—¡Pero qué batalla! ¿No es así? —preguntó Heimdall al público.
La zona de los dioses respondió con fuertes aplausos y vitoreos, la de la humanidad permaneció callada, preguntándose quién sería su próximo representante.
—¡Los humanos sin lugar a dudas están hechos de una madera distinta a la que los dioses pensábamos! ¿Pero será eso suficiente para que puedan vencernos? ¡Hora de averiguarlo! Damas y caballeros, den la bienvenida... ¡¡Al segundo luchador por la humanidad!!
Göll, ansiosa, tomó la mano de Brunilda.
Temujin parecía un hombre fuerte, y había sido un gran guerrero... Pero también lo había sido Áyax. Sabía que ella no sería la siguiente, puesto estaba junto a su hermana... Pero alguna de las otras que no se encontraba allí lo sería, y su destino sería el mismo que el del Gran Conquistador.
Las puertas de la humanidad se abrieron, y un trote que no tenía nada que envidiarle al de la Cacería Salvaje cuando cabalgaba los cielos, presagio de guerra y tormenta, se escuchó en todo el coliseo, acompañado de una espesa niebla roja que emulaba a sangre en el agua. No mucho después, decenas de caballos mongoles entraron en la arena. Allí, los soldados sobre sus lomos, dispararon flechas al aire, que silbaban como demonios, o los temidos lanzamisiles conocidos como Los Órganos de Stalin. El propio dictador rió por lo bajo al reconocer el sonido, dando una calada a su pipa. Las flechas se elevaron por los aires con sus silbidos infernales, para ascender como demonios escapando del Tártaro, y estallar en el punto más alto del coliseo, formando figuras carmesí que emulaban desde estallidos de sangre, hasta rostros desfigurados en gritos de dolor y agonía, así como caballos, lobos, tigres y halcones, todos de la misma tonalidad sangrienta. En sintonía, los soldados mongoles emitían terribles gritos de guerra que helaron la sangre de todos mientras trazaban una coreografía que emulaba a las famosas cabalgatas mongoles en el campo de batalla.
—Nada mal —pensó Odín, mirando el espectáculo mientras frotaba su frondosa, nívea y pulcra barba—. Este humano tiene mucho más estilo que el último.
Hugin y Munin, por su lado, hablaban sin parar.
—¡Humanos tontos! —exclamó el cuervo albino, Hugin—. ¿Creen que unos fuegos artificiales, flechas huecas y gritos serán suficiente para intimidarnos?
—¡Uy, cómo tiemblo! —se burló el cuervo negro, Munin.
—El 16 de abril de 1162, en las montañas Khentii, y tomando un coágulo de sangre, ¡nació este hombre! —proclamó Heimdall, en medio de los estallidos sangrientos que tomaban lugar decenas y decenas de metros encima suyo—. Esto se consideraba un presagio de una gran fortuna en el campo de batalla, y a la vez de que sería un gran líder, ¡y vaya si lo cumplió! Siendo tan solo un niño, demostró su capacidad de tomar decisiones difíciles al asesinar a su propio hermano, quien en medio de una escasez de comida guardaba más para sí. Luego, de adulto, se volvió el Flagelo del Mundo Conocido, esparciendo su imperio desde la costa coreana hasta Europa del este, pasando por Rusia, Iraq, e incluso Armenia, forjando el imperio más grande de la historia de la humanidad. Logró en veinticinco años lo que el Imperio Romano no pudo en cuatrocientos. Un tirano genocida y un monstruo sanguinario para unos, así como un líder súper capaz, genio militar y estratega, gran guerrero y promotor de la equidad para otros. Padre de la mayor cantidad de humanos, se estima que para inicios del siglo XXI, una de cada doscientas personas es descendencia suya, por lo que podríamos llamarlo "el Mayor Padre de la Humanidad". Damas y caballeros, él es el Rey de Reyes... —redoble de tambores, al tiempo que uno de los jinetes, vestido en una impresionante armadura mongol, se paró sobre su caballo negro azabache y saltó de éste, aterrizando en la arena con gracia, y elevando su brazo derecho, sobre el que se posó un halcón, que chilló con las alas extendidas, como amenazando a los dioses—. ¡¡¡¡GENGHIS KHAAAAAAAAN!!!!
Genghis Khan vestía su armadura de cuero negro con remaches de hierro, así como su casco puntiagudo, y la placa de hierro con un halcón sobre su corazón. El halcón chilló abriendo las alas, sincronizado con la última de las explosiones sangrientas en el cielo, que precedió a su retirada y la del resto de los jinetes mongoles.
Shiva, sentado al lado de la bella Afrodita, con su hijo Ganesha sentado en su regazo, sonrió.
—Ah, sí, recuerdo a este tipo —dijo.
—¿De verdad? —inquirió la diosa más bella—. Pero él no llegó a la India.
—Efectivamente, querida Afrodita —sonrió el dios hindú de la destrucción—. Pero cuando estaba vivo, su leyenda se esparció como un incendio por todo el mundo conocido, y Tengri estaba súper orgulloso de él, casi como si fuera su propio hijo —con una sonrisa, Shiva acarició a Ganesha entre las orejas.
—El otro era más alto, y quizás un poco más atractivo. Pero él... Quizás sea por esa presentación, o que no lo conocí cuando estaba vivo, pero... —Afrodita rió como una niña pequeña emocionada—. Me intriga más.
Shiva rió por lo bajo.
—He conocido muchos hombres y dioses problemáticos en mi vida. Pero a él... Ni Thug Behram se le asemeja.
—¡Vamos, Temujin! —gritó Göll desee el lado de Brunilda, elevando su puño derecho cuanto pudo—. ¡Puedes hacerlo, da su primera victoria a la humanidad!
—¡Mi amor! —gritó Börte, esposa del Gran Khan desde la gradería—. ¡Demuéstrales por qué eres el mejor guerrero de la historia!
—Hazlos temblar como hiciste con el mundo, abuelo! —gritó Kublai Khan, también desde la gradería.
—¡Eso, papá! ¡El dios que te enfrente está perdido! —proclamó Ogodei Khan, primogénito de Temujin, eufórico.
—Qué gran entrada, ¿no? —preguntó Heimdall al público, que respondió de parte de los humanos con vitoreos, y aplausos discretos de los dioses de algunos mas no muchos panteones—. Hora de ver quién combatirá de parte de los dioses a este gran guerrero. ¿Quién mejor, que la Señora de China?
Las puertas de los dioses se abrió, mas no había rastro de Nü Wa por ningún lado. Sólo oscuridad.
—¿Pero qué...? —preguntó Heimdall.
El Guardián del Apocalipsis estiró el dedo índice izquierdo, materializando un disco de luz azul y tenue con el sello de comunicación, que se llevó al oído izquierdo.
—¿Qué sucede, Brunilda? —preguntó Göll.
—No tengo idea... —murmuró ésta, y pensó en escribir a su contacto, pero... ¿Haría alguna diferencia lo que él pudiera decirle mientras se aclaraba el misterio?
—¡Damas y caballeros! —dijo Heimdall al cabo de un rato—. Me temo que ha habido un cambio de último momento, por lo que no veremos a Nü Wa enfrentarse a Genghis Khan. En su lugar... ¡Lo tenemos a él!
Hermes, hermoso, esbelto, vestido con un esmoquin, y ese extraño tatuaje rojo en el pómulo derecho y el lado izquierdo de la frente, emergió de la puerta. Sus manos, envueltas en sedosos guantes de tela perlada, portaban un violín con su arco.
—¡¿Qué?! —exclamó Göll, que volteó a ver a Brunilda-. Brunilda, ¿Hermes es el siguiente peleador? Pero él no estaba en la lista.
Allí, la menor de las valquirias se dio cuenta de que su hermana mayor estaba pálida como la muerte.
—No, no él —aclaró Heimdall, y unas pesadas nubes comenzaron a formarse en el cielo, retumbando con truenos, y arrojando destellos ominosos.
—No... —dijo Brunilda—. No, no, no, no... ¡Él debía pelear de último! ¡Se suponía que Nü Wa era la siguiente! ¡¿Por qué peleará el dios más fuerte en apenas la segunda ronda?!
Göll de repente comprendió todo.
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Record of Ragnarok: Los Otros Luchadores.
FanfictionLos dioses han decidido acabar con la humanidad. Sin embargo, la valquiria Brunilda apeló al artículo en el que se estipulaba que, de llegar los dioses a tal decisión, los humanos tendrían una oportunidad de pelear: el torneo Ragnarok, la batalla fi...