VIII

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(Advertencia: Este capítulo contiene escenas sexuales explícitas, si este tipo de cosas no son de tu agrado recomiendo no leer.)

(EDIT: Entonces, no me gustó del todo este capítulo y lo cambié un poco)

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Patricia se apresuró a alcanzar a Sandra una vez que estuvo lo suficientemente lejos de la empresa.

—Hasta que por fin sale—. Murmuró, tentada a entrelazar sus manos, aunque sea para proteger la suya del frío nocturno de Bogotá. 

De todos modos sus dedos ya se estaban rozando, un pequeño movimiento bastaría para unirlas.

—Tenía que convencer al cuartel, ahora vamos que el taxi se impacienta—. Respondió, adelantándose a tomar su mano para llevarla hacia el auto que las esperaba.

No estaba segura si la "quedada con su madre" convenció completamente al cuartel, pero por ahora no le interesaba.

Ahora su mente se enfocó en la fría mano que rodeaba, frotando su pulgar ligeramente en un intento de generar calor.

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Ya en el apartamento y después de prender unas cuantas velas, no tardaron mucho en encontrarse envueltas una contra la otra.

—Hoy podría haber usado algo más fácil de sacar—. Gruñó, levantando el suéter de cuello alto con impaciencia.

Esta cosa definitivamente entraría en su lista negra.

Sandra se limitó a sacarse la prenda rápidamente, tirándola descuidadamente antes de tomar un puñado de cabello rubio y unirlas nuevamente en un beso abrasador.

En respuesta tarareó apreciativamente, gimoteando cuando su labio inferior fue succionado con fuerza. Mientras tanto sus manos se apresuraron a recorrer con avidez la piel descubierta, sintiéndola arder bajo sus palmas.

Traza cada curva con cuidado, sus uñas rascan ligeramente su recorrido desde la cintura hasta los omóplatos. Sus caricias causan suspiros y temblores mal disimulados, responde a cada uno con murmullos satisfechos.

En poco tiempo sus dedos se encuentran con el broche del sostén azul pastel, jugueteando con él.

Está muy centrada en ello como para decir o hacer algo cuando su camisa es desabrochada en su totalidad, dejando que caiga descuidadamente. El frío del departamento es apenas un susurro débil en ella.

El beso se rompe poco después, permitiendo que tomen un muy necesario respiro.

Eso no la detiene de abrir el broche en un rápido movimiento, su mirada cae de inmediato en las correas que se deslizan lentamente por sus hombros.

—Sus manos están heladas—

No puede evitar sonreír al escuchar la queja sin aliento, permitiendo que su toque descanse deliberadamente en la piel sensible debajo de su obligo.

Saborea tanto el temblor en sus manos como en su respirar, la satisfacción que la recorre la hace zumbar.

—Se van a calentar pronto—. Replica, trazando círculos con sus pulgares hasta la pesadez de los senos.

Da un par de pasos en dirección a su cama, necesitaba una posición más cómoda para lo que quería hacer.

Sandra retrocede lentamente, sentándose una vez que la parte posterior de sus rodillas chocan con el borde. Patricia se acomodo fácilmente entre sus piernas, manteniéndolas abiertas con un agarre firme en sus muslos.

"Que nadie vea"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora