Rojo...
Tan simple como un pequeño crayón rojo.
Creo que muchos subestiman su valor.
¿Qué hubiese pasado si no llevaba aquel crayón el primer día de clases?
No, no podría pensar en un mundo en donde no lo hubiese llevado
En primer lugar, porque era como un pequeño amuleto de la suerte. Y en segundo lugar, porque el rojo es mi color favorito. Pero, si te has dado cuenta, dije "era". Claro, porque ya no lo tengo, o debería decir, él no me lo devuelve aún.
Todo comenzó en un pequeño pueblo dentro de los Estados Unidos, llamado Sealmes. Tenia la costumbre de pasar por la cafetería Happy Pie con mi madre, aquella cafetería que aromatizaba todos los arboles a su alrededor con su exquisito aroma a café, a cacao y a chocolate, ese aroma tan hogareño para muchos. Este siempre fue definitivamente un lugar muy agradable para vivir.
Con mi blusa blanca, falda azul y dos colitas en cada extremo, recogidas en una fina cinta celeste iba a la escuela tomada de la mano de quien con mucho orgullo podía llamar mamá. Mis ojos azules se tropezaron con el castaño de los suyos para luego dejar un pequeño beso en su mejilla seguido de un "Nos vemos más tarde, mami" y después agitar mi mano mientras avanzaba como una despedida cotidiana. Solía repetir esa misma acción todas las mañanas.
Todos los niños y niñas como el primer día de clases, estuvimos entusiasmados, claro que, algunos entraron en pánico y lloraron para no soltar la mano de sus madres. Era el primer día de clases de la primaria, en ese momento seguí todas y cada una de las indicaciones que ya me venía diciendo mi madre desde el inicio de año. Dejé mi mochila de ruedas a un lado y me senté en una carpeta, todos los niños compartíamos miradas serias, no nos conocíamos en absoluto, no todos teníamos la suerte de entrar al a primaria con nuestras amistades del jardín de niños.
En pocos minutos dimos la bienvenida a nuestra maestra Mayra—Vaya momentos, lo recuerdo como si fuera ayer, y en realidad fue 12 años atrás—, quién muy amablemente nos deseó un buen inicio de año escolar. Antes de empezar la primera clase, hicimos una pequeña dinámica para conocernos todos, ella señalo al azar a un niño y este tendría que presentarse y decir qué es lo que más le gustaba hacer—clásico—.
Siempre fui muy curiosa, desde entonces no paraba de analizar a cada niña y niño a mi alrededor, unos prestaban atención a la maestra, otros se mordían las uñas—que por cierto estoy dentro de ese grupo—, y otros pocos se picaban la nariz.
El sonido de la puerta casi a los segundos me hizo dar un pequeño salto sobre mi asiento, haciéndome voltear hacia aquella dirección.
Uy, se viene
No empieces, vocecita interna
¡Como quieras! silénciame
...
¡Yo lo quiero contar!
Sabes que no lo harás
:(
Bueno, como decía...
Una mujer se aproximó, casi de la edad de mi madre, quizá un poco mayor a simple vista. Poseía unos ojos muy azules, con una larga y castaña cabellera—muy envidiable por cierto—, portaba cierta elegancia pero a la vez simpatía, le sonrió a la maestra desde la puerta y luego dio un par de pasos adentrándose al salón.
—No quiero molestar, profesora—murmuró—, fui a dejar a la escuela a mi hijo mayor y nos hicimos tarde.
"Nos" pensé.
Mhm, que lista
Shtt
Había alguien más detrás de la puerta y tenía curiosidad por ver quien era. Pude observar que la maestra le decía algo a la mujer, para luego ir a la puerta una vez más y tomar de la mano a su hijo.
Por dios santo
¿Te callas?
...
Ladeé mi cabeza para poder verlo hasta que entró. Al instante me ruboricé y no tenía idea del porqué, sentí algo dentro, que nunca había sentido, mis manos instantáneamente comenzaron a sudar. Su sonrisa capturó mi atención de inmediato, y sentí que dejaba de respirar cuando volteó casualmente hacia mí. ¿Vergüenza? puede ¿Ansias? ¿De que? no lo se ¿Emoción? quizá.
Sus grandes, vibrantes y también resplandecientes ojos azules claros como los de su madre, se posicionaron en el zafiro de los míos, pude sentir un cosquilleo en el estomago, me vi obligada a voltear a otro lado como reacción. Esperé un par de segundos para volver a mirar al frente —grave error—, su mirada seguía posada en mí, pero ahora con una sonrisa de lado, marcando un par de huequitos en cada mejilla.
Quedé muy impresionada, nunca había visto algo así en mi vida y ya me encantaban, hacia su sonrisa aun mas perfecta de lo que ya era, recuerdo que mi madre me comento sobre eso, "hoyuelos", él los poseía. Me moría de ternura, pero a la vez me hacía sentir nerviosa.
Su cabello era un castaño oscuro muy bien peinado de lado, llevaba puesto unos pantalones azules y una camisa muy blanca, su ropa no traía ni la más mínima arruga.
La mujer dejó un beso en la mejilla de su hijo para luego retirarse. Entonces la maestra giro hacia nosotros con una sonrisa, descansando sus manos sobre los hombros del niño, y habló:
—Niños, este es su nuevo compañero, por un percance llegó unos minutos tarde—rio suavemente—Su nombre es Dante Russo.
¡Tu hombre!
¡Vocecita interna!
Dante Russo, ese era su nombre, se me grabó en la memoria tan rápido como lo dijo. Nunca había escuchado ese apellido para ser sincera, pero me agrada, y le sentaba perfecto.
La maestra Mayra vio que no había más lugares donde podía sentarse Dante, solo había uno, y ese era a mi lado.
Él dejó su mochila y se sentó en la carpeta del costado. Por el rabillo del ojo pude notar que estaba apoyando su cabeza sobre su mano, con su mirada aún en mí, no podía voltear, no quería hacerlo, porque sabía que era un tipo de juego al que no iba a perder.
La presión era mucha, así que tome un hoja y el crayón nuevo que compró mi madre de color rojo, ese era mi color favorito—Ya lo había usado muchas veces y le agarré cierto cariño—, a diferencia de las demás niñas que adoraban el rosado y el morado. Comencé a pintar cosas sin sentido para no pensar en el niño que tenía a mi lado, lo que no duró mucho tiempo...
Dante, al verme con este—tan aclamado— crayón rojo, me lo arrebato de las manos, para luego comenzar a pintar su cuaderno con él, llevaba una sonrisa de lado—claro, sabia lo que hacia el muy astuto—. De alguna manera eso me enfureció, mi madre me enseñó que siempre debo pedir permiso antes de tomar algo que no me pertenece, y él no lo hizo.
—¡O-oye, niño! devuélvelo— reclamé tratando de sonar firme
—No— dijo sin siquiera mirarme
—¿No?—inquirí con fastidio, incluso mis puños se apretaron y mi ceño se frunció
Aun así, cualquiera diría que me veía adorable, como toda niña tratando de lucir enfadada
—No, pero me caes bien, niña estúpida—comentó, acentuando las ultimas palabras muy pausadamente.
A continuación, me regaló su primera sonrisa amplia—que prácticamente me derritió por dentro—, y eso nubló mis pensamientos, "niña estúpida" si me lo decía cualquier persona, juro que me pudo molestar o me haría llorar, pero no. Con él no, era diferente, la manera en el que lo decía no me disgustaba, sabía que mis pensamientos estaban mal en ese entonces; sin embargo, me agradaba como lo decía él, como lo decía Dante.
Así que, no subestimen aquel crayón rojo, que por este, mi vida cambio por completo y no me había dado cuenta de su valor hasta años después.
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Solo Amigos ©
RomanceLaura y Dante son mejores amigos... Quizá sea ese el problema. ¿El amor podrá sobrepasar la barrera de la amistad?