Confianza

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Apenas había amanecido, y unos rayos de sol empezaron a bañar la habitación donde ambos chicos se encontraban, los tenues rayos de luz que pasaban por la ventana hacían brillar los dorados cabellos de Hinata y daban color a sus rosaditas mejillas. Su aspecto físico había mejorado mucho desde el incidente; su cara había cambiado el tono pálido por un blanco sonrojado, las marcas y arañazos de su rostro habían casi desaparecido y sus pómulos y mejillas estaban más rellenos, dando a su cara un aspecto más infantil. 

Los dos muchachos se encontraban enredados entre sí debido a los constantes movimientos de ambos por la noche, la pierna de Kageyama estaba encima del muslo del pelirrojo al igual que sus brazos aún seguían envueltos alrededor del pequeño, arropándolo completamente contra su pecho. Hinata se había encogido sobre sí mismo durante la noche, haciendo que sus manos se encontraran justo delante de su boca y sus brazos doblados contra su cuerpo. Sus caras estaban muy próximas la una de la otra; solo tres dedos de distancia separaban sus bocas.

El sol de la mañana golpeó el rostro de Kageyama, despertándolo de su sueño. No recordaba que había pasado por la noche, así que abrió inocentemente los ojos, encontrándose la cara dormida del otro chico a pocos centímetros de distancia. Por unos segundos se quedó en blanco en su sitio, no solo sus caras estaban cerca, si no que, peligrosamente, sus cuerpos también lo estaban, Kageyama entró en estado de nerviosismo mientras retiraba lentamente las piernas y brazos del pelirrojo, evitando que se despertara. Cuando consiguió su objetivo, miró de nuevo a Hinata, que aún permanecía plácidamente dormido en la misma posición, (por alguna razón el moreno no consiguió apartar la vista de aquella escena). 

De pronto, Hinata le parecía la cosa más impresionante que había visto en su vida, el zumbido de su respiración, el movimiento de sus sonrojados mofletes al respirar, el brillo que su piel y pelo desprendían con la luz del sol. Hinata era un chico fuerte, nadie podría negarlo después de ver esa escena, había sufrido una violación y mucho daño psicológico en tan solo dos días pero aquella expresión llena de carisma decía totalmente lo contrario. Kageyama, encandilado por esa carisma no pudo evitar tocar suavemente con el dedo índice una de sus mejillas, rozando lentamente con la yema del dedo su suave piel, subió su mano llevándola hasta los anaranjados pechones de pelo que siempre sobresalían por delante de las orejas del pelirrojo, los acarició lentamente pasando más su mano por el perfil del chico, hipnotizado por la vista que este le ofrecía. 

Solo tenía ojos para él, le parecía demasiado adorable, demasiado como para dejar que alguien más se lo quite de su lado. Quería que esa vista solo la pudiese contemplar él, ahora más que nunca deseaba estar con ese muchacho. Inconscientemente, Kageyama fue acercando su rostro al del otro chico, no sabía que estaba haciendo pero tampoco le importaba,  sus caras volvieron a quedar a unos pocos centímetros de distancia y el moreno podía sentir la débil respiración de Hinata en el rostro. Apoyó su cabeza de lado en la almohada sin dejar de acariciar aquellos rizos anaranjados que sobresalían revoltosamente de la cabeza del pelirrojo, mirando fijamente a sus ojos  y a su delicado cutis, sin darse cuenta de que el otro chico ya se había despertado por las cosquillas que le producían las caricias de Kageyama. 

Cuando salió del trance, la mano del colocador se congeló en el aire mientras su rostro se volvía complemente rojo al observar que aquellos grandes orbes color caramelo le estaban mirando. Hinata paralizado en su sitio con la cara roja, lo miraba confundido mientras que un nervioso Kageyama dio un salto en la cama, cayendo de espaldas en el futon, con las piernas aun encima del colchón y dando un pequeño grito al mismo tiempo. 

Hinata se sentó en la cama con las piernas encogidas y la espalda contra la pared, tapándose el sonrojado rostro con el borde del edredón, notando como una presión en su pecho le estaba ahogando internamente a la vez que las mariposas de su estómago le golpeaban con crueldad.

DesmoronamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora