Confusión

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-Está bien –lo miró fijamente a los ojos –Pero dime el por qué.

-Que estés castigado sin actividades del club no significa que no puedas entrenar fuera del equipo –se ajustó bien la bolsa de deporte en el hombro antes de dar unos pasos hacia su atacante.

-¿Y piensas perderte el entrenamiento solo por mí? –Kageyama asintió, agarrándole del brazo y atrayéndole hacia él mientras miraba que no había nadie en el pasillo -¿Kageyama?

Kageyama no dijo nada. Solamente empezó a tirar de él, alejándose de aquella zona lo más rápido posible sin dar la oportunidad a Hinata de entender la situación. El agarre del colocador era fuerte y esto preocupaba al menor. En alguna ocasión intentó soltarse, pero la fuerza del otro chico era mucho mayor. 

Pasaron por los pasillos casi corriendo como si huyeran de algo o de alguien, esa situación comenzó a inquietar y molestar al central, no solo por el hecho de que Kageyama le estuviera llevando sin control por los pasillos, si no también por la sensación agria de su estómago. Esa mañana Kai le dijo que se divertirían ahora que no puede participar en las actividades del club;

¿Y si Kai se toma esto como un acto de huida? 

Pensaba para sí mismo. 

A saber lo que es capaz de hacerme. 

Tragó saliva mientras un sudor frío empezó a cubrir su cuerpo.

No quiero que me haga eso de nuevo 

Los ojos de Hinata se abrieron como platos y ahogó un grito al recordar. Tenía mucho miedo de volver a pasar por eso, no quería. Se encontraban ya fuera del instituto, detrás del gimnasio concretamente. Kageyama se detuvo en seco al oír tal grito de pánico de su compañero, tragó saliva y con indecisión miró hacia atrás para encontrar a un Shouyou derrumbado en el suelo con las manos a ambos lados de su cabeza. Esa visión horrorizó a Kageyama, sabía que Hinata no estaba bien, que algo estaba ocurriendo, pero eso era demasiado, rápidamente se acercó al otro chico poniéndose de cuclillas a su lado.

-¡Hinata! ¡Oye!  -le agarró de los hombros para levantar su torso y poder verle la cara. La visión escandalizó al más alto, la fuerza con la que sujetaba los hombros de Hinata disminuyó al ver esos grandes ojos color caramelo convertidos en unos opacos sacos de lágrimas que parecía que no miraban hacia la realidad -¿¡Qué te ocurre!?

Hinata fue esta vez el que no respondió. Kageyama volvió a zarandearlo suavemente para sacarlo de su trance, en cambio, el cuerpo del menor cayó pesadamente sobre el otro muchacho, preocupándolo aún más. El colocador intuyó que las palabras no iban a servir, así que arrimó al pequeño contra su pecho, acariciando lentamente su pelo, intentando calmarlo.

-No me hagas daño, por favor... -Tobio levantó la vista – ...no me hagas daño, por favor...

-Nadie te va a hacer daño, idiota –le separó despacio, mirándolo a esos opacos ojos cubiertos de lágrimas –yo estoy aquí para impedirlo, recuerda.

Hinata lo miró fijamente, el brillo volvía a sus ojos cuanto más miraba al otro chico. Se quedó hipnotizado, observándolo como si nada más existiera en este mundo. Kageyama hacia lo mismo, no podía dejar de mirar aquellas sonrojadas mejillas cubiertas de débiles lágrimas ni aquellos ojos vueltos a la vida ni tampoco a su menuda y sonrosadita nariz.

"Pero a veces la fuerza de una sola persona no basta para superar algunas adversidades, recuérdalo"

Esa frase resonó en la mente de Hinata. Ya estaba harto de todo ese sufrimiento que solo le consumía en soledad, necesitaba a alguien que le ayudase. Alguien que suprimiera ese dolor, nunca se había percatado de ello pero esa persona siempre estuvo a su lado.

DesmoronamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora