillo, regresando a la revista dejada en su escritorio; molesta por ser nuevamente interrumpidas.

Sandra contó hasta diez mentalmente para calmarse antes de contestar. —Claro Betty, ¿qué necesita?—

—Mire, debe revisar...

En lo que ambas mujeres conversaban, Patricia continuó con su revista, aparentando lo mejor que pudo.

—No se preocupe Betty, yo se lo tengo a tiempo—

—Gracias, y si tiene alguna du...—. Detuvo su oración al ver más detenidamente el rostro de su amiga. —¿Se siente bien?, su cara está un poco roja—

—Oh, si, si, solo tengo algo de calor—. Descartó, agachando la cabeza con la excusa de mirar mejor los informes. —Todo tranquilo, usted vaya y continúe con lo que sea—

Beatriz no estaba del todo conforme con la respuesta, pero decidió dejar el tema ahí.

—Está bien, con todo avise si se siente mal—




























"Que nadie vea"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora