Noche de ensueño, amargo despertar

377 21 22
                                    

Las luces tenues del aquel bar, así como la música suave solo hacían crecer el estado de animo de México. Esa noche salió de casa solo con la intensión de tomar un trago, nada más. No le interesan las aventuras de una noche. Su corazón está lleno de un hombre. El socio de su jefe: Alemania. Ese ser sobrio, imperturbable, con un semblante frio. Ese hombre hacia encender el calor en su corazón.

Dando un vistazo por el lugar semivacío alguien capto su atención. Ahí, en el rincón más alejado de la barra estaba él. El responsable de sus suspiros. Se veía abatido, melancólico.

Mex- (¿Qué pudo haber pasado para que se pusiera así?)- piensa, sin percatarse que ahora él le mira. Cree percibir una chispa de curiosidad y deseo.

El hombre se levanta de su asiento. Se acomoda en un banco junto a ella.

Ale-¿Puedo invitarte un trago?

Ella no puede creerlo. ¿Acaso no la estará confundiendo?

Ale- Perdón Mexiko, si te incomoda, me retiro.

Mex- Está bien. Podemos tomar algo- contesta de manera sonriente.

Tragos y pláticas banales sobre el clima y cosas sin sentido fueron el preámbulo de la noche. Sin percatarse en qué momento ambos ya estaban en un ascensor hacia el departamento del tricolor europeo. Ahí comenzaron las preparaciones de lo que se avecinaba. Besos profundos llenos de deseo. Manos que buscaban tocar la piel debajo de las prendas. Una de las manos del hombre ya acariciaba las bragas de la chica debajo de la falda.

Mex- Alemania, ya, ya no puedo más.

Ale- Yo tampoco, pero espera un poco más.

Cargándola desde los muslos sin dejar de besarse siguieron su camino hacia el hogar del alemán.

En el primer segundo que la puerta se abrió las prendas comenzaron a caer. Al llegar a la habitación ambos ya se encontraban en traje de Adán y Eva.

México pudo admirar los pectorales perfectos de Alemania, sus brazos fortalecidos, así como su abdomen. Él pudo ver su cintura caderas prominentes, sus pechos que esperaban ser tomados.

Mex- Alemania

Ale- Mexiko.

Comenzaron a darle rienda a la pasión de manera desenfrenada. En esa habitación se escuchaban el choque de los cuerpos, los jadeos, las suplicas.

Mex- Mas, ah, mas, no, ah, no me detengas.

Ale- Te daré todo, to Mexiko. Te amo.

Mex- Te amo Alemania.

Y aquellos sonidos siguieron durante toda la noche.

Un cálido rayo de sol despierta a México. Se estira haciendo sonar los huesos de su espalda. Podría pensar que lo de anoche fue solo un sueño, pero el estar en una habitación diferente a la suya y el agotamiento de su cuerpo le afirman lo contrario. Empieza a buscar su ropa por el suelo, la encuentra prodigiosamente acomodada en una silla, incluso su ropa interior.

Mex-(Levanto toda mi ropa del suelo)- aparece un leve carmín en las mejillas al imaginarse al tricolor europeo levantando su sostén en el aire.

Se coloca sus prendas. Comienza a caminar guiada por el aroma de café. Ve al alemán sentado de frente a su ordenador. Su playera de tres cuartos resalta sus bazos tonificados. Ella sonríe, pero como respuesta solo recibe un pequeño vistazo de reojo. Su mirada es fría, indiferente.

Mex- Buenos días.

Ale-... Guten tag. ¿Quieres café?-regresa su vista a la pantalla.

Mex- Eh, no, creo, creo que será mejor que me vaya.

Empieza su andar hacia la puerta.

Ale- Mexiko.

Mex- ¿Si?- Voltea, tiene un leve brillo de esperanza.

Ale- Ten, dinero para el taxi.

Muestra algunos billetes a su frente. No le mira a la cara. Ella da un manotazo, apartando el dinero.

Mex- No necesito tu dinero, buen día.

Azota la puerta, corre hacia el ascensor que para su fortuna está abierto. Y adentro empieza a llorar. ¿Dónde quedo el hombre que le tomó con amor la noche anterior? Todas sus atenciones, sus caricias, no significaban nada. Solo sirvió para satisfacer sus deseos.

Mex- Si tan solo no me hubiera dicho que me amaba...

Y ese ascensor que había escuchado sus jadeos ahora escuchaba sus sollozos.

Corazón remendadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora