Salida de Calais

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 Habíamos llegado al fin a la ciudad portuaria de Calais, poco después de haber enterrado a Guilles, nos fue concedida una audiencia con el condestable de aquella urbe e incluso nos fue permitido permanecer en su torre del homenaje, en donde conse...

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Habíamos llegado al fin a la ciudad portuaria de Calais, poco después de haber enterrado a Guilles, nos fue concedida una audiencia con el condestable de aquella urbe e incluso nos fue permitido permanecer en su torre del homenaje, en donde conseguimos una comida bastante frugal misma que apenas satisfizo nuestra hambre.

El gran corazón de Marina le llevó a ayudar en el orfelinato, mientras que Mark puso manos a la obra en los talleres de siderurgia, y cuando no tenía nada mejor que hacer venía a importunarme en la pequeña capilla de la torre en donde me otorgaron un trabajo para hacer reparaciones.

—Entonces mi arcángel de la guarda, ¿ahora la haces de masón?

—Pues si Mark –respondí con una sonrisa discreta mientras tallaba el tambor de una columna–. Es lo que se hacer y disfruto mucho haciéndolo, querido.

—Y yo que pensaba que solo sabías usar cámaras fotográficas, pinceles y sopletes de acetileno.

—Tu sarcasmo no es requerido Mark –esa sonrisa se borró en cuanto escuche aquellas palabras que me sacaban de mi equilibrio–. Yo no soy un genio de la ingeniería y las ciencias mecánicas y eso lo sabes desde que te metiste en mi casa sin mi permiso –concluí mi respuesta y me recargue en la columna que trabajaba y lo señalé con el cincel.

—Tenía que averiguar quien estaba detrás de ese metahumano con forma de arcángel, pero no contaba con que estarías saliendo de la ducha en cuanto entré y menos con que te dieras cuenta de que estaba allí –noté una sonrisa pícara en su rostro cuadrado.

—Sabía que alguien estaba en mi departamento, pero no quien era, pero hey te has sonrojado –pude ver la micro expresión facial acompañada de sus mejillas ruborizadas–. ¿Entonces te agrado verme sin la toalla en esa breve entrevista –una sonrisa picara se dibujo en mi rostro luego de quitarme los guantes–. Pero terminaste eligiendo a la rubia de hule amiga de Marina, ¿cierto?

—¿Si te refieres a Arantxa esa es una manera grosera de hacerlo?

—Lo siento –me disculpe sin tardanza no me convenía tenerlo en mi contra por algo sin sentido–. ¿pero había otra?

—No Speranza, no la hubo y según parece ahora no la habrá atrapados como estamos en este agujero.

—Entiendo Mark, yo tampoco entiendo a donde terminamos cayendo cuando Auriel y yo quisimos protegerlos de ese destello, y ninguno de los arcanistas con quienes he hablado tienen la más remota idea de como salir de aquí.

	—Entiendo Mark, yo tampoco entiendo a donde terminamos cayendo cuando Auriel y yo quisimos protegerlos de ese destello, y ninguno de los arcanistas con quienes he hablado tienen la más remota idea de como salir de aquí

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Una Cruzada en Nueva londresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora