Jungkook abrió los brazos para agarrar a Jimin, que había salido rápidamente por las puertas de la cocina y había aterrizado en su pecho. No fue un golpe fuerte, pero lo tomó desprevenido. Cuando lo tuvo agarrado, con su cuerpo pegado al de él, no quiso dejarlo ir.
Estaba más relleno de lo que él recordaba, pero seguía oliendo a fresas y a vainilla, así que debía de seguir usando su shampoo favorito. Y a pesar de haberse cortado mucho el cabello y habérselo puesto rubio, seguía teniendo el pelo suave como la seda.
Estuvo a punto de levantar la mano para acariciarlo, con los ojos clavados en los del menor, marrones como el caramelo, pero se contuvo. Lo soltó e inmediatamente extrañó su calor.
–Te dije que esperaras afuera –comentó Jimin, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua. Y acomodándose la ajustada camisa.
Jungkook pensó que, tratándose de su ex esposo, no debería fijarse en esas cosas. Aunque, al fin y al cabo, estaba divorciado, no muerto.–Te demorabas mucho. Además, es un lugar público. El cartel de la puerta dice que está abierto. Así que, si tanto te molesto, considérame un cliente.
Jungkook se metió una mano en el bolsillo y sacó un par de billetes.
–Quiero un café solo y algo dulce. Lo que tú elijas.
Jimin frunció el ceño y lo miró con desprecio.
–Te dije que no quería tu dinero –le advirtió.
–Como quieras –respondió él, metiéndose el dinero otra vez en el bolsillo–. ¿Por qué no me muestras la panadería? Que me des una idea de lo que haces aquí, de cómo empezaste y cómo están tus cuentas.
Jimin resopló.
–¿Dónde está Jackson? –le preguntó, mirando hacia la puerta del establecimiento.
–Le dije que se fuera a su oficina –respondió Jungkook–. Dado que ya conoce tu negocio, no creo que necesite estar aquí. Pasaré a verlo, o lo llamaré, cuando hayamos terminado.
Jimin frunció el ceño otra vez y lo miró, aunque no a los ojos.
–¿Qué pasa? –le preguntó él en tono de broma–. ¿Te da miedo estar a solas conmigo, Minnie?
Jimin frunció el ceño todavía más.
–Obvio que no –respondió, cruzándose de brazos–, pero no te emociones, porque no vamos a estar solos. Nunca.
Y Jungkook, por mucho que lo intentó, no pudo evitar sonreír. Se había olvidado del carácter que tenía su pequeño hombre, y lo había extrañado. Si fuera por él, estarían a solas muy pronto, pero no se molestó en decírselo, ya que no quería verlo explotar delante de sus clientes.
–¿Por dónde quieres que empecemos? –le preguntó Jimin con resignación.
–Por donde tú prefieras –respondió él.
No tardó mucho en enseñarle la parte delantera de la panadería, que era pequeña, pero le explicó a cuántos clientes servían allí y cuántos se llevaban cosas para consumirlas fuera de la panadería. Y cuando él le preguntó qué había en cada vitrina, Jimin le describió cada uno de los productos que trabajaban.
A pesar de estar incómodo con él allí, Jungkook nunca lo había visto hablar de algo con tanta pasión. Durante su matrimonio, había sido apasionado con él, en lo que respectaba a la intimidad, pero fuera del dormitorio, había estado mucho más contenido. Se había dedicado a pasar tiempo en el club de campo con su madre, o trabajando en alguna obra social, también con la madre de Jungkook.
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Shīqù ài┃KOOKMIN┃
Truyện NgắnAquello se llamaba tener tan mala suerte, Park Jimin se acababa de divorciar de un hombre que le había parecido el hombre de sus sueños, ahora sin saber que hacer con su vida después de que lo hubiesen dejado tirado y como si eso fuera poco, embaraz...