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La conocí un día de invierno, ambos estábamos en preparatoria. Y asombrosamente nunca habíamos reparado en el otro, aún cuando nuestro círculo de amigos a veces convivían juntos.

El patio del instituto estaba cubierto de la primera nevada y yo me encontraba en una de las banquetas, tomando un chocolate caliente para regular mi temperatura y leyendo un libro antes de entrar nuevamente a clases.

—¿Qué lees?—Su voz me sacó de mi concentración. La miré y juro que fue como ver a un ángel parado frente a mi. Llevaba su uniforme y una bufanda roja.

—Y-yo.—Me quedé sin palabras, ella río ante mi acción. Muy probablemente parecía un tonto. Alcé mi libro para que viera el título.

—¡Oh! No soy muy fan de Divergente.— Comentó y tomó asiento a mi lado.

Cada palabra, gesto que hacía desbordaba confianza, como si yo no fuera un extraño para ella. Eso me gustó.

—N-no es que me guste exactamente, yo...solo quería echarle un vistazo por segunda vez, estoy tratando de escribir un libro.—Confesé. Ella me miró con una expresión de asombro, como si hubiera dicho aquello que deseaba escuchar.

— ¡No lo puedo creer!— Exclamó.— ¡Yo también quiero escribir un libro!, De hecho, amo la literatura.

Ese fue nuestro primer encuentro. Tal vez, fue el destino quién nos unió en aquel furtivo momento, pero desde ese día nuestras almas tuvieron una conexión inexplicable.

Cuatro meses después, siendo amigos, le confesé mis sentimientos y ella los correspondió.

She (Changlix) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora