Aquella sala era muy diferente a lo que había podido ver de aquel palacio. No había tonos oscuros, sino colores pastel; blancas paredes, remates dorados, sabanas de seda y divanes esmeralda. Era una estética que más al gusto de la joven, aunque en aquel momento no podía fijarse en ella como debería, pues su vista solo podía admirar a la persona que se encontraba frente a ella.
Era como un espejismo. Ceres no creía que fuera posible tener a Rebeca delante, en el infierno. Y para su sorpresa, no lucía como ella había imaginado después de contemplarla en aquella visión; no había moratones, ni heridas ni nada similar, al contrario: estaba preciosa. Tenía el cabello perfectamente recogido, ningún mechón escapaba de ese moño por el cual tirabuzones caían por su nuca. Su cuerpo lo cubría un vestido negro cuyo escote era cuadrado y su falda abombada con los extremos repletos de volantes.
A Ceres le costó procesar quien estaba frente a ella, pero cuando lo hizo, una sensación de felicidad invadió su cuerpo por encima de cualquier otra cosa.
—¡Rebeca!
Corrió a ella para abrazarla y lo hizo, pero ella no le devolvió el gesto.
—¿Estás bien? —preguntó al apartarse, luego recordó donde se hallaban—. ¿Y cómo has acabado aquí?
El rostro serio de su amiga no ayudaba a pensar otra cosa.
—¿Acabado dónde? En el infierno o en la alcoba de las concubinas.
La hostilidad se palpaba en su voz y eso no hacía más que confundir a la joven.
—¿Qué sucede?
—Estoy bien —respondió esbozando una sonrisa vacía—. De hecho, estoy mejor que nunca. Fui salvada y traída aquí.
—¿Salvada?
La confusión era cada vez mayor.
—Sí, por él. Por el rey.
—Os ha obligado a ser su concubina, no es algo bueno.
Rebeca soltó una repentina risa que le heló la sangre.
—No he sido obligada a nada. Es más, no soy su concubina. Simplemente estaba aquí porque sabía que os traerían a este lugar.
La rubia frunció el ceño, confusa por lo que estaba diciendo Rebeca y por el hecho de que se refiriera a ella con esa cortesía.
—Un demonio me ha dicho que hay más de una concubina y...
—La hubo, sí, pero no era yo. Esa concubina ya no está, ha dejado palacio. Ahora estáis vos en su lugar. —La mirada oscura de Rebeca se volvió ácida—. Pensaría que sois afortunada, pero sé que mi señor os castigará por todo el mal que habéis causado.
Sus palabras terminaron de aturdirla.
—¿Qué? ¿De qué hablas, Rebe? ¿Y por qué te diriges a mí así?
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Rapsodia Infernal [#2]
Paranormal+21 La Rapsodia Infernal está peligrando. Ceres ha estado dándolo todo en sus entrenamientos para controlar su poder y el vínculo que la une con Elías cada vez se vuelve más profundo. Sin embargo, aún no ha podido cumplir su principal propósito: sa...