Inicio 1ª parte

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Hace trece días

Quién iba a pensar, que un simple martes se podría convertir en el escenario del momento que cambiaría su vida para siempre. Entrenar, clases, entrenar. Su rutina, su única preocupación en el mundo. Aunque en estos momentos solo estaba deseando aguantar despierto toda la clase, aburrida y monótona, de japonés moderno. ¿Cómo una asignatura podía aburrir tanto? Tampoco es que supiera lo que iba a hacer en un futuro, pero tenía claro que algo relacionado con eso, no. En un intento de mantenerse despierto empezó a hojear el aburrido libro, buscando algún hueco donde poder dibujar, balones de voleibol con cara y Kageyamas enfadados (tampoco es que fuera un gran artista), y matar el tiempo que le quedaba de clase. Faltaba poco para la hora del almuerzo, estaba deseando volver a tocar un balón de nuevo y, por supuesto, ver a cierto colocador gruñón.

No sabía la razón, pero ocurrió. ¿En que estaría pensando? Ese chico no aportaba nada positivo a su vida. Siempre le estaba insultando, le despreciaba, odiaba su personalidad... pero de algún modo. Le gustaba. Vale que sin él no podría jugar como titular en el equipo, pero de ahí a que le gustase de forma romántica... había un gran trecho. Quizás solo era un pequeño capricho pasajero.

Sin saber cómo ni por qué, durante sus pequeños auto pensamientos, acabó escribiendo el nombre de Kageyama Tobio en un limitado hueco en blanco del libro. ¿Acaso era una maldita protagonista de un manga shoujo? Inmediatamente, borró aquel nombre de su libro. Su cara estaba completamente roja de la vergüenza, así que lo hizo con el máximo disimulo posible. A él no le gustaba aquel chico, era completamente absurdo, además de que a él no le gustaban los chicos. Desde luego, tenía que ser algún capricho pasajero creado por sus hormonas de adolescente.

Ya sin fuerza de voluntad, acabó apoyando sus brazos y cabeza encima de la mesa. Deseando poder dormirse y olvidarse de aquel tipo, del que supuestamente, se había enamorado.

Inicio. Primer día. Martes. 1ª hora

-Quiero presentaros al nuevo estudiante transferido que ha venido hoy. Como ya sabéis, las fuertes ventiscas y tifones que se han producido en Hokkaido últimamente, han hecho que muchas de las escuelas, cerraran. Muchos institutos han sufrido daños estructurales, así que nos han pedido que reagrupemos a estos chicos durante un tiempo, hasta que puedan volver a Souya –anunció el profesor.

Los alumnos se miraban entre ellos, murmurando cosas y haciendo comentarios absurdos.

-¿Tú crees que nos entenderá? –susurró un chico a su compañero.

-Idiota, es de Hokkaido no de Osaka –le replicó –Si tuviéramos a alguien que hablara con acento kansai no podría aguantar la risa.

El profesor, molesto e irritado, por el jaleo que se había formado. Dio dos fuertes palmadas en el aire, callando a toda la clase.

-Parece mentira que seáis alumnos de tercero, que dirían vuestros kouhai si os vieran.

De pronto, el silencio reino en la sala. Como si esa simple frase les hubiera hecho recapacitar a todos.

-Pasa, por favor –indicó el profesor al chico que había esperado fuera de la clase, desde el principio.

En un momento, aquel chico, de gran estatura y pelo plateado. Había llamado la atención de todos los presentes del aula. Las chicas miraban embobadas al muchacho, y susurraban cosas entre ellas, con algunas risillas de por medio.

-Me llamo Fushimita Kai, estaré unos días por aquí así que espero que nos llevemos bien –guiñó un ojo a unas chicas del fondo y se dispuso a escribir su nombre en la pizarra.

Mientras tanto, los chicos de antes comenzaron a hablar de nuevo.

-Pues habla normal.

-¿Y qué te esperabas? En Hokkaido hablan normal –dio un suspiró -. Pero en Souya... yo me imaginaba a la gente distinta.

DesmoronamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora