vendedora

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NOTAS: Como le dije a marescalona hace unos días, acá está el nuevo one-shot... Algo tarde.

Decidí cambiar el nombre a esta historia, antes llamada TOXIC y que no sabía si darle continuación. Básicamente el título dice todo lo que necesitan saber.

Aquí juntaré todas mis ideas de FlochxLectora que no lleguen a tener contenido dudoso, en caso de no entender a qué me refiero ver P R I D E L E S S en mi perfil.

¡Dicho esto, disfruten!~

Estaba cansada de cocinar

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Estaba cansada de cocinar. Cuando hacía calor era algo insoportable, más aún para alguien que debía hacerlo a carbón, pues, aunque en los últimos años la tecnología se hubiera actualizado a pasos agigantados, ella no confiaba mucho en esos nuevos hornillos y honestamente tampoco podía costearlas a menos que pidiera un préstamo.

Probablemente su cara estuviera sucia por limpiarse el sudor, pero no importaba por ahora, luego de limpiarse un poco con un paño en su delantal, agarró otros para tomar la punta de la bandeja hacia ella, incluso el mango de la misma estaba caliente. Otro lote estaba listo y sonrió porque solo le quedaba otro, podría descansar de tanto calor luego.

Era de esto que obtenía todos sus ingresos.

La diferencia era que ella hacía su propia harina, en lugar de recurrir a la harina industrial de los Reeves que estaba siendo tendencia y era tan plana como polvo y más blanca de lo que creyeron podría ser alguna vez. Había gente que aún no podía aceptar productos de ese tipo o gente a la que le había caído mal y cerraron sus puertas al mismo. De todos modos, no creía que los métodos antiguos se fueran a extinguir, esperaba que no. Y ciertamente comprar pan hecho era mejor para las mujeres ocupadas que no tenían tiempo para estar preparando su propia harina a pesar de comprar el trigo por su cuenta.

El pan es algo esencial que siempre la gente quiere tener en su hogar. Ella, por su parte, no tenía hijos que cuidar ni un marido que atender, así que podía pasársela la mayor parte del día y noche probando recetas con las nuevas especias que habían traído al país.

Aunque se quejaba mucho en su cabeza, le gustaba mucho su trabajo.

No tenía una tienda como tal, la mitad delantera de su casa colocaba un cartel para llamar la atención el cual a veces hasta olvidaba colocar o se caía con el viento, pero como su abuela quien le había enseñado todo, había vendido por años del mismo modo la gente la conocía y cuando ella decidió seguir el mismo trabajo no le costó tanto conseguir clientes. Su abuela ya no estaba en condiciones de cocinar, razón por la cual ella no tenía un trabajo, quería quedarse lo más cerca posible porque necesitaba cuidados especiales. Amaba a su abuela con quien tenía un lazo fuerte dado que no tenía padres y ella la había criado. Sin embargo, ya estaba en una edad muy avanzada, era ese el principal motivo de no querer separarse de su casa o buscar otro empleo que requiera eso mismo.

Ya había pasado la hora del almuerzo cuando alguien había venido con cara de perro a comprarle pan. Había estado comiendo y tuvo que levantarse, tragar rápidamente e ir corriendo adelante.

Quien llegó a su puerta era alguien desconocido. Definitivamente no del vecindario o esa fue su impresión hasta que vagamente comparó su apariencia con la de otra persona que ya conocía. No lo había reconocido porque hace mucho que no volvía a casa o, mejor dicho, pasaba poco tiempo en la misma. Era un soldado y como tal vivía en las barracas las cuales no estaban justamente cerca de esta zona, sin duda esta era una visita.

Él estaba muy cambiado, pero definitivamente era el hijo de la familia Forster.

Ellos no le compraban, supuso que debido a la practicidad. Había una panadería al fondo de la calle donde ellos vivían, pero dicha tienda ahora trabajaba más con la harina Reeves, supuso que ese era el problema. Eso o allá se acabó el pan, lo cual dudaba.

—Perdona, ¿cuánto y qué pediste? —se disculpó. No pudo dejar de mirarlo y no lo oyó bien. Estaba muy cambiado a lo que recordaba, era notorio que había ganado peso y podía distinguir sus músculos bajo la ropa, además de por fin cortarse el cabello como un hombre normal.

Solo le pidió un cuarto de pan, comentando que en su casa ya no tenían y que no era de su agrado la harina procesada, que aprovecharía porque a su familia le daba igual el tipo de pan de todos modos. Él incluso estando en el ejército no come el pan al saber la nueva forma de prepararlo. De ser posible, ni comería la comida, pero no es que tenga recursos para cocinarse.

Ella le dijo que lo lamentaba por él y que no le pagaran como debían.

Él sonrió.

—Me refiero a una cocina propia o una alacena que no sea compartida, no duraría mucho allí considerando que uno de nuestros miembros tiene un estómago sin fondo.

—Debe ser el entrenamiento, seguro a ti también te da hambre luego de tanto ejercicio, ¿no? —comentó como si nada, sin dejar de sonreír. Captó algo tarde que sus palabras podrían ser interpretadas de otra forma, por ejemplo, que ella había estado mirando fijamente su cuerpo y cómo sus hombros y brazos resaltaban claramente—... quiero decir-

—A menos que nos castiguen por no limpiar, comemos bien, si eso era a lo que te referías —pronunció alzando la ceja.

—Ya veo, eso es bueno. Lo mereces, es decir, lo merecen —dijo nerviosa.

Finalmente, el chico le pasó la canasta y ella fue llenando los panes que le pidió.

—¿Y... hasta cuándo te quedarás? —preguntó luego de acomodar todo e ir de vuelta a la ventanilla de la casa para pasarle todo.

—¿Quién vino? —dijo de repente una voz, la de una mujer mayor. La chica dio un brinco del susto, virando al saber que su abuela se había despertado finalmente.

—Buenos días abuela —dijo, aunque no era tan temprano. Se acercó un poco para ver si estaba bien, ayer había tenido fiebre y se durmió tarde—. ¿Te sientes bien? —había olvidado por completo a su cliente quien si fuera más aprovechado se hubiera ido sin pagar, pero de momento Floch se quedó mirando la escena.

—¿Quién es este joven? —preguntó confundida e inocentemente de nuevo la mujer de cabellos blancos y rostro arrugado—. ¿Es tu novio?

—Ojalá, abuela —deseó ella en voz alta dejando salir una risa. Otra vez olvidando pensar dos veces y que el chico seguía atrás suyo, miró a la ventana—. ¡Quiero decir! Es que, me refiero a que ojalá tuviera novio, no que tú seas mi novio... No es que tenga un problema contigo, Floch... Es que...

—Sí, te entiendo —respondió el pelirrojo, divertido ante la ocurrencia. Acto seguido le tendió el dinero.

—Espera, creo que me diste monedas de más.

—Está bien, a los novios no nos molesta hacer eso —dijo Floch encogiéndose de hombros.

No era la primera vez que ella recibía ese tipo de comentarios, pero en esta ocasión estaba a gusto con el mismo así que no replicó.

—Gracias, vuelve pronto —dijo tal vez más feliz de lo debido.

—Por supuesto que lo haré —comentó él una vez más haciéndola sonrojar y ponerse nerviosa, pero muy feliz por dentro.

Solo eso y Floch se marchó.

—Qué lindo novio tienes, ¿por qué no lo invitaste a pasar?

—Que no es mi novio, abuela —volvió a corregir con pena mientras la guiaba a la mesa—. ¿Vayamos a almorzar, sí? Quién lo diría, parece que eso de salir por el pan funciona... Aunque debería ser al revés. La próxima vez debería ser yo quien le pregunte a qué hora sale por el pan —se rió de su propio chiste.

FLOCH's HAREMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora