Cuenta atrás

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Como si de rayos de sol se tratasen, los alborotados cabellos del muchacho se mecían con la suave brisa que se internaba en la habitación. Los anaranjados mechones de pelo hacían relucir la blanca habitación como si el mismo Sol se encontrara allí. El pequeño chico daba ligeros brincos por la sala, colocando de nuevo sus cosas en la mochila para disponerse a marcharse, por fin, de aquel lugar.

La tarde estaba empezando a irse y los últimos rayos de sol estaban por ocultarse. Mañana tendría que volver a clases y tenía que darse prisa en regresar a casa para organizarlo todo de nuevo. Habían sido unos días muy intensos y volver a la rutina le ayudaría a relajarse y concentrarse en cosas más significativas.

Después de la visita de sus compañeros de equipo, sus ánimos estaban por las nubes, necesitaba volver a jugar al voleibol, atesoraba la sensación que le daba poseer un balón en sus manos. Sin duda aquel deporte se había convertido en algo tan esencial en su vida que ni siquiera el peor de los acosadores se lo podría quitar.

En aquellos momentos se encontraba solo; sus padres habían ido a la recepción a confirmar su alta en el hospital y Natsu se encontraba con ellos, posiblemente, para evitar que montara ningún escándalo.

Pegó un fuerte suspiro después de terminar de organizar su mochila y se asomó a la ventana para ver el tono rojizo del cielo del atardecer. Su estado mental había mejorado mucho desde su entrada en aquel lugar, ya no sentía que el mundo se le fuera a venir encima, la esperanza que la gente le había otorgado lograba destruir cualquier pensamiento negativo que surcara su mente con respecto a ese delicado asunto.

Tenía todo lo necesario para salir de aquello y volver a su vida normal; sus amigos, su familia, sus compañeros... pero, sin duda, la parte más importante de aquel puzle que formaba su mente era Kageyama. A pesar de todo, él se mantuvo ahí, siendo el pilar que le sostuvo en pie todo este tiempo. Si no hubiera sido por aquel chico posiblemente su vida sería otra cosa en aquellos momentos.

-Shouyou, cariño. ¿Lo tienes todo listo? -dijo una dulce voz femenina desde el otro lado de la puerta mientras ésta se abría. Hinata, inmediatamente, se giró con un rápido juego de pies para mirarle.

-Todo en orden, solo tengo que coger la chaqueta -respondió animado, antes de que su madre volviera a cerrar la puerta.

De un salto cogió la ligera chaqueta de chándal del perchero, con cuidado de que no se cayeran los objetos que contenía la prenda en uno de los bolsillos. Metió la mano con curiosidad, no recordaba haber dejado nada más que su móvil en los compartimentos de la prenda.

-¿Qué narices es esto?

Cogió ambos móviles como pudo con una sola mano, mientras que con la otra tiraba la chaqueta encima de la cama. Uno de ellos era el suyo y el otro uno que no le pertenecía, pero que conocía demasiado bien.

No es que fuera cotilla, pero la curiosidad y la intriga que le producía el móvil de su compañero, que misteriosamente había acabado en su chaqueta, le obligaba a tener que husmear en él para encontrar algo.

Empezó por la lista de mensajes, al principio no le sorprendió nada, muchos eran mensajes de publicidad de la empresa telefónica o de llamadas perdidas, lo normal. Aburrido de la misma monotonía cambio de pestaña y fue al registro de mensajes enviados. Al principio se quedó paralizado en su sitio hasta que pudo reaccionar, muchos de los mensajes eran entre Kageyama y Kai. Algunos tenían adjuntadas algunas imágenes que Hinata prefirió no abrir por su propia seguridad.

Cerró el móvil de un golpe, queriendo detener aquellas sensaciones que estaban empezando a surgir en su interior de nuevo. Estaba claro que alguien había dejado aquel dispositivo en su habitación para obligarle a ver aquellos mensajes e imágenes. La ira surgía en su interior, sabía perfectamente quien había sido, su sangre empezaba a arder de desesperación y furia. No le bastaba con volverle la vida imposible en el instituto, sino que también tenía que ir hasta ese lugar, donde toda su familia se encontraba.

DesmoronamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora