VII

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Una vez que todo el evento terminó, Patricia se encontró sola en su apartamento luego de que Marce la trajo a casa.

Estaba agotada, obviamente, era más de la una de la madrugada y pasó una noche en movimiento. Por suerte mañana no había trabajo y podría descansar felizmente en su cama.

Mientras se alistaba para dormir, el pensamiento molesto que la acompañó a partir de su primer baile creció lo suficiente como para no poder ignorarlo.

La gala estuvo bien, fue agradable y tuvo la atención de un empresario de aspecto decente con suficiente dinero y estatus en ella toda la noche, sin embargo, no fue suficiente.

Incluso con el nuevo número agendado en su celular, no sentía que logró algo. Claro, si jugaba bien podría conseguir beneficios y presumir a su nueva conquista ya era de por si uno.

Pero no sentía ánimos de hacerlo, no quería una relación con el.

El hombre no fue desagradable en ningún momento, fue respetuoso y halagador, y aún así seguía sin despertar nada en ella.

Un fastidio total, aunque en su mayoría era con respecto a ella en vez de contra su pretendiente.

Al menos podría sacárselo en cara al cuartel de feas. O algo así, bastaría con hablar en voz alta y el rumor correría en los pasillos por sí solo.

Sabía que Sandra estaría celosa, o eso esperaba, era más vivaz cuando lo estaba. Olvidaba momentáneamente sus inhibiciones para sujetarla con firmeza y besarla profundamente.

Y no se mentiría a sí misma, ser deseada con tal ferocidad le encantaba.

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Al regresar el lunes a su labor en la empresa, no había pasado ni una hora en el trabajo cuando Sandra ya estuvo completamente al tanto de todo lo que pasó en la gala.

No fue ni de cerca lo más interesante que haya oído, no hubo nada resaltable aparte un par de coqueteos de casados. Pero no necesitaba serlo cuando lo único que le importaba era la parte que incluía a Patricia.

Estuvo con un hombre de apellido Roig, bailaron algunas piezas, tomaron tragos y conversaron. Supone que debió pasar algo más que un simple coqueteo en algún punto de la noche.

Siendo sincera era algo que se vio venir, al igual que casi todo el mundo. Preverlo no evitó que los celos burbujearan en su pecho y se mantuvieran aún con sus esfuerzos por deshacerse de ellos.

Eso solo la hizo sentir más tonta entre más tiempo lo pensaba.

—¿Le pasa algo Sandra?—. Mariana preguntó al ver la molestia en su rostro.

—Tengo algunos problemas con estos papeles, nada más—. Excuso de inmediato, dejando escapar un suspiro ahora que tenía tapadera.

—Ya, ya, no se estrese—. Palmeó su espalda a modo de apoyo.

Asintió mientras enfocaba su atención al papeleo entre sus manos que en realidad solo eran informes que ya ordeno.

—Iré por agua para calmarme—. Dijo, levantándose de su escritorio.

—No se tarde mucho—

Una vez en el baño, resultó que mojarse la cara y tomar algo de agua si ayudaron a calmar sus pensamientos, o al menos a empujarlos al fondo de su mente.

Tarareó para sí misma mientras secaba sus manos, cómoda con el silencio de los vestuarios y el agua helada que la tranquilizaban.

Tranquilidad que duró hasta que se encontró con un par de ojos azules en el espejo, provocándole un sonido ahogado de sorpresa.

"Que nadie vea"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora