11 ⭐★ BESO [primera parte]

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Me detengo un instante al mirar de reojo a Dae pasar desapercibido a mi lado, somos los únicos en el pasillo y es evidente que nos reconocemos a lo lejos

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Me detengo un instante al mirar de reojo a Dae pasar desapercibido a mi lado, somos los únicos en el pasillo y es evidente que nos reconocemos a lo lejos. Hemos estado distantes últimamente, lo evito e ignoro lo más que puedo aunque en este momento, eso es inevitable, al tener que encontrarnos y enfrentarnos en el reducido espacio.

Avanzo con ligereza, antes de que me atrapara en mi plan en acción, diciéndome:

—¿Estabas ignorándome?—su tono es firme, casi obvio, como si supiera mi plan y estuviera poniéndome a prueba.

—¡Hola, Dae!—me hago la desentendida y sonrío ampliamente, con un poco de nervios.

—Contesta, Jiyu—se cruza de brazos y me mira impaciente. —Te conozco más de lo que crees, deja de fingir que no te queda bien. Eres una mala mentirosa...—sonríe con gracia un instante, burlón, antes de volver a estar rígido.

Suspiro y asiento, aceptándolo.

—Lo admito, te estaba evitando. Aunque es por una causa mayor, no puedo...—me callo en automático al no pensar lo que diré, ni procesarlo concretamente.

Se acerca lentamente, me mira con detenimiento, atento, escaneando mi comportamiento o mis palabras.

—¿No puedes qué?—repite mi última frase entrecortada.

—No puedo soportarlo—le digo al verlo acercarse y quedándose un paso frente a mí, tan cerca que si nos movemos, nuestras manos pueden tocarse.

Retrocedo al instante que se acerca más, en acto reflejo, en cambio, él permanece sereno y se queda quieto, mirándome directamente a los ojos, encontrándose el contraste de nuestros ojos.

—¿Qué es lo que soportas?—replica.

Me armo de valor, de convicción y poder ser elocuente con mi pensar y sentir, culminándose.

—Alejarme de tu lado, obligarme a no acercarme aunque es lo que más quiero—le confieso sin titubear, sin dudar y sin apartar la mirada de la suya.

Se queda sin palabras, noto que por un instante mira mi mano, probablemente queriéndola sostener fuertemente, pero parece inseguro al respecto, como si estuviera luchando internamente por si seguir o no sus impulsos.

—Dime lo que sientes, lo que quieres decirme, no lo que deberías pensar y te convences arduamente a actuar así, moldeándote, distanciándote—da otro paso más y ante ello, respondo quedándome quieta, contradiciendo corporalmente la distancia que mencionó y a la cual desisto. Negándome nuevamente a poner una barrera entre nosotros para protegerme y acceder más fácilmente a contenerme.

Mi mente da vueltas y decido ponerme primero, mi sentir y mis mayores deseos frustrados y enjaulados hasta este momento. Decido liberarlos.

—Te quiero y quiero estar a tu lado, pero no puedo.... No quiero renunciar a ti—me aferro a la agridulce ilusión de estar juntos, por fin. Y al decirlo, siento un peso cayéndome de encima, sintiéndome libre y como si liberara las mariposas que enjaulaba y mantenía esclavizadas en lo profundo de mí.

Agridulcencanto [2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora